_
_
_
_
_

Roberto Cavalli, de provocador excéntrico a blanco de la protesta

El diseñador se enfrenta a críticas por “frivolizar” con un símbolo sagrado sufí

El diseñador Roberto Cavalli, en la presentación de su línea de hombre, en junio en Milán.
El diseñador Roberto Cavalli, en la presentación de su línea de hombre, en junio en Milán.VENTURELLI (GETTY)

No corren buenos tiempos para Roberto Cavalli. Excéntrico y provocador tanto en las pasarelas como fuera de ellas, el dueño de la casa de moda florentina atraviesa dificultades diplomáticas y económicas. El nuevo anuncio de su perfume femenino Just Cavalli se ha convertido en diana de los musulmanes sufíes, que sostienen que el logotipo reinterpretado con las C cruzadas frivoliza y ridiculiza un símbolo sagrado para ellos. Por si fuera poco, acaba de fracasar en el tercer intento de vender la empresa textil a un comprador extranjero con el fin de mejorar la distribución internacional de sus prendas y la salud de sus libros de contabilidad. Estaríamos ante el último de los diseñadores italianos en ceder la propiedad de su firma —o cuotas de ella— a sociedades ajenas a su país. Antes pasaron por las mismas Fendi, Gucci, Versace o Krizia, entre otros.

La oleada de protestas contra la campaña para medios impresos y el spot de la fragancia no ayuda. Y eso que su contenido no puede estar más alejado del misticismo. Rodado en blanco y negro, con música machacona, en el interior de una decadente mansión señorial, Georgia May Jagger —hija del cantante de los Rolling Stones— va desproveyéndose de la ropa e incitando a un modelo masculino con el que acaba en la cama. Sobre su cuerpo vamos descubriendo distintos tatuajes del polémico logo con forma de dos semicírculos encadenados. Rotado 90 grados, ha recordado a los cerca de 500.000 musulmanes sufíes esparcidos por el mundo al símbolo ancestral con el que representan a Alá.

Para sorpresa de la firma, los fieles del movimiento místico islámico han solicitado en masa la retirada del anuncio alegando que degrada su religión. La protesta se ha sucedido en varias ciudades. La última manifestación tuvo lugar hace una semana en Chicago. La primera fue a finales de mayo en Londres, frente al museo Victoria & Albert, donde el modisto había sido invitado a dar una conferencia que canceló. Entre una y otra, se han organizado sentadas frente a las tiendas que la casa italiana tiene en París, Los Ángeles o Düsseldorf, entre otras ciudades. Nasim Bahadoran, uno de los organizadores de la manifestación en la capital británica, declaró a The Daily Mail: “Utilizan para sacar provecho un símbolo que para nosotros es importante de verdad. Resulta irrespetuoso, ofensivo y degradante. Este signo representa para nosotros la paz bendita. Se trata de nuestro refugio”.

La indignación ha alcanzado también Internet y las redes sociales, donde se ha lanzado la campaña #Takeoffjustlogo, que reclama “la retirada del logotipo de Just cavalli y el cese de la tergiversación de nuestra fe”. En Inglaterra, una petición en Change.org recoge firmas en su contra (de momento aglutina más de 3.000). En un vídeo subido a Youtube, el lamento se traduce en un carrusel de hombres y mujeres con tono compungido y aire triste que en varios idiomas acusan de blasfemia al diseñador italiano y le instan a que renuncie a ese dibujo para promocionar sus productos.

Cavalli no parece estar por la labor. Se encogió de hombros y se excusó, pero puntualizó que no tenía ni idea, que no conocía el signo que adoran los sufíes. La inspiración, ha dicho, viene del mordisco de una serpiente y, si acaso, recuerda a Eva, a la manzana, al pecado original. Es decir, el fundamento de otra religión. Nada que ver con la mística islámica.

El logotipo además está registrado y es propiedad de la casa italiana, que ya lo había utilizado en otras ocasiones a partir de 2011. El año pasado, la Escuela Sufista se dio cuenta y denunció el caso a la Oficina de Armonización del Mercado Interior de la Unión Europea (OAMI). Sostuvieron que el doble aro tenía que desaparecer de los productos Just Cavalli porque podía confundirse con su imagen religiosa y resultar ofensivo. Sin embargo, el 16 de mayo de este año, la OAMI —que funciona como un tribunal en materia de difusión de firmas y logotipos en los países miembros— desestimó la querella. “Los dos iconos no se pueden confundir y no presentan similitudes significativas”, dirimieron.

Por eso, la respuesta de la marca florentina a la creciente oleada de críticas hizo hincapié en la sentencia: “Roberto Cavalli Spa —se lee en su comunicado de prensa— siente el malestar expresado por los estudiosos de la Escuela Sufi, pero desea que el fallo emitido por un órgano competente en la materia como es la OAMI convenza a los adeptos de esta religión de la total buena fe de la firma y de que su pretensión no tiene fundamento alguno”.

No es la primera vez que el impetuoso diseñador tropieza a su pesar con iconos religiosos orientales. Hace diez años provocó la indignación de los hindúes por utilizar algunas de sus deidades —Vishnu, Rama, Sarasvati— como motivos para sus estampados de bañadores y biquinis. Entonces, Cavalli tuvo que rendirse al descontento y retiró las prendas del mercado.

Algo que no parece dispuesto a hacer ahora. A pesar de que la polémica llega en un momento bastante delicado. El modisto y empresario lleva dos años intentando vender su compañía, que salió a Bolsa en 2009. Hace unos días, coincidiendo con la declaración de “guerra” de los sufíes, la agencia Reuters reveló que los últimos posibles compradores decidieron no proceder con la adquisición. Se había filtrado la intención de presentar una oferta pública para la mayoría de sus títulos antes del 30 de junio pero finalmente nunca se hizo efectiva. Detrás de ella estaba Investcorp, un fondo de inversión con sede en Baréin. “La casa de moda —desvelaba una fuente cercana a la negociación frustrada, que Reuters no desvela— no resulta muy apetecible y existen diferencias respecto al precio requerido por el vendedor”.

El coste fijado para hacerse con el 60% de Roberto Cavalli Spa era de 450 millones de euros. Son 150 millones más de los que ofreció el año pasado otro inversor, el grupo de capital riesgo británico Permira, que el creador toscano rechazó. Lo mismo pasó en 2009 con la propuesta del grupo Clessidra. Según los observadores, Cavalli tiene algunos problemas. Sobre todo porque aglutina una cantidad considerable de ventas de sus extravagantes prendas y accesorios en Rusia, Oriente Medio y América Latina, pero no cuenta con una buena red de distribución en jugosos mercados emergentes como China y el resto de Asia. Y, claro está, no es este el momento para que cualquier gran marca de moda yerre el tiro en sus movimientos globales.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_