14 fotosCosecha de suicidiosEn las zonas rurales de India miles de campesinos acaban en la ruina ahogados por las deudasFernando del Berro09 nov 2014 - 00:25CETWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceCuenta Ukandabai que el prestamista se había puesto como loco. Había estado toda la tarde caminando por entre las plantas de algodón, exigiéndole a Rahul Udebham el pago de las deudas. "¡Si no pagas, esta tierra va a ser mía!", sentenciaba. No era la primera vez que Rahul, padre de una humilde familia campesina de la región algodonera de Vidarbha, recibía una visita reclamándole las deudas. Cuenta Ukandabai, su esposa, que esa misma tarde Rahul salió de casa con lo puesto y que, ya de madrugada, regresó borracho, embarrado y con magulladuras en las manos. En mitad de la noche se levantó. Parecía que iba hacia la nada cuando se perdió en un escalofrío de estrellas. En la imagen, unos trabajadores cargan cestas de algodón en la factoría de Yavatmal. Vidarbha. IndiaFernando Del BerroLa familia de Rahul forma parte de los 850 millones de personas que viven de la agricultura en la India. A pesar de la gran modernización del país asiático en los últimos años, el 70% de sus 1.240 millones de habitantes aún dependen de la tierra y de sus cosechas para alimentarse. La mayoría trabajan en pequeñas explotaciones de subsistencia, en las que participan todos los miembros de la unidad familiar. Ya pocos ponen en duda que este tipo de agricultura a pequeña escala es la que asegura la soberanía alimentaria, la que contribuye a la reducción de la pobreza y de las desigualdades, así como la principal salvaguarda del equilibrio medioambiental. Por ello la ONU declaró 2014 como el Año Internacional de la Agricultura Familiar. En la foto, un trabajador carga algodón en la ciudad de Yavatmal, Vidarbha (India).Fernando Del BerroIndia es uno de los países líderes en producción de algodón. Pero Vidarbha, su región algodonera por excelencia y situada en el mismo corazón del país, sufre en las últimas décadas una importante crisis agrícola, de la que se deriva una enquistada crisis humanitaria. El uso intensivo de plaguicidas ha contaminado la tierra, y la sobreexplotación de sus acuíferos ha agotado el agua de riego, haciendo depender a sus habitantes de las lluvias monzónicas. Además, la introducción a gran escala de cultivos modificados genéticamente ha supuesto un negocio para las corporaciones productoras de semilla como Monsanto, cuyo monopolio obliga a los campesinos a comprar semillas cada año y a incorporar nuevos pesticidas. Los costes suben y para la mayoría de pequeños productores es díficil sacar adelante sus cosechas. En la foto, tres jornaleros en una explotación de algodón de Tiwasa. Vidarbha. India.Fernando Del BerroLos periodos de sequía y la disminución de las ayudas públicas, combinadas con la supresión de los aranceles que frenaban la entrada de productos del exterior, afectan al sector algodonero. "El precio de muchos productos que llegan del extranjero es artificialmente bajo debido a que los gobiernos de origen sí subvencionan a sus campesinos", indica Palagummi Sainath, editor de asuntos rurales del periódico indio 'The Hindu'. El agricultor indio no puede competir con esos precios tan bajos. Se produce entonces "una enorme brecha entre los ingresos que obtienen y el coste de lo invertido", indica S. Mohanakumar, profesor del Instituto de Estudios sobre Desarrollo en Jaipur. En la foto, un campesino comprueba el mal estado de sus plantas de algodón, afectadas por la sequía. Madni. Vidarbha. IndiaFernando Del Berro¿Cómo sobrevive el pequeño agricultor? Pidiendo préstamos. No solucionan el problema pero lo empujan hacia adelante y retrasan el tener que buscar una solución. Un retraso que hace que la deuda aumente conforme pasan los meses. Y en algún momento la situación se hace insostenible. Con gran parte de los bancos públicos y privados negando el crédito desde hace tiempo, el pequeño agricultor se ve abocado a pedir dinero a prestamistas de pocos escrúpulos. Éstos ofrecen dinero con desorbitados intereses de hasta un 50% a pagar en seis meses. En la imagen, un cartel publicitario augura grandes beneficios económicos si el campesino compra semillas transgénicas de algodón comercializadas por Monsanto. Yavatmal. Vidarbha. IndiaFernando Del BerroMuchos de los campesinos acaban sin poder devolver nunca los préstamos contraídos. Rahul se levantaba cada mañana dándose cuenta de que con sus cuatro acres de algodón ya no era capaz de alimentar a su familia. Tenía una deuda sobre su espalda de 40.000 rupias (565 euros) a devolver con un interés del 25% anual. Había vendido ya las pocas joyas de la familia y sus últimos tres búfalos. Pero ni aún así lograba salir adelante. En la imagen, los restos de un espantapájaros de paja. Madni. Vidarbha. India.Fernando Del BerroY entonces todo se tuerce. Rahul ya no era capaz de quitarse esa sequedad de roca en la boca, ese espesor de la saliva pegada al paladar como resina de pino. Sus ojos ya no giraban como antes porque agotaron las lágrimas. Y en una sociedad tradicional como la india, la responsabilidad de mantener económicamente a la familia sigue recayendo sobre el hombre. Por eso, cuando fue consciente que ya no podía cumplir con ese papel socialmente adjudicado, es muy probable que sintiera