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¿'Mobiliqué'? Rasgos de culturas laborales extranjeras que adoptar aquí

En España trabajamos bien en equipo, pero nos falta esto según un informe que estudia cómo es trabajar en más de cien países

El presidente español, Mariano Rajoy; el presidente de la República francesa François Hollande; el ex primer ministro Mario Monti y la canciller alemana Angela Merkel, intentando entenderse en la famosa cumbre europea de junio de 2012 en Roma.
El presidente español, Mariano Rajoy; el presidente de la República francesa François Hollande; el ex primer ministro Mario Monti y la canciller alemana Angela Merkel, intentando entenderse en la famosa cumbre europea de junio de 2012 en Roma.Cristiano Laruffa (Getty)

Que los países tienen costumbres diferentes es más que obvio. Quién más, quien menos, todos hemos tenido un encuentro otras culturas, o nos hemos abrumado ante un comportamiento aparentemente incompresible o no hemos entendido algo que para un extranjero es lo más claro del mundo. Pero dentro de este mundo hay un aspecto con el que solo pocos viajeros se topan: las diversas culturas laborales. Las costumbres y las normas implícitan que marcan la forma en la que se trabaja en una nación determinada. Un choque cultural a veces resulta traumático para el emigrante y puede ser más difícil todavía asimilar que un idioma extranjero. Pero si examinamos detenidamente cómo se entiende en países como Alemania, Reino Unido o México, podemos aprender bastante de cómo se trabaja en España.

Para empezar, ¿cómo es la cultura laboral española? Entre 2006 y 2011, la empresa Steelcase analizó las influencias de la cultura en el espacio de trabajo, a través más de cien entornos en 11 países. Publicados los resultados en el número seis de la revista 360, estos se movían en torno a seis ejes: índice de distancia de poder (PDI), individualismo y colectivismo, masculino y femenino, tolerancia con la incertidumbre, orientado a corto o largo plazo y alto o bajo contexto.

Según este estudio: “los españoles son individualistas, pero tienen un aprendizaje colectivista (...) La solidaridad, lealtad y la adhesión al grupo son valores importantes, y están abiertos a realizar actividades en grupo”. Debido a la “fuerte orientación hacía la seguridad”, necesitan reglas que les lleven a “lo predecible (...) pero al tender a la improvisación, se suelen tomar las normas un poco a la ligera (...) Hecha la ley, hecha la trampa”, cita textualmente el informe.

La confianza alemana

Una de las cosas que me gusta de Alemania es que hay bastante orden. Pero cuando se produce el caos les cuesta y son menos propensos a dar con fórmulas para hacer las cosas de otra manera Raúl Gil, ayuda al inmigrante español que llega a Alemania

En Alemania, por ejemplo, todo gira sobre un mismo concepto. “Es el tema de la confianza”, recuerda por teléfono Raúl Gil, antiguo líder de las Juventudes Socialistas de Cantabria. Rebotado de la política, llegó a Berlín hace tres años. “Yo he trabajado aquí en dos sitios donde había que hacer caja diaria, y si faltaba algo tu jefe nunca pensaba que iba a ser uno de los que ha trabajado. Y eso en España no tengo tan claro que sea así. No quiero decir que la gente no robe, pero la mayoría respeta la propiedad de los demás”

Tras pasar por puestos de cara al público como librerías o vinotecas, Gil dedica sus horas a la Red, en una asociación de ayuda al inmigrante español que llega a Alemania. Allí organizan cursos de alemán, seminarios acerca del seguro médico o los derechos laborales, talleres para enseñar a emprender en suelo germano... Su ambiente de trabajo está formado tanto por alemanes como españoles. Y entre ellos ve amplias diferencias.

“Una de las cosas que me gusta de Alemania es que hay bastante orden en las cosas, se organizan mucho mejor que nosotros”, explica. “Pero ese orden también tiene una parte negativa y es que cuando se produce el caos, como levantar la agenda del día a las ocho de la mañana, les cuesta y son menos propensos a los cambios o a encontrar fórmulas para hacer las cosas de otra manera”.

