El naufragio de la Roja
Gracias, miembros de la selección española de fútbol. Gracias, miembros de la selección española de baloncesto. Gracias a todos los deportistas de todos los equipos, tanto femeninos como masculinos. Gracias a todos los deportistas anónimos que luchan denostadamente por superarse día a día.
Nunca hubiera pensado que en mi casa entrara una bandera rojigualda, no ha significado nunca nada y estoy muy orgulloso de la que tengo atesorada en mi hogar. Este es el momento en el que se debe uno sentir orgulloso de los suyos. Ojalá mi padre hubiese podido ver lo alto que hemos subido, jamás lo hubiese creído. Ahora toca reflexionar y volver a empezar. No soy quien para pedir nada a nuestros grandes deportistas de todos los deportes, pero lo voy a hacer: id a las escuelas de todo el país y dejad que los niños y niñas puedan conoceros como personas de carne y hueso y no sólo como ídolos inalcanzables.— Juan Carlos Ortiz Zuazúa. Collado Villalba, Madrid.
El mismo día que el rey Juan Carlos formalizaba su abdicación, la selección española de fútbol hacia lo propio en el Mundial de Brasil. Y digo abdicar, porque eso, ni más ni menos, es lo que parece que ha hecho una selección que había ganado el último Mundial y las dos últimas Eurocopas. Es decir, España, como todos hemos visto, renunció de forma sorprendente a desarrollar el juego que la había hecho campeona y famosa en el mundo entero.
Hay formas de perder, pero es evidente que la selección de fútbol no lo ha hecho de la mejor manera. En el partido contra Chile se pudo ver claramente que los jugadores no se habían recuperado del varapalo de Holanda. El propio Vicente del Bosque ha dicho que los jugadores salieron al campo “tímidos y acobardados”. No se puede calificar el desastre de forma más certera, y eso que según le dijo Rajoy bromeando al Rey: “El partido contra Chile está arreglado”. Hay quien dice que al menos la Federación Española de Fútbol se ha ahorrado los 25 millones de euros que pensaba pagar si la Selección se proclamaba campeona del mundo. Quizá habría que empezar a “abdicar” de las primas.— Carlos Luis Ruiz Alcaide. Cordoba.
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