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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Semejanzas entre prorrusos y yihadistas

Ambos ejércitos están bien pertrechados y cuentan con apoyos exteriores

Lluís Bassets

No siempre ayudan las diferencias. A veces la luz sale de las semejanzas. Son abismales las diferencias que hay entre el conflicto de Ucrania y el Estado Islámico que los yihadistas han instalado a caballo de Siria e Irak. No vale la pena insistir en ellas y por eso es mejor ir a por las semejanzas.

Ambos conflictos se producen en un territorio difuso, que cuestiona fronteras reconocidas; uno en las regiones ucranias fronterizas con Rusia y el otro en una zona entre Irak y Siria, pero ambas en Estados vecinos de territorio OTAN, Polonia en el primer caso y Turquía en el segundo.

Responden ambas guerras a la actividad de ejércitos pequeños, formados por paramilitares entrenados y encuadrados, lejos de la figura del guerrillero o del terrorista individual. En Ucrania combaten entre 10.000 y 20.000 paramilitares, rusos en buena parte; mientras que en Irak y Siria son entre 50.000 y 70.000 yihadistas, musulmanes suníes de la región pero también reclutados en los suburbios de todo el mundo, desde Londres hasta Yakarta.

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Ambos ejércitos están bien pertrechados y cuentan con apoyos exteriores, en armas, dinero y propaganda. Los rusos, de Rusia; y los yihadistas, de los países árabes del Golfo. Los primeros más en armas y logística y los segundos más en dinero y refugio. El calibre es similar en la propaganda antioccidental de sus medios de comunicación oficiales u oficiosos y de alcance global, tanto rusos como árabes.

Ambas desafían a los europeos y a su capacidad para defenderse y acordar una política exterior común

Ambos conflictos resquebrajan la arquitectura de la economía global por un pilar tan esencial como la energía. El gas ruso y el crudo árabe son armas de chantaje, que ya vimos en acción en la crisis del petróleo de 1973, cuando los países de la OPEP cortaron el suministro a los países que habían apoyado a Israel en la guerra del Yom Kipur, y en los conflictos entre Moscú y Kiev desde los años 90 hasta ahora. Ahora, además, utilizan la integración de sus economías con las occidentales como nueva arma. Los multimillonarios rusos y árabes, con sus mansiones en París y Londres, sus acciones en compañías americanas o sus patrocinios de clubes de fútbol, son el emblema de la duplicidad que dificulta las sanciones y protege a los rebeldes rusos y a los yihadistas.

Ambas ondean también banderas mitológicas. La Novorossia imperial e incluso la Rusia de Kiev medieval, los insurrectos prorrusos de Ucrania; y los primeros califatos, los yihadistas.

Pero la mayor de las semejanzas es la que afecta a la seguridad del continente europeo. Cabe discutir cuál de las dos guerras es más peligrosa, pero no que ambas desafían a los europeos y a su capacidad para defenderse y acordar una política exterior común, lo que equivale a decir para existir colectivamente en tanto que Unión Europea como sujeto político de la nueva escena internacional.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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