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Beatrice Borromeo: noble, rica y de izquierdas

La prometida de Pierre Casiraghi pertenece a una de las familias más adineradas de Italia, pero presume de trabajar como periodista para mantener su independencia y una vida normal

Beatrice Borromeo y Pierre Casiraghi en la boda del príncipe Félix de Luxemburgo en 2013.
Beatrice Borromeo y Pierre Casiraghi en la boda del príncipe Félix de Luxemburgo en 2013. CORDON PRESS

Ricos, guapos, jóvenes y preparados. Pierre Casiraghi, el nieto de Raniero de Mónaco y Grace Kelly e hijo de Carolina de Mónaco y Stefano Casiraghi, y Beatrice Borromeo, descendiente de una de las dinastías más poderosas de Milán, se casan el 20 de abril de 2015. La fecha exacta, aireada por la prensa del corazón, no está confirmada todavía por los protagonistas pero sí hay prueba del anillo que el novio le ha regalado a su pareja tras seis años de amor. El anuncio de la boda ha llegado en una semana marcada por el nacimiento de los hijos mellizos del príncipe Alberto y Charlene: Gabriela y Jaime.

Beatrice es una “dulce criatura”, según las palabras amorosas de su abuela Marta Marzotto, matriarca de la alta sociedad italiana. Esbelta, rubia, delicada y bella, las revistas suelen referirse a ella como a la Brigitte Bardot italiana. Con la diva francesa no comparte solo las iniciales de nombre y apellido, sino esa particular gracia sutil y fresca, nunca artificial o chillona que la hace elegante, aunque con vaya en vaqueros y sin rastro de maquillaje. Exmodelo, expresentadora de televisión, ahora redactora de un diario izquierdista, Il Fatto Quotidiano, y directora de documentales sobre las mujeres de la mafia calabresa, no consigue disimular con su porte patricio el apellido que heredó de sus antepasados. Condes, marqueses, cardenales y hasta santos, cuyas hazañas salpican los libros desde el Renacimiento o, incluso, antes. Hasta llegar al conde Carlo Borromeo, que se casó dos veces con mujeres de linaje plebeyo, perdiendo el título nobiliario pero ni una pizca de su peso y de su riqueza.

En Milán, la ciudad donde abundan los apellidos ilustres, los títulos nobiliarios y los palacios junto al Duomo y al Lago Mayor, el conde Carlo Borromeo mantuvo las dos relaciones casi solapándolas. Primero, se unió a la modelo alemana Sybille Zota, con la que tuvo dos hijas: Isabella (1975), hoy casada con el petrolero Ugo Brachetti Peretti, y Lavinia (1977), mujer de John Elkann, presidente de Fiat, nieto favorito de Giovanni Agnelli. Luego, el conde se enamoró de Paola Marzotto, hija de un aristócrata y una influyente mujer de la jet set italiana. Borromeo tuvo hijos con las dos de manera intercalada.

Con mi sueldo no puedo pagar los vestidos de noche. Se los pido a mi madre o a mi cuñada diseñadora

Con Paola tuvo en 1983 a Carlo, que espera ahora un hijo de su esposa Marta Ferri, diseñadora de fama. Solo cinco meses después, Zota daba a luz a Matilde Borromeo. Dos años después nacía Beatrice, hija de Paola. Ella es la más pequeña de un clan unido y compacto pese a tener un padre eternamente indeciso entre sus dos amores.

Dinámica, entusiasta, muy vehemente (“Cuando quiere hacer algo, lo consigue. Es dulce pero también audaz”, alaba la abuela) Beatrice Borromeo confiesa que cada año de su vida, “vale por dos de una existencia normal”. “Me lo dijo reflexionando una vez, hace años”, recuerda Giovanni Andiffredi, que la entrevistó hace unas semanas para Vanity Fair. “Creo que tenía razón: se crió desde pequeña en un mundo que es una burbuja, donde los jóvenes están acostumbrados a pasar sus vacaciones en yates, a coger aviones como si fueran autobuses y a codearse con los personajes más influyentes y célebres del país”. Pero a Beatrice, dicen, no le pega el perfil de la rica heredera preocupada solo por las fiestas y la beneficencia. “No es Paris Hilton”, sentencia Vanity Fair. “Ella en septiembre me dijo: ‘He sido muy afortunada, pero esta suerte intento merecerla cada día”, continúa Andiffredi.

Por ejemplo, el hecho de que sus hermanas se hayan casado con hombres billionarios — según dijo en otra de sus contadas entrevistas — “es pura casualidad. Yo podría muy bien casarme con un mecánico”. Era 2005. Tres años después, conocería al amor de su vida. Un joven guapo, cariñoso, inteligente y también — ¿otra casualidad?— hijo de príncipes.

Beatrice, sin embargo, sigue reivindicando su independencia. No pierde ocasión para subrayar cómo frecuentó un instituto público. Corretea por Milán con una vieja moto, trabaja todos los días laborables en la redacción de un diario porque “quiere mantenerse con su dinero”. Desde que conoció a Pierre vive en su piso de Milán, aunque durante un tiempo se fue a estudiar periodismo a la Columbia University de New York. Pierre también está instalado en Italia, donde trabaja en los negocios de la familia de su fallecido padre.

Quizás por eso le gusta tanto a Carolina de Mónaco, su futura suegra, con la que se lleva fenomenal. “No es una mujercita que solo anhela arreglarse y aprovechar la posición del marido”, argumenta Andiffredi.

Al revés, Beatrice Borromeo supo aprovechar las ocasiones brindadas gracias a su estatus con tenacidad. Sus cercanos dicen que aunque posee un apellido importante, tiene los pies en la tierra. “Es muy práctica. Lo notamos los cronistas de moda cuando hizo su primera aparición pública”. Era 2002, no tenía ni 17 años. Arropada por las alabanzas de su abuela, desfiló vestida de novia por Roccobarocco. Atrapó a la prensa y a trabajadores del sector. “En las entrevistas”, rememora Andiffredi “ dejó claro que se apuntaría a la Universidad y que se prestaba a las pasarelas solo para ganar algo de dinero”. Juraba ya entonces conocer el valor del dinero: “En nuestra casa siempre tuvo la justa importancia”.

Esta apariencia de normalidad, tiene una fisura: en las ocasiones especiales le encanta lucir ropa de firmas de lujo que le queda como un guante. Vanity Fair EE UU la coronó entre las mujeres mejor vestidas del mundo. Poco importa si cualquier colega suyo debería invertir el sueldo de dos meses para hacerse con una bufanda de Prada. Hay un truco. Lo explica ella: “Nunca compro los modelos que visto para algo importante. Me los prestan las casas de moda o los robo a mi madre que es estilista o a mi cuñada diseñadora. De otra manera no podría comprarlos. No con mi dinero”.

No hay duda de que todos los grandes de la moda están ya haciendo cola para diseñar su vestido de boda, ese que lucirá en abril cuando se convierta en una más de los Grimaldi.

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