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Cómo sobrevivir a una fiesta de Navidad de oficina en 2014

Siempre habrá un borracho, dos que se líen y tres que se contarán más de lo que deberían. La cuestión es saber cuál de ellos es usted

Se llaman fiestas y no lo son. En El apartmento, de Billy Wilder, la fiesta de navidad de la oficina era dónde el protagonsita, C. C. Baxter, iniciaba una cadena de acontecimientos que desembocarían en el final del repentino e imparable éxito de su carrera profesional. En la cuarta temporada de Mad men, la celebración obligadas de una Navidad que las nuevas oficinas de Sterling Cooper Draper Pryce no iban a celebrar se convierte en un carrusel de soledades, faltas de fondos, miserias y en el despido de una secretaria perfectamente aceptable. Todo esto es ficción, claro, pero nadie quiere que la realidad supere estos hechos así que si aún tiene una de esos lugares de trabajo donde las fiestas todavía no se han recortado, quizá quieras tomar nota de lo que sigue:

Aléjate del jefe… y de su secretaria

Solo hay una persona menos adecuada que tu jefe con la que sentarte al lado: la encargado de firmar las nóminas y abonarte los gastos. Probablemente no exista otro ser humano tan sensible como ella: habrá elegido el restaurante, con lo cual no tolerará que protestes por la temperatura de los canelones o la añada del vino; cualquier comentario inocente puede provocar extrañas ideas acerca de ti y de tus relaciones en su cabeza. Lo peor: su memoria prodigiosa almacenará todo lo que digas entre los vapores del alcohol… PALABRA POR PALABRA.

En una cena de empresa hay dos cosas casi seguras: la comida no va a estar a la altura y va a sobrar alcohol

No bebas demasiado

¿No te has preguntado nunca por qué el jefe, ese ser despreciable que te niega sistemáticamente tu merecido aumento, cuando no te rebaja el sueldo “por la crisis” invita a una copa? Pues para obtener información, obviamente… No es que lo necesite, porque los pelotas y bufones habituales lo tienen más que al día, pero siempre le gusta tener un buen punto de vista y, de paso, intentar reclutar para su causa a nuevos subalternos. Si se te calienta la lengua, malo; pero casi peor si acabes haciendo el baile del pañuelo encima de la mesa.

Come algo antes de salir de casa

En una cena de empresa hay dos cosas casi seguras: la comida no va a estar a la altura y va a sobrar alcohol. Como se suele tardar en sentarse en la mesa, la copichuela previa es una bomba estomacal y neuronal, el hambre puede hacer que tus tripas rujan como las del oso Yogi ante una cesta de comida, los efectos etílicos se acrecentarán por la poca o nula ingesta de alimentos… y ya la tenemos liada. Mejor llegar con algo sólido en el duodeno. Hay quien incluso recomienda pedirse bebidas que no sean especialmente de tu agrado, para reducir la velocidad de consumición.

Vístete apropiadamente

La carne, para el verano y el segundo plato de la cena. Abróchate el cuello de la camisa y niégale al universo admirar tu vello corporal. Vas de cena, no de club. La tentación de demostrar que detrás de la pantalla del ordenador hay un espécimen de conquistador único, y no un gris currelante, es grande, pero debes hacerle frente. Ya habrá tiempo de disfrazarse en Nochevieja. La cena de empresa, aunque no compute, forma parte de tu horario laboral y tienes que ir vestido con profesionalidad.

La red social

Lo único bueno de la cena de empresa es que son una maravillosa oportunidad para establecer contactos que, de otra manera, costarían mucho más. Ojo, cuando hablamos de contactos, ¡no hablamos de intentar beneficiarse a la becaria! Eso da que hablar y al día siguiente tendrás que ponerte enfermo para acudir al trabajo. Un lío, vamos. Tampoco nos referimos a los contactos del guasap, que pueden distraer tu atención si te sitúas en una esquina a darle al teléfono. Se trata de relacionarse, que para eso has ido. Lee ese día la prensa deportiva y el pronóstico meteorológico del mes: el fútbol y el tiempo son temas de conversación muy recurridos y políticamente correctos.

Lo cortés no quita lo valiente. Ya que te toca perder unas horas de tu vida con la misma gente con la que pierdes tu vida a diario, intenta poner buena cara

Ten siempre una mano libre

No lo decimos nosotros, lo dicen las escuelas de protocolo. Nada de lanzarse como un carpanta sobre la barra del bar y los canapés. Se trata de socializarse, y no hay nada más cálido y humano que un buen apretón de manos. La socialización es con varias personas, así que evita el uno contra uno y largarle un rollo infumable a una sola persona. Cuantos más interlocutores tengas, mejor.

Respeta las horas

No llegues el primero (eso es cosa de los organizadores) y tampoco te vayas el primero, pues das imagen de pasotismo. Cerrar los bares tampoco es una buena opción: te tomarán por el pito del sereno cuando les pidas una evaluación trimestral en el futuro. Se trata de estar el tiempo justo para que no piensen que prefieres estar en tu casa acariciando a tu hámster, o que no tienes una casa a la que volver. Cuando te vayas, hazlo saber, las despedidas a la francesa, para Sarkozy.

¡Pásatelo bien, demonios!

Lo cortés no quita lo valiente. Ya que te toca perder unas horas de tu vida con la misma gente con la que pierdes tu vida a diario, intenta poner buena cara. Si te cuesta, piensa que no puede ser peor que la cena-pesadilla de la que la cena de empresa es avanzadilla: sí, esa navideña con tu suegra.

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