La conferencia ‘antisemita’ que no fue tal
El conflicto árabe-israelí es uno de los más enconados y difíciles de abordar por los medios de comunicación. Ha generado muerte, destrucción y odios que parecen, en cambio, indestructibles. Cualquier información que aborde, aunque sea tangencialmente, este conflicto, debe observar con el mayor rigor las normas periodísticas que exigen recoger la opinión de todas las partes mencionadas en la crónica o noticia. No ocurrió así en una información publicada por este periódico el 6 de enero en la web, y en la edición impresa del día siguiente, bajo el título: Israel pide que España explique un congreso que considera antisemita.
El artículo, firmado por la colaboradora de este diario en Jerusalén, Noga Tarnopolsky, precisaba en el sumario: El Centro Simon Wiesenthal mantiene, en un informe, que Exteriores financió indirectamente un congreso que considera condenatorio del pueblo judío. La periodista aludía en su crónica a un informe del Centro Wiesenthal publicado un día antes, según el cual: la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), un órgano que depende de Exteriores, financió un congreso de ponencias que llamó supuestamente a un boicot internacional genérico contra todo el Estado de Israel, a la demonización de dirigentes israelíes y a actos de violencia contra los judíos.
Frases muy duras, en las que se reafirmaba el coordinador de dicho informe, y director de Relaciones Internacionales del Centro Wisenthal, Shimon Samuels, al que la periodista entrevistaba. Y no sólo eso, el Gobierno israelí hacía suya la condena al Gobierno español, asumiendo como cierta la denuncia de la institución judía, famosa por haber perseguido infatigablemente a los criminales nazis.
El evento que provocó las reacciones del Centro Wiesenthal era, según la crónica de la colaboradora de EL PAÍS, una denominada Conferencia Internacional de Gobiernos Locales y Organizaciones de la Sociedad Civil en Apoyo de Los Derechos de los Palestinos, celebrada en Málaga y Sevilla los primeros días de diciembre. También se aludía dentro del mismo conjunto de eventos, a una exposición sobre Palestina en la que aparecía supuestamente un mapa de Israel con una cruz gamada pintada encima. EL PAÍS no ofrecía en dicha crónica ni la opinión del Ministerio español de Exteriores, como es preceptivo, ni la de las organizaciones impulsoras de la conferencia que criticaba. Es cierto que se hicieron repetidos intentos de localizar a algún portavoz del Gobierno, pero nada se hizo por dar con los portavoces de dichas organizaciones.
Al día siguiente, EL PAÍS publicó una crónica firmada por el corresponsal diplomático Miguel González, en la que, bajo el titulo: Exteriores niega haber financiado actos antisemitas, el secretario de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoamérica, Jesús Gracia, refutaba la principal acusación de Israel y del Centro Wiesenthal: la de que el Gobierno española financiara actos antijudíos y la calificaba de intolerable. Un apoyo, en la misma página, recogía también la opinión de dos de las organizaciones que impulsaron los actos condenados por Israel. Tanto el Fondo Andaluz de Municipios para la Solidaridad Internacional (FAMSI), como la Asociación Al-Quds de Solidaridad con los Pueblos del Mundo Árabe, negaban rotundamente que dichos eventos hubieran tenido un carácter antisemita.
No obstante, la información no era lo bastante completa como para dar por cerrado un caso que ha llenado mi buzón de mensajes de protesta, que he leído al reincorporarme al trabajo tras las vacaciones de Navidad. Por esa razón, he decidido abordarlo en este blog.
Voy a citar especialmente el desmentido más extenso de los que me han llegado, porque aporta datos que esta defensora ha podido después corroborar como ciertos. Se trata del comunicado de la Red Solidaria Contra la Ocupación de Palestina (RESCOP), que agrupa a unas 40 ONG de parecido carácter, en el que se rechazan de plano las acusaciones difamatorias del director del Centro Wiesenthal, y entre otras cosas se señala lo siguiente:
Contrariamente a lo que erróneamente informa el artículo de [Noga] Tarnopolsky, ninguna de las actividades aludidas se benefició de financiación de la AECID o el Ministerio de Exteriores.
"También es incorrecta la afirmación de que los tres eventos aludidos formaran parte del mismo congreso o actividad. Mientras las Jornadas sobre BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) tuvieron lugar en Málaga, la Conferencia de entidades locales se celebró en el Parlamento andaluz en Sevilla, y las fotos sobre el Muro del Apartheid se expusieron en la Universidad Autónoma de Madrid. Coincidieron en fechas, porque el 29 de Noviembre es el Día Internacional de Solidaridad con Palestina y 2014 ha sido el Año Internacional de Naciones Unidas para la Solidaridad con Palestina, pero no fueron organizadas por las mismas instituciones. Ninguna de estas tres actividades tuvo contenidos racistas ni antisemitas.
Las jornadas de debate sobre la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones contra el apartheid israelí fueron coorganizadas los días 28 y 29 de Noviembre de 2014 en Málaga por la Asociación Al-Quds y la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AACID), en colaboración con la Red Solidaria Contra la Ocupación de Palestina (RESCOP). Participaron en ella, además de la Red Internacional Judíos Antisionistas y la asociación israelo-palestina Alternative Information Centre, reconocidos defensores y defensoras de derechos humanos así como expertos y expertas en derecho internacional.
