La danza del Sáhara
Por Analía Iglesias
Donde se hunden las raíces de las hierbas más resistentes o nuestros atrevidos pies. El desierto, su amplitud. El silencio como lugar adonde buscar nuestros orígenes. Y poder dibujarnos en la arena. Como hacen María Pagés y Sidi Larbi Cherkaoui, que llevan al escenario su fusión de arena, flamenco y danza contemporánea.
"Partir de la nada… aunque el desierto existe, sí, y se transforma. Es libertad, pero también da temor: te puedes perder. Allí (al Sáhara) fuimos para inspirarnos", cuenta María Pagés en un alto del ensayo de Dunas, el espectáculo de danza con el que vuelve a Madrid (a los Teatros del Canal, del 23 al 25 de mayo).
La bailaora que fue Premio Nacional de Danza en 2002 y el reputado bailarín y coreógrafo contemporáneo Sidi Larbi Cherkaoui viajaron juntos a las dunas de Merzouga, en Marruecos, a dejarse transformar por ellas y, de regreso, dialogar desde sus cuerpos sobre la experiencia.
Cherkaoui es belga de padre tangerino (hijo de la inmigración marroquí de los años sesenta en Europa del Norte) y Pagés, una sevillana que está segura de que en esa cultura del desierto se hunden algunas de las raíces del flamenco. Verlos juntos en escena es participar de un verdadero diálogo que desafía aquella sentencia de que el hombre baila de cintura para abajo y la mujer, de cintura para arriba.
"Cuando estuve en Sevilla, sentí que volvía a casa, como cuando veo cómo María mueve los brazos". Así explicaba Larbi cómo un flamenco como él había descubierto el ‘parentesco de sus genes’ con el otro flamenco, en una entrevista para Televisión Española.
"No comparto el término fusión", comenta Pagés. En cambio, advierte que "la rigidez del cuerpo se descompone como la arena" en Dunas. Damos fe. Como si una ráfaga de viento levantara la arena rozándonos, así nos eriza la piel un zapateado de María frente a Cherkaoui de rodillas, cortándose –metafóricamente- las piernas frente a la potencia de la mujer.
Incluso el dogma que pueden significar los marcados estilos de cada uno se desgrana en este contrapunto de lugares, géneros, movimientos, fronteras imaginarias y geográficas. La danza resulta su único idioma. Ella dice algo, él responde sin palabras. Es un diálogo de gestos en el territorio posible de la belleza (viendo a Pagés, esta tarde de mayo, pasando una y otra vez los pasos frente al espejo pensamos que la belleza debería ser obligación mientras estamos en esta vida).
"Esto ha nacido porque hemos querido. No es un encargo de nadie, es un trabajo de los dos. Nos lo inventamos nosotros y de ahí la sinceridad del proyecto", nos explica María Pagés cuando le comentamos que nos ha emocionado la verdad de su cuerpo en movimiento.
"La música interna de las cosas suena por primera vez al cerrar los ojos", escribe el filósofo contemporáneo Byung-Chul Han. Así, el desierto, que vela todo lo superfluo. Según Cherkaoui, "un lugar totalmente abierto al que el viento le cambia la forma constantemente…y si María es de arena y yo soy de arena, nos mezclamos, nos movemos y todo deviene una sola cosa. Lo que resulta no es una mezcla: juntos encontramos las fuentes comunes”.
El lugar común probablemente sea el hombre, el que partió de África y sigue partiendo, así es que suena música en vivo de todos lados (la música original de la puesta es de Szymon Brzoska y Rubén Levaniegos) y en árabe (en la voz del cantante tangerino El Arabi-Serghini), en castellano o en hebreo, y acuden cantaores y cantantes de ambas orillas del Mediterráneo.
En el zapateado de María percute todo el folklore del mundo, mientras las dunas siguen cambiando de lugar, trasladándose, desorientándonos, superponiéndose, dando cuenta de la impermanencia, que también es virtud y angustia en el hombre.
La obra se estrenó en Singapur, en 2009, pasó por los Festivales Temporada Alta de Girona y el Festival de Otoño en Madrid, entre otros escenarios que suelen reservarse al repertorio clásico, como la Ópera de Sidney o la de Bucarest. Dunas que fueron haciéndose, coreográficamente hablando, de la mano de dos artistas que decidieron ocuparse por un rato de sí mismos (mientras sus propias compañías crecían), incluso recrearse, por ejemplo, en momentos de lúdicos contrapuntos culturales entre la cristiana y el ‘moro’, mientras suena el himno medieval de los peregrinos a Santiago Matamoros.
Por fin, creemos -junto a Byung-Chul Han- que "la teoría aclara el mundo antes de explicarlo. Hemos de pensar sobre el origen común de la teoría y las ceremonias o los rituales. Todos ellos ponen el mundo en forma. Dan forma al curso de las cosas y lo enmarcan, para que estas no se desborden", escribe el filósofo. Esta ceremonia artística le da forma al Sahara por el tiempo que dura la representación. El desierto seguirá mudando de piel, siempre abierto, y abriendo en nosotros el silencio que precede a la creación.
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