Según un informe de la empresa Steelcase, a los británicos les gusta “cambiar de puesto horizontalmente más que verticalmente ya que se percibe como más trabajo sin un incremento sustancial de sueldo"

Sus compañeros alemanes, además, no conciben cuando llegan hispanos a apuntarse a alguno de los cursos que ofertan sin cumplir los requisitos, como “buscando la forma de saltarse las reglas”. “Simplemente no les entra en la cabeza”.

¿Hasta qué punto la impresión de Gil se sustenta en datos? Según el mencionado informe, Alemania vive en una cultura de trabajo donde hay “grandes necesidades de mantener el espacio personal” y “rechazan invasiones de cualquier tipo-acústica, visual o física”. Tienen “aversión por la incertidumbre”, expresada en “su puntualidad extrema y su forma de llevar a cabo las tareas tan estructurada”, tendiendo a “regular todo en detalle”. Su “alto nivel de individualismo significa que los lazos entre personas y empresas se ensanchan”.

La 'mobility' inglesa

Inglaterra es otra cosa. Para Domingo Benasco, profesor de español y francés en un colegio privado en Londres, los puestos de trabajo ofrecidos en su país de acogida “son mucho más específicos”. “No buscan a un licenciado en ADE, sino a uno que tenga una experiencia muy determinada, además de comprobar las referencias las dos veces que yo he cambiado de trabajo, han contactado a los jefes anteriores”, explica. Alaba su “cultura de la promoción”, ya que “siempre están empujando a la gente a tener un puesto mejor u otra responsabilidad”. Esto puede estar relacionado con la tendencia “a cambiar de trabajo”, ya que está mal visto permanecer “muchos años en el mismo sitio”

Una empresa inglesa no busca a un licenciado en ADE, sino a uno que tenga una experiencia muy determinada. Y comprueban las referencias del currículo Domingo Benasco, profesor de español y francés en un colegio privado en Londres

De acuerdo con el mencionado informe, los británicos “cambian de trabajo y de empresa cada ciertos años” y “no se preocupan por crear estrechas relaciones en el trabajo”, sin quedarse “en el mismo puesto por seguridad”. Les gusta “cambiar de posición horizontalmente más que verticalmente ya que se percibe como más trabajo sin un incremento sustancial de sueldo”. Claro que todo este cambio de posición y capacidad de negociación de los trabajadores puede tener que ver con “muchos trabajadores están estresados y descontentos con sus condiciones de trabajo”, además de que debe ser mucho más sencillo cuando el desempleo oficial es del 6% en lugar de superar el 20%.

La entrega mexicana

Cruzando el charco, en México, vive desde hace cuatro años la arquitecta madrileña Jara Rodríguez. “Mucha gente en Europa da por hecho que aquí no trabaja nadie y son poco eficientes pero se equivocan completamente, cuando tienen que entregar algo lo hacen bien y trabajan mucho”, cuenta por correo electrónico. Por ejemplo, es común tener media jornada el sábado, hay muchos menos días festivos no laborales y, por contrato, hay pocas vacaciones. “Echo de menos más puentes, pero también me hace pensar que en España tenemos demasiados”.

Mucha gente en Europa da por hecho que aquí no trabaja nadie y son poco eficientes. Se equivocan completamente. Cuando tienen que entregar algo se hace bien y se trabaja mucho Jara Rodríguez. arquitecta española afincada en México

Otra de las diferencias que ve Rodríguez es a la hora de negociar: los españoles le parecen, tras su experiencia mexicana, “un poco bruscos. Aquí dan muchos rodeos para confirmar algo, y se negocia de forma distinta, menos directa”. Lo que le desespera es “cuando no te dicen el motivo por el que no te entregan algo o qué plazos hay”, como teniendo “tirria a decir que no pueden o que no saben”. La web CNN Expansión, en su listado de los cinco grandes defectos de los trabajadores mexicanos, cerraba con El ambiguo 'ahorita'.

Con todo, ella parece contenta. “Una vez tuve que volver a España por problemas familiares y no lo estaba pasando muy bien, echaba México de menos”, cuenta. “Hablando con un amigo, le dije que me gustaría que España estuviera al lado, ya que no entendía un país sin el otro”. Su colega le contestó que solo había una calle de por medio, pero con el semáforo en rojo.

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