El comunicado añade: Los organizadores grabaron toda la conferencia de Málaga y podrían, en su caso, demostrar ante un tribunal español que no se hizo apología de ninguna ideología racista, y que las acusaciones difamatorias del Centro Simon Wiesenthal no hacen sino buscar el descrédito de sus organizadores y cercenar la libertad de expresión y asociación del movimiento de solidaridad con Palestina. En el comunicado figura una dirección en la que encontrar información de estas jornadas: http://jornadasbdsmalaga.weebly.com).
Quiero mencionar también, siquiera de pasada, otras cartas de protesta que alegan razones similares, caso de la de Javier Barquin, que se presenta como miembro de Amnistía Internacional y participante en una de las mesas redonda de los eventos reseñados; María José Lera, profesora de la Universidad de Sevilla; Santiago González Vallejo, del comité de Solidaridad con la Causa árabe o Marina Delgado Romero quien precisa sobre 'Boicot, Desinversiones y Sanciones' (BDS) contra el apartheid israelí que se trata de una campaña global, que persigue tres objetivos basados en el cumplimiento estricto de la legalidad internacional: El fin de la ocupación y la colonización de Israel de los territorios árabes; el fin del apartheid israelí sobre los palestinos y el derecho al retorno de todos los refugiados palestinos a sus tierras. La campaña BDS no es una campaña antisemita. No discrimina a ningún colectivo por su identidad religiosa, étnica, cultural, lingüística o nacional.
Delgado Romero insiste también, en que no es una campaña racista, por el contrario, busca acabar con la discriminación y el racismo. Es participada por organizaciones judías como Jewish Voice for Peace, Red Internacional de Judíos Antisionistas o Boycott from Within (israelíes que realizan boicot al Estado judío dentro de Israel).
He hablado por teléfono con Noga Tarnopolsky quien me ha explicado que no se puso en contacto con ninguna de estas organizaciones porque el objeto de su crónica no eran los eventos en sí, sino el hecho de que el Gobierno español los hubiera financiado. A esta explicación ha añadido por correo electrónico lo siguiente:
ELPAÍS citó un informe publicado por el Centro Wiesenthal, que es una fuente internacionalmente reconocida y frecuentemente citada por los medios de todo el mundo.
Nuestra nota enfocó en la noticia de que el Centro Wiesenthal afirma, en su informe, que el gobierno español ha brindado apoyo económico indirecto a actividades que son de naturaleza militantes e antiisraelíes. EL PAÍS pidió reiteradamente la reacción del ministerio de Asuntos Exteriores de España. También pidió y publicó la reacción del gobierno israelí.
EL PAÍS no definió los eventos, sino que citó a otros describiendo que según ellos, ciertos eventos tuvieron un carácter antiisraelí o antisemita.
El hecho de que Tarnospolsky no califique con sus propias palabras la conferencia objeto de las críticas, sino que, como indica, se limite a citar frases de otros, no resta responsabilidad a la autora, ni al diario que publica su crónica. Dar publicidad a acusaciones sin prestar oídos a los acusados es contrario al Libro de Estilo que señala la necesidad, especialmente en casos controvertidos, de obtener la opinión de todas las partes en litigio.
Por otro lado, la periodista sí se preocupó de recoger la opinión tanto del Gobierno de Israel, como de un portavoz de Naciones Unidas, una de cuyas agencias figuraba entre las siglas organizadoras de los diferentes eventos, ya que no se celebró una única conferencia, sino una serie de actividades, entre ellas mesas redondas, conferencias y debates con los problemas de Palestina como telón de fondo. También aporta Tarnopolsky datos concretos de la exposición organizada por la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Autónoma de Madrid. Creo que era tan importante al menos recoger la opinión de participantes y organizadores de los actos objeto de las críticas del Centro Wiesenthal.
Me he puesto en contacto con la Universidad Autónoma para conocer los detalles de dicha exposición en la que, según Noga Tarnopolsky, aparecía una esvástica sobre el mapa de Israel. Se trata de una exposición organizada por la ONG Sodepaz (EL PAÍS informó de este dato en la noticia firmada por Miguel González, aunque no abordó el contenido de la misma), que se celebró entre el 24 y el 29 de noviembre dentro del marco de la XI Semana de la Solidaridad, y, según fuentes de la Autónoma, sin ninguna vinculación con la Conferencia Internacional de Gobiernos Locales y Organizaciones de la sociedad Civil en Apoyo de Palestina. He consultado la web de la exposición y en ella figura una obra de un artista palestino llamado Na’ eem Ismail en la que aparece el mapa de Israel cruzado por cuatro flechas de grueso trazado en color rojo. No es una esvástica y no puede confundirse con ese símbolo nazi de ninguna manera.
Creo que el periódico actuó incorrectamente publicando la noticia de la colaboradora en Jerusalén sin las debidas comprobaciones, provocando el lógico malestar en todas las partes aludidas y no consultadas. Aunque el trabajo periodístico está marcado por la urgencia, la queja del Centro Simon Wiesenthal, asumida por la diplomacia israelí, era una noticia que podría haber esperado un día, hasta que el periódico hubiera estado en disposición de ofrecer una información completa a sus lectores. Es cierto que el error se corrigió parcialmente al día siguiente, con la segunda crónica, pero eso no evitaba el impacto adverso de la información inicial, ni esta segunda información, muy ceñida al desmentido de Exteriores, daba suficiente voz a todos los aludidos en la primera crónica.
Comentarios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.