La Constitución y la Biblia
Los miembros de las instituciones que juren o prometan el cargo podrán prescindir de los símbolos religiosos
La primera toma de posesión presidida por Felipe VI ha traído un cambio sorprendente: los miembros de las instituciones que juren o prometan el cargo podrán elegir si quieren hacerlo ante una Biblia y un crucifijo, o si prefieren prescindir de los símbolos religiosos. Lo que siempre habrá sobre la mesa de la Sala de Audiencias del palacio de La Zarzuela será un ejemplar de la Constitución.
Este cambio en el protocolo se adapta a las creencias, la fe o las consideraciones personales de quienes están llamados a desempeñar altas responsabilidades en la Administración. Y también va en consonancia con el deseo del Rey de respetar la libertad religiosa que dicta la Constitución.
La ceremonia de proclamación ya vaticinaba renovaciones. En el Congreso de los Diputados, Felipe VI tenía ante sí la corona y el cetro real mientras que en la llegada al trono de Juan Carlos I, en el mismo escenario hace casi 39 años había también un crucifijo. Además, tras el solemne acto celebrado en las Cortes en 1975 se ofició una misa, algo que no ocurrió en el caso de Felipe VI el pasado 19 de junio. El Estado se ajusta así a la aconfesionalidad consagrada por la Constitución.
Durante muchas décadas, el ordenamiento jurídico español solo contemplaba la opción del juramento. Y dado que este debía hacerse ante Dios, la Biblia y el crucifijo eran obligados. La costumbre hizo que ambos símbolos religiosos formaran parte de la liturgia de las tomas de posesión.
El nuevo magistrado del Tribunal Constitucional Antonio Narváez ha sido el primero que ha tenido la posibilidad de elegir. Se ha inclinado por la fórmula convencional: juró cumplir fielmente las obligaciones de su cargo ante un ejemplar de la Biblia, abierta por el Libro de los Jueces, y otro de la Constitución, que mostraba el artículo 159 del Título I, con un crucifijo situado entre ambos volúmenes.
Hasta ahora lo habitual era que la jura de los cargos se hacía poniendo la mano en la Biblia y se prometían situándola encima de la Constitución. Aunque los nervios han llevado a más de un ministro a jurar señalando a la Carta Magna o prometer sobre el libro religioso.
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