Reina de la telenovela
Dice que iba para monja, pero Verónica Castro acabó protagonizando la mítica serie mexicana ‘Los ricos también lloran’ Convertida en diva catódica, sola y con 62 años, vuelve a la escena
Verónica Castro se asomó por la ventanilla del avión y los ojos se le hicieron más verdes. Una multitud había ido a recibir al aeropuerto de Moscú a Mariana, el personaje que ella interpretaba en Los ricos también lloran. “Quedé impactada. Eran miles de personas y un montón de periodistas y yo no entendía todo eso. Había pasado mucho tiempo desde que hice la novela y todos me seguían adorando”, recuerda una de las actrices de televisión más conocidas a nivel internacional. Era 1992 y para entonces la edulcorada historia de Mariana Villareal, una huérfana adoptada por una familia adinerada, ya se había doblado a 25 idiomas y la habían seguido las audiencias de 150 países.
Después del recibimiento masivo, los anfitriones rusos llevaron a la Reina de los Melodramas a que encabezara una cena de gala. La chaparrita (bajita) mexicana respiró profundo, levantó un vaso con vodka, dijo nazdarovia y, conteniendo la respiración, bebió un trago. Salió un grupo de cosacos a bailar y enseguida un camarero puso sobre la mesa una olla. “Me asomé a ver qué era y me pensé que eran frijoles (alubias). ¡Pero era caviar! Luego me trajeron un plato con una especie de crepé o tortilla de maíz. Le puse caviar, la enrollé y ¡me comí un taco de caviar!, como si estuviera en México”.
No era la primera vez que trataban tan bien a Verónica Castro en un país “lejano y aparentemente opuesto a la cultura latina.” Años antes, la invitaron a grabar un disco en japonés e, incluso, participó en Tokio en el Festival Yamaha de la Canción. Y en China lloraban como si fueran propias las tragedias de sus personajes (“me he visto doblada al chino y parece que hablo con hipo”). ¿En qué clase de sueño estaba envuelta esta estrella televisiva?¿Su vida real era como la desmesurada felicidad que protagonizaba en la parte final de sus telenovelas?
En la tele se quedaba con uno o con otro. En la vida real, con ninguno
Verónica Judith Sainz Castro es la mayor de tres hermanos que, ante el abandono de su padre, tuvo que hacerse cargo de las labores domésticas mientras su madre trabajaba como secretaria en la Universidad de México. Antes de acabar el Instituto se apuntó a clases de actuación. También de baile, modelaje y locución. Cuando empezó a estudiar Relaciones Internacionales ya hacía fotonovelas y aguardaba en los pasillos de Televisa una oportunidad para participar en algún programa o teleserie. “Pasaron 15 años para que me dieran un papel estelar”, subraya para que quede claro que el éxito no le llegó de la noche a la mañana.
En el plató de Operación ja-ja, un programa de humor, conoció al actor Manuel “el loco” Valdés y no tardó en enamorarse de él. “Tampoco tardé en quedarme embarazada. Cuando se lo dije, me contestó que él solo podía ofrecerme un lugarcito para que viviera con mi hijo y para que él nos fuera a ver de vez en cuando. Manuel estaba casado, tenía hijos… Le dije a mi mamá lo que pasaba y me apoyó. Lo malo era que yo no tenía dinero ni para pagar el parto y tuve que vender mi coche.” En el guion de la vida de Verónica Castro vendrían más decepciones amorosas y laborales pero también una férrea lucha contra la adversidad, estímulos para la superación y un reconocimiento sin precedentes. “En su momento, yo me enamoré y disfruté y tuve dos hijos. Si la otra parte no quedó contenta, pues… me da igual. Pero eso ya pasó y en la vida he tenido otras satisfacciones. Muchas.”
El día que el productor Valentín Pimstein la contrató para protagonizar Los ricos también lloran, jamás se imaginó que sería conocida en tantos países. “Esa fue la telenovela que abrió el mercado para otras producciones, no sólo de México, sino de otros países de América Latina. Y gracias a ella recorrí medio mundo y me dieron trabajo en Argentina y en Italia, donde hice telenovelas y programas.” Una vez sonó su teléfono y, al otro lado de la línea, estaba Silvio Berlusconi. Verónica Castro había aprendido italiano durante los cuatro años que permaneció en Buenos Aires, así que cuando Belusconi le propuso suplir a Amanda Lear en un programa de televisión no dudó en aceptar (“el sueldo era inmejorable”). Pero Emilio Azcárraga Milmo, dueño de Televisa, le puso sobre la mesa un cheque con la misma cantidad que le habían ofrecido para que se quedara en México. Se quedó presentando, además, programas musicales como Mala noche… ¡No! y La movida, por los que pasaron los principales cantantes de Iberoamérica.
Las historias rosas, sin embargo, no prescindían de ella. De pobre a rica. De analfabeta a culta y refinada. De sufrida y abnegada a triunfadora y feliz. El derecho de nacer, Rosa salvaje, Mi pequeña soledad. Los días, los meses y los años encerrada en los platós de televisión. “He sido una adicta al trabajo. Pasaba mucho tiempo sin comer, con un cigarro o un café para engañar al hambre, nada más. Y eso me dejó el estómago lleno de úlceras. Llegaba a casa cansada y ahí y así, sola, pagaba el precio de vivir en el mundo encantado de la tele.”
Una vez sonó su teléfono y, al otro lado de la línea, estaba Silvio Berlusconi.
En las telenovelas se quedaba con uno o con otro. En la vida real, con ninguno. “Pero jamás me imaginé casándome vestida de blanco. Yo solo quería ser madre. Y ahora no me hace falta una pareja. Me siento bien así. Tengo casi 62 años y estoy contenta, tranquila y con la paz de Dios.” Habla de esta manera porque ahora la religión está muy presente en su día a día. Todas las noches, a las 11, convoca sus seguidores en Twitter a rezar el rosario. “No es que antes no tuviera fe o que ahora me haya vuelto buena. Es que ahora tengo tiempo. Y soy rezona, qué le vamos a hacer. De hecho, yo quería ser monja, pero mi mamá no me dejó. La verdad, creo que sí tenía vocación.”
No ha vuelto a la televisión desde 2010, cuando hizo Los exitosos Pérez. “Yo creo que saturé mucho la pantalla. Estaba todos los días con una telenovela o con el programa. Y ya hacía todo de forma mecánica y no disfrutaba, así que decidí descansar y que el público descansara de mí.” A principios de este mes anunció que volverá a los escenarios. En septiembre estrenará en México DF Mame, un musical para el que en estos días está tomando clases con el coreógrafo y bailarín francés Stephane Boko. No es la primera vez que hace algo así. En 1995 era La mujer del año. “Pero entonces todavía podía saltar, subir, bajar, y ahora ver qué tal. Es que no es lo mismo los tres mosqueteros que… 20 años después.”
Su papel de abuela
La protagonista de Los ricos también lloran es madre del cineasta Michelle Castro y del cantante Cristian Castro, quien tuvo dos hijos con la argentina Valeria Liberman y un enfrentamiento por su custodia después de un sonado divorcio. "No he podido disfrutar de mis nietos, por lo tanto no he podido ser abuela. Su madre no me ha permitido verlos desde 2009. Y los extraño muchísimo", comentó la actriz durante la presentación de la obra Mame.
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