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La historia de una polémica que crea polémica

El pasado 20 de marzo, la Revista del Sábado de este periódico publicó un artículo, La Polémica Sinceridad de Dolce & Gabbana, que relataba la polémica desatada por unas declaraciones de esta pareja de modistos italianos, al semanario, también italiano, ‘Panorama’. En estas declaraciones, Domenico Dolce, se pronunciaba a favor de la familia tradicional, y contra las parejas (homosexuales o no) que tienen bebés con ayuda de la ciencia y de terceras personas.

Lo cierto es que el relato de esta polémica ha resultado, como era de temer, polémico. Algunos lectores se han dirigido a mí, por considerar que el tono del artículo era indulgente con las declaraciones de Dolce, interpretándolas meramente como ‘políticamente incorrectas’.

Alex Dorado Nájera me ha escrito y envió también una carta al director en la que señalaba que, las afirmaciones de D&G sobre la familia no tradicional, no se pueden entender como ‘opinión’, fruto de la ‘libertad de expresión’ o como ‘polémica sinceridad’. Términos que empleaba en su crónica el autor de la misma, el corresponsal en Roma Pablo Ordaz. Y añadía: La libertad de opinión y de expresión llegan hasta donde empieza la discriminación. Las declaraciones de D&G son homófobas, pero también van en contra de los miembros, cualquiera sea su orientación sexual, de familias no tradicionales, incluyendo a sus hijos. Van en contra de derechos fundamentales de muchos. Atizan discriminaciones que sufrirán esas personas, esos niños, por pertenecer a familias diferentes.

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A juicio de este lector, un artículo como el firmado por Ordaz, no merece ser publicado y no es digno de un periódico que considero defensor de los derechos de las minorías, especialmente aquellas que son víctima de discriminación.

Otro lector, Daniel Luke, puntualiza por su parte: Un artículo con esa carga de opinión, que no es presentado como tal, lleva a resurgir un debate que, por falta de conciencia cívica, en España solamente fomenta la discriminación y los prejuicios, como es evidente en los comentarios al artículo. La justificación constante que se hace a la postura de los diseñadores, además de la composición del artículo en sí, dejando las declaraciones más graves para la mitad del artículo, para que queden ocultas a los lectores menos minuciosos, no deberían tener cabida en un periódico democrático y sociológicamente de izquierdas. 

  He pedido a Pablo Ordaz que explique a los lectores cuál era su intención al redactar esa crónica. El artículo, publicado unos días después de los hechos y en el contexto de la sección de Estilo, explica Ordaz, no aborda el modelo de familia o los tipos de adopción por parte de parejas del mismo sexo, sino la polémica causada por unas declaraciones que se apartan de lo que se considera políticamente correcto. Solo se trataba de poner de relieve que, aún siendo Domenico Dolce y Stefano Gabbana una pareja que ha dado público testimonio de su homosexualidad –en un país donde todavía hoy no resulta fácil—, sus palabras hayan sido atacadas con tanta contundencia a través de las redes sociales, llamando incluso al boicot de sus productos. Al margen de que guste más o menos el enfoque de lo publicado o unas declaraciones en las que Dolce y Gabbana expresan sus razones personales para no tener hijos, no se sostiene pensar que ellos o el autor del artículo pecan de homofobia. Tanto su trayectoria de vida como la mía periodística demuestran que no es así.

  No creo que se pueda acusar de homofobia a un periodista que reproduce una polémica de estas características. Dicho esto, creo que hay dos aspectos de diferente importancia a considerar en esta historia. De un lado está la opinión personal de Domenico Dolce sobre la familia tradicional y su decisión personal de no tener hijos al no ajustarse su caso a ese modelo. Ambas cuestiones me parecen legítimas, y legítimo manifestarlas cuando una entrevistadora, aunque sea de una revista de gran tirada como Panorama, hace las correspondientes preguntas. Me parece normal también que creen polémica, pero Dolce está en su derecho de tener opiniones que hoy día mucha gente considera retrógradas o trasnochadas.

Donde yo veo un problema es en la segunda parte de sus declaraciones. Cuando Dolce dice, por ejemplo, no me convencen aquellos que yo llamo los hijos de la química, los niños sintéticos. Úteros de alquiler, casi elegidos por catálogo. Entiendo que no son opiniones que podamos etiquetar meramente como ‘políticamente incorrectas’. Son opiniones que implican un juicio de valor que puede resultar ofensivo, con razón, y que entrañan una actitud discriminatoria poco aceptable.

Comentarios

Al margen de los juicios éticos que se vierten en este artículo, de la lluvia de sospechas que se reparten y que el autor del artículo objeto de la polémica es obligado a frenar presentando su currículo de cristiano viejo... perdón que lapsus, de ser humano respetuoso con las elecciones personales en temas de sexualidad dentro de los cánones permitidos socialmente, al margen de lo todo lo anterior como digo, me permito disentir con el último párrafo. Creo, y me parece más consecuente en la línea ética de estas personas, que en lo que no está de acuerdo Domenico Dolce es con el método elegido para tener un hijo, (quizás debería ser matizado con un cómo y un cuándo), y no con el hijo en sí mismo. Por lo que la discriminación no tiene lugar, lo que hay es un rechazo a un método y no un desprecio a una persona.Pero de cualquier manera, lo que si se puede observar, es que en este país aparecen los amantes de la hoguera para la heterodoxia en cuanto alguien se descuida. Qué tiempos aquellos, los de Torquemada.

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