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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Salida inmediata

La conducta de Arturo Fernández, implicado en el ‘caso Bankia’, daña la credibilidad patronal

El caso de Arturo Fernández, presidente hasta el momento de la Confederación Empresarial de Madrid (CEIM) y que acaba de presentar una extravagante renuncia al cargo de vicepresidente de la CEOE, indica que la dirección de la patronal, sus asesores y dirigentes, no han aprendido nada de la amarga lección dictada por la absurda resistencia y estrepitosa caída de Gerardo Díaz Ferrán en la propia CEOE. La confederación de los grandes empresarios españoles, presidida por Juan Rosell, no sólo ha cedido la iniciativa a Arturo Fernández, salpicado por el escándalo de las tarjetas negrasde Bankia, sino que ha permitido que el empresario administre los tiempos de su salida de la gran patronal, presentada por él mismo, con una pintoresca expresión verbal, como un “cese voluntario”, cuando sólo caben la destitución o la dimisión. Incluso se han mencionado “homenajes” a su “gran generosidad”.

La permanencia de Arturo Fernández en CEIM y los volatines con el “cese voluntario” y la designación de sucesor en la CEOE, comprometen la credibilidad de ambas instituciones y cuestionan la competencia de quien los consiente o avala esta situación. Fernández debió haber abandonado la CEOE, por dimisión propia o a instancias de la organización, en febrero de 2013, cuando se descubrió que pagaba casi la mitad de las nóminas de sus empleados con dinero negro. Es una conducta escandalosamente impropia en un representante del empresariado. También se le pudo abrir la puerta de salida cuando confesó en la Audiencia que no leía las cuentas de Bankia (él era consejero), por lo cual habría que preguntarse qué funciones justificaban sus emolumentos en la entidad.

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El prestigio de la CEOE o de la CEIM no puede medirse según el grado de culpabilidad que decidan tener los empresarios implicados en indicios de fraudes, u otras anomalías: proclamar “no me siento culpable” y por eso “no dimito” y decido cuando me voy o cómo me quedo, como acaba de decir Fernández, ni aclara su situación ni resuelve la de la CEOE. Sólo es una muestra de desparpajo prepotente, propio del que, al menos hasta hace bien poco, se sentía políticamente respaldado. Pero el error mayor es el de la presidencia de la CEOE y su junta directiva, que acepta en silencio el desafío. Fernández debe dimitir o ser destituido de la presidencia de los empresarios madrileños por los medios estatutarios disponibles. Pero ahora, no en noviembre o en diciembre.

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