Monedero ‘mon amour’
Juan Carlos ha roto con Iglesias porque ha querido. Tan voluntariamente como Griñán y Chaves para dejarle el camino expedito a Susana Máxima de Andalucía.
Aun arriesgándome a que el ministro Catalá me meta un puro por filtrar información reservada, esto no me lo callo ni debajo del agua. Pues sí, hombre. Para una vez que tengo una exclusiva, voy a esperar a que me dé permiso un tecnócrata fichado para apagar los fuegos fatuos de Gallardón Que En Paz Descanse y vender los humos, perdón, globos sonda, de Rajoy Que Está en La Moncloa. No es por dármelas de gurusa, aunque podría: a ver quién llamó baronesa a Susana Díaz cuando aún no era siquiera candidata a candidata a la presidencia de la Junta de Andalucía. Vale que lo mío no tiene mérito. Que es un don que se tiene o no se tiene, como el cuajo de Floriano. Vale que yo ya veía venir la primicia desde que Carmen Lomana le abrió el Círculo Pijo y le invitó a roscón con la flor y la nata más montada en su casoplón de Serrano. Pero ahora, y esa es la noticia, está confirmado estadísticamente. Según la encuesta que encargué ayer a la consultora Cuernoscopia, si mañana hubiera elecciones a la cosa, Juan Carlos Monedero sería elegido como el amante perfecto por mayoría absoluta. Por ellos y por ellas, ahí no me meto, que para eso dice él mismo que está abierto a diestro y siniestro al ocupar el centro del tablero.
Te advierto que no me extraña nada. Lo de la encuesta, digo. ¿Tú has leído la carta que le escribió ese Adonis a Pablo Iglesias, su compañero del alma, nada más dimitir de su cargo cinco minutos antes de que le invitaran a irse por sus problemillas con Hacienda y por poner a parir al aparato? Qué elegante, qué romántico, qué cursi. Como que hasta yo, que soy una siesa, mataría por una égloga como la que Juan Carlos le envió a Pablo para decirle ahí te quedas. “Los dos rozábamos la tristeza por culpa de un mundo al que le falta empatía”, llora el bardo en una estrofa. “En política nunca he sentido tanta seguridad como cuando él está cerca”, babea en otra. “Contigo, Pablo”, concluye, “me lanzo donde sea”. Mira, soy yo, que soy más borde que Rafa Hernando y se me paran los pulsos solo de escucharlo. Eso es un adiós de película y no el No sos vos, soy yo que no se les cae de la boca a los alérgicos al compromiso. Lo dicho, un amorcito, Monedero, aunque solo sea por la cuenta que le tiene.
Por muy alternativo que sea, todo político sabe que entre bomberos —y bomberas— no se pisan la manguera. Mira si no a Cristina Cifuentes y Esperanza Aguirre. A partir un piñón de mitin en mitin, aunque sospecho que lo único que comparten es el pantone del tinte, y una chaqueta de pedrería de Zara que le tengo vista a ambas y que me perdí en su día por no trincarla al vuelo. Hasta en eso, en fin, ha estado generoso mi nuevo ídolo dejando libres a los cachorros que crió a sus pechos, y no como Rosa Díez, que va a morir matando tal que Saturna devorando a sus hijos. Monedero, además se ha ido porque ha querido. Tan voluntariamente como Griñan y Chaves para dejarle expedito el camino a Susana Máxima. Así que, como no sé si soy una ser humana normal, que dice Rajoy, o gente, que dice Pablo Iglesias, pero lo que no soy bajo ningún concepto es casta, lo siento por Lomana, que lo vio primero, pero voy a ir a por Monedero. Quien se fue a Honduras perdió su montura, Carmencita.
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