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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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¿Y qué nos ponemos?

Pedro Sánchez se equivocó de plano vistiéndose igual que Mariano Rajoy para sentirse estadista al firmar un interesante pacto antiterrorista

Boris Izaguirre
Mariano Rajoy y Pedro Sánchez en la firma del pacto antiterrorista.
Mariano Rajoy y Pedro Sánchez en la firma del pacto antiterrorista.ALEJANDRO RUESGA

Esta semana se ha vivido como una auténtica goleada emocional en el FC Barcelona. Primero fueron Shaky, a la que queremos tanto, y Piqué, marcándose un golazo que se llama Sasha, un niño precioso con el que se enriquece tanto la familia como la afición blaugrana. Pero pocos días después de la feliz llegada de Sasha irrumpió, procedente del equipo de la Audiencia Nacional, el juez Ruz con una imputación en la mano. El señor Bartomeu, presidente del club, era acusado de delito fiscal.

El caso Neymar está que arde y el rebote del señor Bartomeu adjudicándole su imputación a envidias españolas, en el fondo, viene a desnudar que los equipos de fútbol son clubes de caballeros con reglas oscuras. Por lo que hemos sabido sobre la negociación del contrato de Neymar, queda claro que la pirueta fiscal tenía como objetivo principal que Messi, la otra superestrella del equipo, no se sintiera ofendido porque dejaba de ser el que más dinero ganaba del fútbol club. ¡No hay nada más caro que intentar conciliar sensibilidades entre divos! Tanto regate no hace más que inflar las cifras, Bartomeu ya lleva gastados más de un millón de euros en abogados mientras la opinión pública se ha reído de sus declaraciones sobre un posible boicot nacional anti Barça. Pero una cosa hay que reconocerle, es el imputado por delito fiscal mejor vestido. No todo el mundo se fija en el atuendo de un presidente, a veces creemos que van casi uniformados, pero Bartomeu tuvo un momento exquisito combinando traje marrón con camisa gris y corbata granate. Por un momento, el vapuleado seny hizo equipo con la elegancia creando un estilo muy del gusto paseo de Gracia.

Lamentablemente, de poco va a servirle porque Bartomeu ha jugado la carta de la victimización que en los clubes masculinos sienta fatal. Pero ha generado un inquieto debate ante los sondeos demoscópicos que animan el año electoral: ¿frente a situaciones inéditas, cómo debemos vestirnos? Por ejemplo, para acudir a una marcha multitudinaria de Podemos, ¿qué nos ponemos? Carmen Lomana escogió un plumas nacarado con un vibrante pañuelo de colores. Las críticas le llovieron en su Twitter y acudió a defenderse en Hable con ellas, y explicó que “quería conocer el tejido social que había” pero el debate quedó abierto: ¿estamos o no estamos ante un nuevo tiempo para el estilo? La marcha estuvo llena de eslóganes, la mayoría superocurrentes como diría el príncipe de los blogueros, Pelayo, que antepone el súper a súper casi todo. Esas consignas contribuyeron a llevar a un superincómodo tercer lugar al PSOE. Lo que nadie supo supercalibrar es que Pedro Sánchez, El Guapo, como cariñosamente le llama Susana Díaz, se equivocaba de plano vistiéndose igual que Mariano Rajoy para sentirse estadista al firmar un interesado pacto antiterrorista. Fue un error, porque en el mismo momento los nuevos ministros griegos aparecían sin corbata y proponiendo un nuevo sex symbol que es su ministro de Economía, Yanis Varoufakis, con su carismático parecido a Zidane. Varoufakis tiene a muchas y muchos ciudadanos europeos pendientes de sus gestos y lenguaje corporal casi tanto como de sus propuestas económicas. ¡Y sin corbata! Para Pedro El Guapo Sánchez no era momento para anudarse una corbata para firmar un pacto que ya es de por sí un nudo bien complicado cerca de la garganta. En el tiempo de Podemos esa corbata no solo envejece sino que te hace parecer entregado a quien no debes parecerte. Pedro El Guapo creyó que encorbatándose nos iba a ocultar más fácilmente su necesidad de parecer un estadista.

¿Qué nos ponemos? Es una pregunta que nos hacemos con harta frecuencia. En muchas invitaciones madrileñas se ha puesto de moda indicar el llamado dress code. “Venirse arriba”, indicaba una para una fiesta de cumpleaños. Pero para la fiesta organizada por Valentino para celebrar el cumpleaños de su socio, Giancarlo Giammetti, hubo tantos dress codes como fiestas porque fueron tres días de celebraciones que tuvieron como punto álgido el fiestón al que había que acudir de flamenco. Muchos pusieron pegas y se pactó entonces un spanish touch. ¿Y cómo consigues ese toque, precisamente, en el país del flamenco? “Pues llevando un Roberto Cavalli y volantes”, sintetizó una vecina de Carmen Lomana, también decidida a alejarse todo lo posible de cualquier marcha de Podemos. Pero encantada de acercarse a la fiesta flamenca de Valentino. En ella, los invitados extranjeros, muy educados, se esmeraban para no hablar de imputaciones ni de corrupción y alababan lo supergenial que encuentran a Madrid, supercharming y supertodo. Pero, como en tantas fiestas, tuvieron que hablar del tiempo. Del temporal que azota a la mitad norte del país y de esas imágenes de señoras superabrigadas, con frío y labios rojos en el acto para conmemorar los 20 años del asesinato de Gregorio Ordóñez en Vitoria. Rápidamente alguien agregó que había visto la noticia en el periódico enmarcada por dos superanuncios: los levantamientos de embargos en las ventas tanto del palacio de Pedralbes de los Urdangarin- Borbón como de la propiedad en La Moraleja de Isabel Pantoja. Un levantamiento de embargo paralelo en dos imputaciones cada vez más paralelas.

Todo nos remite a esa improbable pero picante pregunta sin respuesta: si Tania Sánchez llegase a ser la primera dama del Gobierno español, ¿qué nos ponemos? ¿Qué tejido social seremos?

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