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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El ocaso de dos imperios

El Bayern de Guardiola y el Chelsea de Mourinho se han hundido catastróficamente en las riberas del Manzanares

SOLEDAD CALÉS

Más que por el hecho de que por primera vez jueguen la final de la Copa de Europa dos equipos de la misma ciudad (Atlético de Madrid y Real Madrid), la Champions League de este año figurará en los anales por el derrumbamiento estrepitoso de dos grandes imperios deportivos. En un rincón, la catástrofe Guardiola  y el acorazado Bayern de Múnich hundido por un Real Madrid en el que, por una vez, rinde algún fruto el dispendio en fichajes; en el otro, el bilioso fútbol de Mourinho y su Chelsea, derribado por otro fútbol tan simple como el suyo. A nadie sorprenderá que la capital de España aporte los dos equipos de la final, porque Madrid es la ciudad europea con más inversión Más que por el hecho de que por primera vez jueguen la final de la Copa de Europa dos equipos de la misma ciudad (Atlético de Madrid y Real Madrid), la Champions League de este año figurará en los anales por el derrumbamiento estrepitoso de dos grandes imperios deportivos. En un rincón, la catástrofe Guardiola y el acorazado Bayern de Múnich hundido por un Real Madrid en el que, por una vez, rinde algún fruto el dispendio en fichajes; en el otro, el bilioso fútbol de Mourinho y su Chelsea, derribado por otro fútbol tan simple como el suyo. A nadie sorprenderá que la capital de España aporte los dos equipos de la final, porque Madrid es la ciudad europea con más inversión

per capita en futbolistas, circunstancia que, por misteriosos conductos, siempre repercute

en los madrileños. El crepúsculo de Guardiola y Mourinho se ha escrito como un apocalipsis. Cuando lo viejo se niega a morir y lo nuevo no acaba de nacer aparecen estas conjunciones astrales: Madrid copa la final y dos imperios, tan grandes como el austrohúngaro y el otomano, se hunden al cruzar el Manzanares.

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Sin embargo, los signos cabalísticos habían emitido alertas tempranas. En Londres, el Chelsea del Special One (Neuron) perdía partidos sin que su entrenador acusase a los árbitros de horrendos crímenes; lejos del fragor de la crispación, el fútbol del portugués pierde mucho. Se convierte en un Javier Clemente sin farolillos. En el caso de Guardiola, los indicios eran ominosos. El fútbol panadero (miles de pases amasados por centímetro cuadrado), que Cruyff y él legaron al Barça, ha entrado en crisis existencial. Los que tienen talento (Xavi, Iniesta y Messi) acumulan años y kilómetros sin que nadie tome el relevo.

Pep tenía en contra además otras señales de su destino fatal. De entre las sombras bávaras surgieron las críticas acerbas al fútbol de toque y retoque injertado por el catalán en la reciedumbre alemana. Franz Beckenbauer, presidente de honor del club, remedó a Jens Weidmann contra el BCE y encabezó la cruzada contra la heterodoxia del de Santpedor. El espectador perplejo no deja de cavilar: ¿es que acaso la troupe de los Beckenbauer, Rumenigge, Sammer y el evasor Hoeness no sabía cuál era el estilo de Guardiola cuando lo contrataron?

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