El apocalipsis va a llegar
La nueva entrega de Mad Max es la última muestra de que el fin del mundo tal y como lo conocemos está cada vez más presente en la cultura popular.
Lo vemos en el periódico, en la calle, en las encuestas del CIS y, sobre todo, lo vemos en la ficción: el mundo que conocemos se acaba, y lo que vendrá después no parece que vaya a ser mejor. Esa sensación de fin de los días, de un destino inminente en el que no quedará esperanza alguna, se ha ido filtrando desde hace años en la cultura popular hasta convertirse en una corriente dominante del entretenimiento de la actualidad. Ya no hablamos solo de amenazas nucleares, pandemias que acaban con gran parte de la población mundial o plagas de zombies. Ahora se trata cada vez más de cómo vivir cuando nuestro mundo ha quedado reducido a cenizas o, incluso, de cómo esperar a que llegue ese momento. En este contexto, el regreso de la saga Mad Max, recuperada por su creador George Miller, resulta más inevitable que pertinente. Aprovechamos su estreno para recopilar otras visiones del apocalipsis, resumidas en cuatro cómodos plazos.
1. Esperando el final
2011 fue un gran año para la destrucción de la humanidad en el cine. Fue entonces cuando coincidieron Melancolia de Lars Von Trier y 4:44 Last Day on Earth, de Abel Ferrara, dos interpretaciones muy distintas de cómo afrontar el fin del planeta. Si en la primer Kirsten Dust anticipa con su estado de ánimo el momento en el que un asteroide impacte con la tierra, en la segunda Willem Dafoe y Shanyn Leigh esperan el fatídico instante encerrados en su apartamento, mientras hablan, beben, fornican y encargan comida asiática. Esa sensación de fin de siècle extrema inspiró también a Jeff Nichols, que ese mismo año nos presentaba a un Michael Shannon obsesionado con la catástrofe en Take Shelter. Su personaje es capaz de ver señales de una amenaza inminente en la nada más absoluta, mientras se embarca en la tarea de crear un refugio para su familia. Por si nos quedase alguna duda, el festival de cine fantástico de Sitges dedicó su cartel a este concepto en 2012. Y otra variante del fin inminente llegó con Interstellar, en la que Christopher Nolan imaginaba un planeta tierra árido y estéril, incapaz ya de albergar vida humana.
2. Mil maneras de acabar con todo
Lo decía recientemente el dibujante Miguel Brieva: nos resulta más fácil imaginar la destrucción del mundo que la del capitalismo. En los últimos años hemos visto morir al planeta de la formas más diversas. La enfermedad, tanto en la versión más inquietante -esa pandemia que se lleva todo por delante, estilo Contagio de Steven Soderberg-, como en la más fantástica (no tenemos espacio aquí para recopilar las películas y serie sobre zombies), es un clásico. También lo es la destrucción a mano de alienígenas, apartado en el que Al filo del mañana propone, al menos, cierta innovación formal. Pero quizás la mayor variante reciente sea el uso cómico de este proceso de desintegración. This Is the End (Juerga hasta el fin en, ¡ay!, nuestra cartelera) y The World’s End (Bienvenidos al fin del mundo) no solo comparten títulos similares, sino una misma premisa: que el armagedón nos pille de fiesta. En la primera la parranda se sitúa en la casa de James Franco, y en la segunda en una idealizada ruta de pubs ingleses. Pero… ¿qué nos pasa? Hasta a esto le hemos perdido el respeto.
3. La vida aquí es complicada
Llegamos a la madre del cordero de la ficción apocalíptica. El mundo ya ha quedado prácticamente destruido, y los pocos supervivientes quedan reducidos a su estado más animal. Ya saben: morir o matar. La carretera, tanto en el original de Cormac McCarthy como en la versión cinematográfica de John Hillcoat, parece haber establecido aquí el canon dramático, pero existen más variantes. La constelación del perro, la novela de Peter Heller publicada en castellano a finales del pasado año, parte de una premisa muy similar, pero añade sentimentalismo naturista a la mezcla, y hasta se permite dejar un resquicio al amor. La ciencia ficción, como siempre, aporta un buen número de títulos a la causa. Uno de los destacados es Snowpiercer, adaptación de Bong Jon-hoo del cómic francés Le Transperceneige, y en el que los pocos supervivientes de un planeta congelado están confinados en un tren constantemente en movimiento. Los ricos en los lujosos vagones de cabeza y los pobres alimentando las calderas en la cola.
La televisión por cable, siempre atenta a la posibilidad de adaptar a su formato ideas ya existentes, no ha dejado pasar el filón post apocalíptico. The Walking Dead se convirtió hace tiempo en una de las series de mayor éxito de la historia reciente, mientras que Revolution fue una apuesta de J. J. Abrams que acabó naufragando. Los 100 juega con la idea de unos delincuentes juveniles que son enviados a la Tierra para comprobar si el planeta se puede repoblar, y The Last Man On Earth se acerca al tema en tono cómico, presentándonos al único superviviente de sexo masculino a la hecatombe. El goteo no acabará aquí: para 2016 se espera la miniserie The Stand, adaptación de la novela de Stephen King que protagonizará Matthew McConaughey. Mucho nos tememos que el fin del mundo está condenado a repetirse.
4. El apocalipsis era esto
No todo tienen que ser explosiones, invasiones alienígenas y virus mortales. La destrucción no tiene por qué ser evidente, pero la sensación de estar ante algo que se acaba admite muchas formas. Puede disfrazarse de distopía, en una sociedad en la que la tecnología acaba por dominarnos (El círculo, la reciente novela de Dave Eggers) o en un futuro en el que aquellos que no consigan una pareja son transformados en animales, como en la inminente The Lobster, de Yorgos Lanthimos. En otras ocasiones no hace falta tanto. En Sueñan los androides, Ion de Sosa ofrece su interpretación libérrima de la novela de Philip K. Dick en un Benidorm futuro que es el escenario de un mundo a la deriva, cada vez más carente de humanidad. Quizás sea hora de admitir que el fin del mundo llegó hace tiempo.
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