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El duque de Edimburgo desata la polémica en Australia

Medios de comunicación y redes sociales critican la condecoración del marido de Isabel II con el mayor galardón del país

El primer ministro australiano Tony Abbott junto al duque Felipe de Edimburgo.
El primer ministro australiano Tony Abbott junto al duque Felipe de Edimburgo.cordon press

El consorte de la reina Isabel II, Felipe de Edimburgo, está en el ojo del huracán de la última tormenta mediática en Australia. Pero si en otras ocasiones el origen de la polémica han sido sus comentarios mordaces, sarcásticos e incluso racistas, esta vez su papel como protagonista de la polémica es involuntario. Este lunes, el primer ministro australiano, Tony Abbott, decidió otorgar al duque de Edimburgo el título de caballero de la Orden de Australia, el mayor galardón del país. Un anunció que dejó atónita a la nación entera, que ayer celebraba su día nacional.

“Australia debe rendir homenaje a una vida de servicio extraordinaria”, aseguró Abbott, que subrayó el papel de Felipe de Edimburgo como patrón de más de 800 fundaciones, muchas de ellas dedicadas a labores sociales.

Sin embargo, las reacciones no se hicieron esperar en la antigua colonia británica, que todavía pertenece a la Commonwealth y que conserva a la reina Isabel II como monarca y jefe de Estado. En un primer momento, el líder de la oposición, el laborista Bill Shorten, creyó que se trataba de una broma: “Creo que dar nuestro principal premio a un miembro de la corona británica es anacrónico. Sinceramente, es como un salto en el tiempo, no creí que iba en serio”.

El país entero se pregunta ahora qué motivó a Abbott a otorgar el máximo galardón a un miembro de la realeza que nació en Grecia y que reside en Inglaterra. No ayudan tampoco las polémicas en que a menudo se ve envuelto Felipe de Edimburgo. Durante una visita a Australia en 2002, preguntó a un aborigen si todavía disparaban lanzas. También son tristemente famosos sus comentarios sobre las túnicas tradicionales de los nigerianos y los ojos rasgados de los asiáticos.

La decisión ha levantado tal polvareda en las redes sociales que Abbott trató de defenderse calificando el revuelo de “grafiti electrónico”. Aun así, la crítica más feroz llegó de uno de los aliados más acérrimos del primer ministro conservador, el magnate de la información Rupert Murdoch. “Es una broma y una vergüenza. Ya es hora de eliminar todos los honores, incluidos los de la Gran Bretaña”, aseguró el presidente de Newscorp a través de su cuenta en Twitter.

La postura del gigante mediático provocó una tregua inusitada en la prensa australiana, habitualmente enzarzada en portadas sensacionalistas sin nada que envidiar a los tabloides británicos. “Como primer ministro, Abbott no puede decir que habla por todos los australianos”, escribió el jefe de política de The Australian, Dennis Shanahan, uno de los más fieles defensores del primer ministro.

Para el jefe de política del canal televisivo Nine, Abbott “ha mostrado su dedo del medio a los australianos y les ha dicho que no le importa lo que pensamos”. De hecho, buena parte de los periodistas y analistas políticos coincidieron en calificar el nombramiento de “torpeza política”, puesto que la popularidad de Abbott se encuentra por los suelos después de un año y medio de gobierno en el que no ha sido capaz de alcanzar la mayoría parlamentaria suficiente para aprobar los presupuestos del Estado.

Tras la estupefacción inicial llegaron las preguntas. Entre ellas, por qué Abbott habría elegido al que es probablemente el miembro menos popular de la familia real británica. “A la mayoría de australianos les gustan Guillermo y Kate, no les importan la reina Isabel II, toleran a Carlos, pero no tienen tiempo para el torpe de Felipe”, aseguraba el periodista y analista político Darrin Barnett en un artículo publicado en la página web de la cadena pública ABC.

De hecho, la visita de Guillermo, Kate y su hijo Jorge a Australia en abril de 2014 confirmó que la pasión monárquica en Australia se mantiene viva y fiel a la familia real británica. Aunque, a juzgar por la reacción ante el nombramiento de Felipe de Edimburgo, los australianos prefieren la realeza joven, moderna y sonriente frente a viejas glorias con tendencia a deslices paternalistas... o simple y llanamente racistas.

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