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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Funeral y peluquería

La Infanta arrebató el protagonismo en el entierro de Suárez. Desde que sus padres la han reincorporado a la foto oficial, Elena de Borbón está más... estimulada

Boris Izaguirre
La infanta Elena saluda a su padre, en presencia de Mariano Rajoy, a su llegada al Congreso para rendir homenaje al expresidente del Gobierno Adolfo Suárez en la capilla ardiente.
La infanta Elena saluda a su padre, en presencia de Mariano Rajoy, a su llegada al Congreso para rendir homenaje al expresidente del Gobierno Adolfo Suárez en la capilla ardiente.CHEMA MOYA (EFE)

Sin que nadie lo imaginara, sin que nadie lo calculara, así, repentinamente, en un funeral de Estado, en un panorama de expresidentes de Gobierno con gesto adusto e incomodidad manifiesta, surgió una figura liberadora. Una dama orgullosa de su melena al viento. Amazona, libre, a pesar de estar flanqueada por sus padres, una mujer que cabalga de nuevo: Elena de Borbón.

Si en un funeral se puede sisar protagonismo, Elena lo arrebató en el del expresidente Adolfo Suárez. Desde que sus padres han decidido reincorporarla a la foto oficial, Elena está más… estimulada. Es ella la que heredó el andar y el perfil borbónicos aparte de ese humor que tanto le han sonreído a su padre. Durante la ceremonia, sin haberlo ensayado, se generó un duelo de peluquería cuando Elena enfrentó su bohemio despeinado a la rigidez untada de queratina del cabello de la princesa Letizia. Una vez más quedó demostrado que los nacidos reales tienen esa prioridad de peinar las reglas como les da la gana, mientras que los que se incorporan a la realeza por matrimonio no pueden evitar enredarse en convencionalismos y protocolos respetados tan a rajatabla que terminan por devorarles. Elena fue sin peinar, ¡sí! Pero en su despeinado había emoción, gesto, autonomía, incluso amor, para marcar la diferencia en un funeral de Estado. Su pelo estofado chocaba con el rocoso cardado de su madre y desafiaba la lisura hipercontrolada de la melena de Letizia que, en un momento dado, pareció como si parte de la coronilla se frisara nerviosamente. “Eso es porque llegaba del País Vasco”, sintetizó una observadora real.

La muchachada se pregunta si esta reincorporación a la actividad institucional de la infanta Elena no sea una maniobra paterna para poner celosa a la otra infanta. Mientras Elena salga y cabalgue de nuevo, es inevitable recordar a Cristina y preguntarse lo que piensa. La verdad es que nunca lo sabremos, teniendo en cuenta que Cristina es una persona con poca memoria y reducido vocabulario y al final, antes que celos, se alegrará en Ginebra de no tener que aguantar tipo en funerales, misas y pascuas militares.

Mientras la clase política se miraba el ombligo y transformaba un funeral de Estado en un melancólico intento de reafirmación, Gwyneth Paltrow ha convertido la noticia de su divorcio “orgánico” en el menú del momento. Ni los supuestos golpes de Estado contra Nicolás Maduro en Venezuela, ni Obama delante de una obra maestra de Rembrandt pidiendo que no se vuelva a repetir lo de Crimea han conseguido desviar la atención al divorcio de esos aristócratas del entretenimiento que son Paltrow y el bello Chris Martin. En el reciente número dedicado a Hollywood de Vanity Fair, Graydon Carter, su editor, anunciaba que el tan cacareado artículo sobre la actriz (donde al parecer se vislumbraría la separación) no iba a publicarse, tras una conversación in extremis con ella. En ese artículo, del que todo el mundo habla sin haberlo leído, habría posibles referencias a las supuestas infidelidades de la mamá de Apple: al parecer no ha podido mantener ese equilibrio entre el yin y el yang que proporciona su régimen. Hombre, es comprensible. Es bella y odiada a partes iguales, pero queda claro que esa dieta macrobiótica desintoxica de tal manera que te deja sin defensas ante cualquier bombón a la vez que te abre el apetito y dispara la libido. Que si de repente eres la más yoguista del mundo, lo eres. Y que si de repente te da por la infidelidad reincidente, adelante. Siempre se dijo que tanta desintoxicación no podía ser buena y que acarreaba estos efectos secundarios, de los que nunca te advierten. De cualquier manera, una parte de nuestro corazón y de nuestro estómago está con Gwyneth porque te devuelve cierta fe en la vida el que una mujer y un hombre que lo tienen todo de pronto no pueden evitar tanto la aparición de terceros como que un vendaval sentimental los disperse. Aunque algunos estén celebrando el mal momento de la actriz, porque no en balde es una de las personas más “odiadas” de su industria, esta separación le puede venir bien para mostrarse humana, pelín desequilibrada, mareada de tanta desintoxicación. Y qué duda cabe que es un riesgo importante quedarse libre, con hijos, con la melena al viento, sin anillo en el dedo, con 41 años y un Oscar en el salón. Y aunque de primeras no lo reconozca, el mundo siempre premia a una mujer que toma riesgos.

Arriesgándose a su manera, Patricia Conde, una de las más simpáticas presentadoras de televisión, aprovecha una entrevista en SModa para soltarle una pulla a su exmarido, Carlos Seguí: “A los 30, o tienes novio o criterio”. La verdad, lo primero es celebrar que se tengan 30 años, una década que se ha convertido en una encrucijada en la cultura de la celebridad. Como si fuera el inicio de la debacle por la temida pérdida de la juventud. A los 30 se está muchísimo mejor que a los 20, o sea, que ya se debería poseer las dos cosas, querida Patricia, novio y criterio. Porque, en efecto, a partir de ese momento vienen tiempos difíciles que terminan obligándote a escoger siempre entre control o descuido. Vamos, ¡si quieres pelo de queratina o melena despeinada!

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