El silencio de los corderos
Desde que saltó la noticia de que a ciertos miembros de la familia real los iban a aforar nos enteramos de rondón que en España contamos con 10.000 aforados en contraposición a cifras modestísimas, casi insignificantes, de países de nuestro entorno, con el caso extremo de cero privilegiados en Alemania.
O nosotros estamos en lo cierto —cosa dudosa por ser más propia esta prebenda de sociedades feudales— o lo están los alemanes, los franceses, los británicos y los italianos, entre otros. Así pues se dará la paradoja de que en el Parlamento Europeo los diputados que elijamos próximamente convivirán con otros colegas europeos que tendrán un menor blindaje judicial; estarán estos últimos más cercanos al común de los mortales. Los nuestros serán diferentes.
Al parecer aquí en nuestro país y desde que salió esta noticia no tenemos constancia de que ningún aforado haya manifestado públicamente su deseo de renunciar a este derecho. Queda patente que los 10.000, sea cual sea su adscripción política y su responsabilidad, están todos de acuerdo; el éxito es total. ¿Quién habló de falta de consenso? Y los ciudadanos, a ver, a oír y a callar. ¿Hasta cuándo?— Joan V. Llàcer Mont.
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