Petra Blaisse en el país de las maravillas
Foto: Het Nieuwe Instituut / Johannes Schwartz, 2015
La casa Sonneveld fue construida en lo que, entonces, en 1933, eran las afueras de la ciudad y hoy es el parque de los museos de Róterdam. Sus autores, los arquitectos Brinkman y Van der Vlugt, habían firmado la fábrica Van Nelle y el estadio del Feyenord y los directores de esa empresa importadora de café y cigarrillos quisieron llevar la misma modernidad hasta sus hogares. Así, la casa es un ejemplo de funcionalismo holandés magníficamente restaurado desde que en 2001 se abrió al público con una parte importante del mobiliario tubular original, ideado por el mueblista W.H. Gispen, y con las estancias coloreadas de acuerdo con el proyecto inicial. Cada estancia tiene un color en esta vivienda racionalista, blanca y repleta de transparencias.
Tal vez por eso, porque resulta muy difícil competir con el despliegue de color de los radiadores (azules en el estudio de los niños, rojos en la cocina, ocres en el salón y turquesa en el baño principal), las paredes, las cortinas y el mobiliario, la diseñadora Petra Blaisse cuando fue invitada a realizar una intervención temporal optó por no añadir nada a la casa. Simplemente buscó otro ángulo para mirarla.
No es fácil tomar una decisión así. Primero porque la casa está tan repleta de pequeños detalles -una repisa que se baja y se sube para que el servicio deje en la puerta del dormitorio de los dueños una bandeja, un espejo del ancho exacto de la banqueta- que uno se inclina a mirar con detenimiento más que a mirar a través de las estancias conectadas o de la relación de los interiores con el exterior–que es lo que invita a hacer la transparencia lograda por Blaisse (1955)-. Y segundo porque esta diseñadora, que inició su carrera en el lado teórico, trabajando en el museo Stedelijk de Ámsterdam, ha construido su trayectoria profesional arropando (con telones, cortinajes o incluso jardines) edificios de arquitectos tan reconocidos como Rem Koolhaas (y su oficina OMA) o SANAA (Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa).
Así, en esta ocasión, y en una intervención que permanecerá abierta hasta el 13 de septiembre, Petra Blaisse y los miembros de su estudio Inside Outside han quitado telas en lugar de ponerlas. Han desnudado la Casa Sonneveld de todos sus cortinajes, alfombras y moquetas. Y han cubierto el suelo con grandes paños de espejo. El resultado es “una casa que reacciona con los visitantes”, explican. Y es cierto que, desnudando la arquitectura y mostrándola desde nuevos ángulos, Petra Blaisse, a la manera de la Alicia del cuento de Lewis Carroll, no ha llegado a atravesar el espejo, pero sí que le ha dado la vuelta a una casa que ahora puede verse desde el techo (reflejado en el azogue temporal del suelo).
Exterior de la Casa Sonneveld House de J.A. Brinkman and L.C van der Vlugt (1933). Foto: Het Nieuwe Instituut / Johannes Schwartz, 2013.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.