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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado

Barcelona y la lucha por el espacio

Imagen de Jose Mansilla.

*Por José Mansilla

La apuesta por la conversión de Barcelona en una ciudad de y por el turismo no es nueva. Ya desde el Gobierno municipal franquista, el alcalde José María de Porcioles intentó situar, hace varias décadas, la capital catalana como referente europeo en el turismo de congresos y exposiciones. Las distintas administraciones surgidas con la llegada de la democracia formal continuaron con esta labor, siendo ejemplo de ello la consecución en el año 1986 de la nominación de Barcelona como sede de los Juegos Olímpicos de 1992, algo que conllevó, a nivel urbanístico, incluso el nacimiento de un nuevo barrio -la Vila Olimpica- destinado a ser ocupado por las nuevas clases medias y altas de la ciudad. Pero los megaeventos no quedaron ahí, ya que pocos años después, en 2004, se celebró el primer Fòrum de les Cultures. El antropólogo Gerard Horta señala que, bajo el paraguas del mismo los poderes constituidos intentaron mostrar una idea sofisticada de su modelo de sociedad - solo hay que recordar los objetivos declarados de la misma: cultura de la paz, desarrollo sostenible y diversidad cultural-, mientras que en el interior de su recinto se producía la misma mercantilización de las relaciones sociales que ocurrían en el exterior, a la vez que se desarrollaba una gigantesca operación inmobiliaria.

Megaeventos, por ahora, no ha habido más, aunque sería imposible soslayar el ímpetu mostrado por las instituciones, tanto municipales como autonómicas y estatales, a la hora de rellenar la ciudad de los denominados equipamientos culturales, tales como el Museu d'Art i Cultura de Barcelona (MACBA), el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), el Teatre Nacional de Catalunya (TNC), o el Auditori de Barcelona. La idea detrás de esos proyectos, además de continuar con la proyección internacional de la ciudad, perseguía un intento soslayado por cambiar aquellos barrios donde se encontraban insertos, como el Raval o Fort Pienc.

El desembarco de las nuevas tecnologías -redes sociales, Apps., etc.- en relación al turismo ha supuesto una nueva vuelta de tuerca a esta íntima relación que mantiene Barcelona con este sector económico. Se trata, además, de una correspondencia arropada, a veces, por unos discursos oficiales -la Barcelona Smart City, sin ir más lejos- muchos más austeros aunque no menos ambiciosos que los vinculados a los megaeventos y los contenedores culturales, y que nuevamente persiguen el intento de transformar la ciudad en "otra cosa".

Todas estas incursiones en el espacio concebido, a la manera de Henri Lefebvre, no son neutras, sino que tienen una repercusión en la cotidianeidad de las personas, en su espacio vivido. Sin ir más lejos, el Poblenou, señero barrio popular y antigua concentración industrial de Barcelona, ha visto como su entramado urbanístico y su tejido urbano ha ido cambiando por completo a lo largo de los últimos años. Tanto que algunos dicen que no tardarán en producirse acontecimientos similares a los que, lamentablemente, lanzaron a la Barceloneta a la portada de todos los diarios el pasado verano y que, aunque desde algunos medios e instituciones, se intentó mostrar como un conflicto entre turistas y vecinos, en realidad no eran otra cosa que un ejemplo más de la lucha por el espacio en esta Barcelona neoliberal.

Las políticas de transformación urbana que se han aplicado en el Poblenou, no solo su intento de conversión en un Distrito Tecnológico -el Plan 22@-, sino también las modificaciones realizadas en sus plazas, ramblas y calles, así como la concesión de licencias a hoteles, bares y restaurantes, han supuesto, entre otras cosas, una intensificación de las dinámicas de expulsión y desplazamiento socioespacial de aquellas clases sociales que no han podido, o no han querido, sumarse a este modelo de ciudad. Ejemplo de ello es el alto nivel de precios que ha alcanzado la vivienda en el barrio, superior en un 2% a la media de la ciudad para el periodo 2009-12. Algo que, si lo unimos a la caída del nivel de renta familiar, de un 3,8% para los años 2008 a 2012, explica que los planes y medidas de carácter urbanístico, estén o no, relacionados con el turismo, no son neutros, sino que tienen una relación directa con la vida de los vecinos y vecinas de nuestros barrios, tanto que pueden llegar a desplazarlos a ellos o a sus hijos.

* José Mansilla es miembro del Observatori d'Antropologia del Conflicte Urbà (OACU)

@joseamansilla

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