su honor mancillado. En la imagen, un campesino bebe whisky en un bar. Yavatmal. Vidarbha. India.Fernando Del BerroCuenta Ukandabai, la esposa de Rahul Udebham, que aquella noche en que su marido desapareció tras ser acosado toda la tarde por el prestamista, no volvió a verlo hasta primera hora de la mañana siguiente. Lo encontró entre los algodones retorciéndose aún en su agonía. Me cuenta que de un solo trago largo se consumió su marido. Masculla entre llantos que fue un padre cariñoso y muy respetado en Madni, su pueblo. Explica su viuda que la sequía había acabado con las cosechas, que sin cosechas no hay ingresos, que sin ingresos no se pueden pagar las deudas. Rahul no supo enfrentarse a la amenaza de perder sus tierras a manos de los prestamistas. Ella dice que lo que sí perdió fue la esperanza. Apenas un trago a un pequeño frasco de pesticida le bastó para arrancarse la vida. En la imagen, Ramani Sukumaran, viuda de uno de los miles de campesinos que se han suicidado en el país asiático. Madni. Vidarbha. IndiaFernando Del BerroTampoco supieron encontrar mejor solución los 296.000 campesinos indios que, según datos de la Agencia Nacional de Registros Criminales de la India, se han quitado la vida desde 1995 hasta 2013. Sólo en ese último año se suicidaron casi 12.000, lo que significa uno cada 43 minutos. Numerosos estudios, como el realizado por el Centro para los Derechos Humanos y la Justicia Global (CHRGJ) de la Universidad de Nueva York, afirman que el endeudamiento no es la causa de esta alta tasa de suicidio, sino más bien una consecuencia de la raíz del problema, que parece ser el desmantelamiento de la agricultura familiar y de pequeños productores, en favor de un modelo agro-industrial. En la imagen, un campesino tumbado en la calzada con síntomas de intoxicación etílica. Wayanad. Kerala. IndiaFernando Del BerroLlegué a Madni tras recorrer infinitas llanuras inmóviles en una esquelética motocicleta. Había pasado un día desde que encontraron su cuerpo. Al entrar en la aldea noté que los árboles habían perdido el color y los pájaros su voz. Un calor condensado y pastoso se pegaba en el paladar, haciendo difícil la respiración. Entre las plantas de algodón aún se podía distinguir el grito de los vómitos de Rahul y las huellas calientes que el dolor de su vientre había dejado en la tierra. En la entrada de su casa los vecinos aguardaban en murmullo la llegada del cuerpo desde la morgue. A pesar de estar todo tan reciente, la familia me abrió las puertas, deseosa de que se conociera su tragedia. En la foto, un grupo de vecinos aguardan en la puerta de la casa de Rahul Udebham la salida de su cuerpo sin vida. Madni. Vidarbha. IndiaFernando Del BerroJusto antes de que el calor nos dejara a todos narcotizados, se rompió el murmullo. Un estallido de dolor recibió a la camioneta con el cadáver. Entonces, ese río de lamentos, ese llanto que él no había llorado, las mujeres lo lloraron por él. Honraron al fallecido con guirnaldas de flores anaranjadas y le envolvieron en sábanas blancas hechas con el mismo algodón que antes daba vida a esta aldea. En la imagen, una mujer llora a la llegada del cuerpo de Rahul Udebham. Madni. Vidarbha. India.Fernando Del BerroMientras sus dos hijos sollozaban inconsolables con el miedo escrito en los ojos, su esposa se desvanecía a menudo sobre los brazos de otras mujeres. Los hombres, en cambio, aguardaban serios, en silencio y con la barbilla pegada al pecho. En cuanto el cuerpo estuvo acondicionado, ellos formaron una comitiva que llevaría a Rahul sobre una camilla de troncos hasta el estéril campo destinado a la cremación. En la imagen, la esposa, la suegra y los hijos de Rahul Udebham. Madni. Vidarbha. India.Fernando Del BerroY la respuesta gubernamental parece sonar como cuando lanzas una piedra a un pozo y sólo se oye el agua al cabo de mucho tiempo. "Únicamente se ofrecen ayudas financieras cuando la familia del campesino que se quitó la vida no tiene ninguna posibilidad de pagar las deudas", denuncia Balkrishna Hedge, miembro de una ONG local. Pero esto no sólo resulta insuficiente, sino que se comenta que esta ayuda estatal se ha convertido en un incentivo perverso para que muchos prestamistas presionen a los endeudados campesinos con el fin de que se quiten la vida, pues es la única manera de poder cobrar la deuda. En la imagen, varias mujeres lloran a la llegada del cuerpo de Rahul Udebham. Madni. Vidarbha. India.Fernando Del BerroPara Devinder Sharma, periodista especializado en políticas agrícolas, "el suicidio de los campesinos es quizá consecuencia del fin de las redes de seguridad institucionales". Y añade: "Las políticas públicas han sido diseñadas de tal manera que la agricultura familiar es inviable". La deuda no muere con el suicidio del campesino. Es asumida por su mujer y familia, que sufrirán el mismo stress por la pérdida de la cosecha o por la presión de los prestamistas, hasta tal punto que el drama en ocasiones se repite. "Los suicidios de mujeres campesinas también existen, pero no son considerados como tales por las estadísticas oficiales, pues ellas nunca figuran como propietarias de las tierras", indica un informe de Action Aid. En la foto, familiares y vecinos de Rahul Udebham cargan su cuerpo hacia el terreno donde será incinerado. Madni. Vidarbha. India.Fernando Del Berro