Louis C.K. y los límites del humor
¿Se ha pasado de la raya el cómico estadounidense? Un monólogo en el que habla de la pederastia ha despertado las iras de miles de televidentes
Louis C. K. está viviendo su mejor época después de tres décadas en activo. Su serie Louie es un éxito, el año pasado se convirtió en el primer cómico en vender todas las entradas del Madison Square Garden durante tres días consecutivos y prepara su primera película como director y protagonista, I’m a Cop. El pasado sábado, sin embargo, pudo dar un paso atrás en su carrera. En su tercera participación como presentador del famoso programa Saturday Night Live, Louis empezó fuerte la noche, para algunos incluso demasiado fuerte.
Su monólogo de apertura comenzó con bromas sobre cómo había cambiado el racismo desde su infancia en los 70 hasta ahora. El tema puede parecer espinoso, pero poco después consiguió que quedase en algo casi inofensivo cuando, tras un segmento sobre Israel y Palestina, lo enlazó con los abusos sexuales a menores. Louis comenzó recordando a un pederasta de su ciudad cuando él era adolescente. “Yo no le gustaba, y eso me hacía sentir un poco mal”, dijo, para poco después intentar meterse en la mente del agresor sexual. “Debe ser increíble, ya que arriesgan tanto por hacerlo… ¡Desde su punto de vista!”
No es la primera vez que Louis C. K. trata temas controvertidos en sus monólogos, pero sí ante una audiencia de 3,8 millones de televidentes y en una cadena “familiar” como la NBC. Durante años trabajó en “la broma más ofensiva de la historia”, que fue probando en sus sesiones de stand up, y que también abordaba la pederastia.
Esta vez, las críticas no tardaron en llegar, y Twitter se convirtió en un hervidero de televidentes ofendidos. “Es el monólogo menos gracioso y más ofensivo que he visto en Saturday Night Live” o “los que defienden el monólogo de Louis CK o son depredadores o han sufrido abusos ellos mismos” son solo algunos de los comentarios que se pueden encontrar en la red social desde el pasado sábado.
El monólogo de Louis C. K. es el último ejemplo de una discusión antigua y sobre la que parece que nunca habrá acuerdo: ¿es lícito hacer humor de cualquier cosa? Otros cómicos estadounidenses parecen dispuestos a ensanchar los límites de lo que es aceptable para la opinión pública. Chris Rock, también en Saturday Night Live, escandalizó a no pocos espectadores el año pasado con varias bromas sobre el atentado de la maratón de Boston y el 11-S. “Fue el más estremecedor y sádico acto terrorista jamás realizado”, contó Rock. “¡42 kilómetros! 42 kilómetros es un viaje largo. Si llamas a un amigo y le dices “eh, necesito que me recojas” y estás a 42 kilómetros, lo mejor será que tengas Uber”. Ricky Gervais también ha jugado en su carrera con la inclusión de temas tabú, como el holocausto o una especial fijación suya, los niños muertos, recurso que utiliza cuando quiere provocar una reacción ante un público fácilmente impresionable.
Los casos de C. K. y Rock tampoco tienen que pillarnos por sorpresa. Desde sus comienzos, la stand up comedy estadounidense ha buscado en temas como la religión, el sexo o la raza material con el que hacer reír y cuestionar al mismo tiempo las fronteras de lo admisible. El célebre monólogo de George Carlin Siete palabras que no puedes decir en televisión provocó que la Corte Suprema cambiase su apreciación (de “obscenos” a “indecentes”) sobre varios de esos términos, y Lenny Bruce se enfrentó en varias ocasiones a arrestos por “indecencia pública” en la década de los 60. Más recientemente, en 1993, el show de David Letterman prohibió la emisión de un monólogo de Bill Hicks en el que trataba temas como la homosexualidad, la religión, el movimiento anti-abortista o cómo asesinar a Billy Rye Cyrus. Letterman lo emitió finalmente en 2012, junto a la madre del fallecido Hicks.
Cuatro décadas después de las “siete palabras” de Carlin, la discusión sobre si existen límites en el humor no da señales de agotamiento. El brote más reciente ha llegado con Louis C. K., pero quizás el episodio más polémico sucedió en 2012, cuando Daniel Tosh respondió a una mujer que interrumpió uno de sus monólogos con una broma sobre la violación. Tosh se disculpó más tarde, no sin intentar explicarse: “hay cosas horribles en el mundo, pero aún así se pueden hacer bromas sobre ellas”. Los cómicos del presente parecen seguir la máxima de Carlin, según la cual su tarea es “encontrar donde está la línea y después cruzarla”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.