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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Urnas europeas

La participación en las elecciones determinará más que nunca las políticas de futuro

Las importantes novedades que ofrecen estas elecciones europeas no parecen ser suficientes para movilizar al electorado. Y, sin embargo, en esta ocasión el sufragio universal que establecerá la correlación de fuerzas políticas a nivel europeo va a ser determinante para designar al próximo presidente de la Comisión Europea. Seleccionado de entre los partidos más votados al Parlamento Europeo, este presidente contará con toda probabilidad con un gran respaldo de la cada vez más poderosa Eurocámara. Solo el resultado de participación dará la medida de la capacidad de penetración de tales innovaciones democráticas en el electorado, sobre el que —indican todas las encuestas— pesa mucho la desafección y el desinterés, sentimientos acentuados tras la crisis económica.

Este alejamiento ciudadano de las políticas y de los retos de la UE no se debe sólo a la coyuntura económica y a las poco representativas fuerzas euroescépticas. Los grandes partidos han demostrado en España —al igual que en otros países— su incapacidad para liberarse de las pendencias domésticas y el vuelo raso emite un mensaje negativo respecto a Europa. De poco sirve explicar la importancia de los asuntos europeos si los candidatos sólo demuestran inquietarse por los efectos nacionales de los resultados de la próxima contienda local en las urnas. Si a ello se suman errores del calibre del comentario machista del candidato Arias Cañete y otras distracciones en una campaña para el olvido, es fácil concluir que hay métodos mucho mejores para movilizar al electorado.

Editoriales anteriores

Durante esta última legislatura, la UE ha inaugurado con modesto éxito una arquitectura institucional más estable, con un presidente, un ministro de Exteriores y un primus interpares del Eurogrupo. La crisis económica y las convulsiones geoestratégicas, como el conflicto ucranio, han empañado esos avances. Son cargos que se renovarán tras estas elecciones y también eso hace que el voto sea relevante. Por ello, quebrar la tendencia a la baja de la participación importa. No es consecuente lamentarse de la lentitud en los acuerdos —para lograr la Unión Bancaria, por ejemplo— o de la irrelevancia de la UE en política exterior y no implicarse en las urnas.

España celebra hoy la jornada electoral junto a otros 20 países —el resto ya lo ha hecho—. Reducir la abstención récord de 2009 —57%— daría la medida del interés de los españoles en la UE. Además —es verdad—, el resultado puede tener efectos inmediatos a nivel nacional. El bipartidismo pierde fuerza, de confirmarse las encuestas; una derrota del PSOE podría ser el detonante para adelantar el proceso de renovación que vive el partido; y un mal resultado del PP comprometería las políticas del Ejecutivo de Rajoy.

La abstención es un derecho, pero sólo tiene un beneficiario: el euroescepticismo. El voto, en cambio, es siempre esencial para diseñar las políticas de futuro.

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