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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Preguntas fáciles alrededor de la infancia

¿Tiene sentido que una niña no pueda ir a la escuela? ¿Que un niño muera de sarampión porque hasta él no ha llegado la vacuna? ¿Que un bebé esté condenado a la desnutrición?

¿Tiene sentido que una niña no pueda ir a la escuela? ¿Que se vea obligada a casarse cuando aún es una niña o una adolescente? ¿Que un niño muera de sarampión porque hasta él no ha llegado la vacuna que lo evita? ¿Que un bebé esté condenado a la desnutrición? ¿O que un niño que vive en un país rico pase necesidades básicas y no tenga las mismas oportunidades de desarrollo que la mayoría de los niños de su país?

¿Quién le encuentra sentido a estas situaciones? Seguramente nadie, pero la realidad es tozuda: la infancia, en todo el mundo, paga las facturas de las desigualdades y de la falta de equidad.

Millones de niñas no pueden ir a la escuela porque en el lugar en el que han nacido se entiende, por ejemplo, que no es necesario que ellas estudien, ya que históricamente su rol ha sido el de ocuparse de la familia. Los niños que mueren antes de cumplir 5 años —18.000 cada día en 2012— por causas evitables pierden sus vidas porque sus familias, comunidades o países, no tienen recursos y a veces tampoco capacidad técnica para llegar hasta ellos con todos los servicios básicos y sistemas de protección que necesitan para sobrevivir. La desnutrición está asociada a un tercio de las muertes evitables, en un mundo en el que existen recursos suficientes para erradicar la pobreza.

En España hay un 27,5% de niños y niñas que viven en riesgo de pobreza

En los países ricos la inequidad tiene otro lenguaje y otras consecuencias. En España, que se mantiene en el ranking de las primeras 14 economías del mundo, hay un 27,5% de niños y niñas que viven en riesgo de pobreza. Ese umbral de pobreza lo establece el INE en base a los ingresos medios de personas y las familias. Y según ese cálculo del INE, una familia de dos adultos y dos niños menores de 14 años está en riesgo de pobreza si sus ingresos anuales son inferiores a 17.040 euros. 2,3 millones de niños están en esa situación: no tienen las mismas oportunidades que el resto de la población infantil y algunos pasan necesidades básicas que son cubiertas por el entorno familiar, por los Servicios Sociales de las administraciones públicas o por ONG que prestan asistencia directa a los más vulnerables.

Todos estos ejemplos solo tienen una explicación: el lugar y momento en el que nace y crece un niño. ¿Es una ‘razón suficiente’? ¿Debe el mundo seguir aceptando que la diferencia entre los derechos básicos de unos seres humanos y otros sea el lugar en el que nace? Más aún en el caso de la infancia, un grupo de población que no puede, por sí mismo, generar recursos para solucionar su situación. Los niños dependen de los adultos, desde sus familias hasta los gobiernos, para que sus derechos estén garantizados.

La equidad es el principio básico que debería prevalecer en las políticas de infancia y que debería estar por encima de colores políticos y alternancias de gobiernos. Por eso, ya hace más de un año que varias organizaciones y plataformas sociales y de infancia pedimos un Pacto de Estado por la Infancia. Y por eso, desde el Comité Español de UNICEF hemos planteado una propuesta de Pacto que blinde los derechos de los niños que pagan esa cara factura de la falta de equidad solo porque han nacido aquí, allá, en este o aquel momento. No es una razón suficiente.

Javier Martos es director ejecutivo del Comité Español de UNICEF

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