De cabeza con la boina


Hay una boina rural, étnica o cejijunta, de la que no hablaremos aquí, por supuesto, otra de chica, que tampoco, y hay una boina épica de la que sí lo haremos. La boina aventurera, la nuestra, es la de los lansquenetes –bien complementada con pica y leotardos– y la Guardia Suiza (tan elegantes ellos, pese a sus cosillas), la de los Highlanders (la colorista Tam o’Shanter, el balmoral o el glengarry) y los miembros de las fuerzas especiales; la de los paracaidistas (¡Alain Delon como el capitán Esclavier en Mando perdido!) y los tanquistas.
Habiendo formado parte más o menos ilustre de estos últimos, tengo una relación ambivalente con la boina. Tuve que llevarla un año por perentoria obligación en la División Acorazada Brunete, de la que fui miembro en su agitado cuartel general durante el servicio militar. La primera que me suministraron al llegar me estaba de pena. He de decir que entonces, en 1980-81, se usaba todavía la gorra de carrista alemán, o de seta, que resultaba imposible de llevar con propiedad ni que fueras el as de los pánzers Otto Carius. De hecho, las tripulaciones de los tanques alemanes ya habían dejado ese modelo de gorra no solo antes de que yo llegara a la Brunete sino incluso con anterioridad a la batalla de Kursk (1943). Ello no fue óbice para que me tocara sufrir la dichosa prenda y que un día señalado me arrestara por la penosa estampa que ofrecía tocado con ella el mismísimo comandante Pardo Zancada. Como si el hombre no tuviera por entonces cosas mejores que hacer. A media mili, una vez ya asaltado el Congreso el 23-F, afortunadamente para nuestra estampa militar, la mayoría –entre ellos, yo- con el casco de PM (si has de dar un golpe, siempre con estilo), nos introdujeron, en el buen sentido, la nueva boina moderna, como la de paracaidista pero con las insignias de las unidades acorazadas (un tanque). Con esa, la clásica del Royal Tank Regiment inmortalizada por Monty (el mariscal, no la hamburguesa), y ladeada con salerosa chulería, ibas hecho un brazo de mar; yo, que me quiero tanto, me reconocía un parecido incluso con el capitán Willard (Martin Sheen) de Apocalypse Now. Va, sí, también con Delon. Nunca pude sin embargo lucir como mi hermano Carlos –o John Wayne– la boina verde de los de Operaciones Especiales –no pasé el corte-, pero me consuela saber que luego la llevó Rambo. La de Wayne, por cierto, alcanzó 180.000 dólares en la subasta de sus cosas en 2011. Y mira que debía estar sudada.
La boina es compleja de acomodar, sobre todo con según qué peinados, pero ¡qué aspecto tan romántico puede proporcionarnos! (añade una botella de Beujolais, una baguette y una metralleta Sten y pareces de la Resistencia). Nuestra selección de personajes con estilazo en el uso de la boina, a los que siempre trataremos de imitar, incluye a David Niven en Los cañones de Navarone, Michael Caine en Un puente lejano, y en otro registro, el Che Guevara. Sea como sea, intentaremos no parecernos nunca a Zumalacárregui.
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