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¿Puede el Congreso de los Diputados reconocer a Palestina?

El conflicto árabe-israelí es, por desgracia, un tema de permanente actualidad en los medios de comunicación. Un tema conflictivo también, que no ha suscitado especial controversia entre los lectores de EL PAÍS. Al menos, hasta el pasado 18 de noviembre, cuando, coincidiendo con una votación en el Congreso de los Diputados, llegaron las protestas.

La noticia de la votación mereció un titular de portada que rezaba así: El Congreso reconoce con un voto abrumador al Estado de Palestina. Una frase que empujó a un lector, Ignacio Soler Torroja, a sentarse ante el ordenador para escribirme el siguiente mensaje:

 Leo con estupor e indignación el titular que da EL PAÍS, tanto en su edición digital como en la impresa sobre Palestina. El Congreso reconoce con un voto abrumador al Estado palestino si bien entrando en la noticia se puede leer como titular de la misma  El Congreso español insta al Gobierno a reconocer el Estado palestino.

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El congreso español NO ha reconocido al Estado Palestino sino que como bien dicen en el titular en páginas interiores tan solo ha instado al Gobierno a reconocerlo.

¿Era realmente necesario tergiversar la noticia en la portada con un titular que no se corresponde con la realidad? ¿Qué se persigue con ese titular si no es hacer creer al lector algo distinto a lo que realmente ha ocurrido?

El director adjunto, David Alandete, no lo ve así. En el mensaje que me ha remitido, explica: En el titular de portada se dice "El Congreso reconoce casi por unanimidad al Estado palestino". Con solo dos votos en contra y una abstención, el Congreso de los Diputados insta al Gobierno a reconocer a Palestina como Estado, "reafirmando la convicción de que la única solución posible para el conflicto es la coexistencia de dos Estados, Israel y Palestina". Si insta al Ejecutivo a hacerlo, el Congreso reconoce que Palestina es, pues, un Estado sujeto de Derecho Internacional. Si el Congreso no lo considerara así, y no efectuara ese reconocimiento por sí mismo, no podría emplazar al Gobierno a actuar de esa manera. Bien es cierto que es al Ejecutivo a quien corresponde ahora efectuar ese reconocimiento por la vía diplomática, algo que queda reflejado en el texto. 

Entiendo el punto de vista de David Alandete, que da al término "reconocimiento" un valor no jurídico, sino de mero acuerdo parlamentario. No obstante, el titular de las páginas de España me parece más exacto y más preciso, lo cual es el objetivo esencial de los titulares. El Parlamento puede considerar que hay razones suficientes como para reconocer a un determinado Estado, pero no puede "reconocerlo en el sentido jurídico y diplomático del término, por lo tanto, hablar de reconocimiento del Estado Palestino, en referencia al voto del Congreso de los Diputados puede crear confusión. Después de todo, este diario tituló una votación similar en Reino Unido, el pasado día 13 de octubre de la siguiente manera: El Parlamento británico aprueba pedir al Gobierno que reconozca a Palestina.

Decía, unas líneas más arriba, que la cobertura informativa del conflicto árabe-israelí genera abundantes protestas de los lectores en diarios como el británico The Guardian o el estadounidense The New York Times. No es el caso de los lectores de EL PAÍS, que rara vez envían mensajes sobre el tema. Sí lo ha hecho un lector británico, que lee asiduamente este diario, y que me envió recientemente un mensaje que merece una reflexión.

Michael Nicholas, escribía lo siguiente:

 Como extranjero, a veces me desconcierta encontrar determinados enfoques de la prensa de aquí, me refiero, entre otros, al prefijo ultra. ¿No es sinónimo de extremo/a? Si es así, las connotaciones son negativas, por ello, me sorprende ver ultraortodoxa, ultraderechista y ultranacionalista como términos que, en la edición de EL PAÍS de hoy [miércoles 19 de noviembre], se aplican exclusivamente a grupos o personas de Israel. ¿ERC es ultranacionalista? ¿Los yihadistas son ultraortodoxos? ¿Izquierda Unida, es ultraizquierdista?

  He remitido el mensaje al redactor-jefe de la sección Internacional, Andrea Rizzi. Que responde lo siguiente: 

Según la Real Academia Española, ultra, en referencia a una ideología, indica una interpretación de la misma que extrema o radicaliza sus principios.

Me parece que esto es perfectamente adecuado, tanto en materia religiosa, en relación con los [judíos] ultraortodoxos, -para definir el sector que sostiene la interpretación más estricta de la Torah y diferenciarlo de aquellos que son ortodoxos pero sin llegar a los extremos- como en materia política, para partidos a la derecha del Likud. Por supuesto que un yihadista es un ultra, es incluso mucho más que eso dada la opción violenta que defiende, pero resulta que tenemos otra palabra para definirlo: Yihadista, precisamente. Rizzi no puede responder a la pregunta sobre ERC e Izquierda Unida, que no constituyen su área informativa habitual, pero he querido saber lo que opina del tema Fernando Vallespín, un politólogo y columnista habitual de EL PAÍS y catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad Autónoma de Madrid.

Mi impresión es que ultra actúa como prefijo que añade un importante grado de radicalidad al vocablo que califica. Es decir, ultraizquierdista es un izquierdista radicalizado. Por entendernos, estaría a la izquierda de IU; igual que ultranacionalista estaría más allá de ERC. Pero no sólo como una mera forma de referirse a la posición que ocupa dentro de un espectro izquierda/derecha o nacionalismo/no nacionalismo. Como suele referirse a posiciones religiosas e ideológicas, les incorpora una valoración larvada de fanatismo e intransigencia y, por tanto, sí posee una connotación negativa. Cumple, en efecto, una función similar a extremo, aunque me da la impresión de que esta palabra no acoge tan claramente dicha connotación negativa, fuera de la propia que califica a todo lo que se ubica en uno de los polos del espectro. Extremo operaría así más en la línea del espectro izquierda-derecha, por seguir con el ejemplo, mientras que ultra utiliza un criterio menos espacial y se refiere más a la intensidad con la que se vive un sentimiento político o religioso. Los dos polos de este espectro serían ultra y moderado. Ultraizquierda frente a izquierda moderada, ultranacionalismo frente a nacionalismo moderado. 

    Lo difícil quizás, es definir con rigor si un movimiento político se inclina más o menos hacia el polo ultra o hacia el moderado.

Comentarios

lo ultra no es conveniente, ni en lo político ni en lo religioso, porque no se ve más allá de los que se cree reduciendo el espectro de la realidad externa; es alucinande ver lo que ocurre, por lo que estamos pasando, la total impunidad, la desvergüenza extrema. Sin palabras.
Y...entonces? No se saca ninguna conclusión aquí. Salvo la filiación del actual director tras su paso por Tel Aviv( que es la capital y no Jerusalén)En fin...

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