Mal gusto del bueno, mal gusto del malo
Comentarios sobre los dos hechos estéticamente incorrectos que han marcado mi semana alimentaria: la tarta de Sergio Ramos para Pilar Rubio y un restaurante ¿'sexy'?
Cierta dosis de mal gusto es necesaria para sobrellevar la existencia. No es tanto que crea, como Picasso, que el bueno es enemigo de la creatividad; simplemente intuyo que un universo perfecto, bello, sin errores, sería aburridísimo, y nos privaría tanto del deleite de reírnos de las cosas feas como de admirarlas por su eventual poder de transgresión.
Sirva esta breve masturbación mental como previo al comentario sobre los dos hechos estéticamente incorrectos que han marcado mi semana alimentaria. El primero ha sido la tarta con la que Sergio Ramos ha agasajado a su novia, Pilar Rubio, en su 36º cumpleaños. No encuentro palabras para definir este horror. Bueno, las voy a buscar, que para eso me pagan: se trata de un pastel de corte viejuno, como de primera comunión, sobre el que flotan varias fotografías asumo que comestibles relativas a la pareja.
Tres son guitarras, que Pilar es tope rockera; otra es ella, de pequeña; otra muestra la camiseta del Real Madrid con el 4 de Ramos, y en el centro, la imagen histórica con la que la pareja anunció su próxima paternidad en las redes sociales. La instantánea más importante de la tarta es, sin embargo, la de un delfín saltando sobre el mar mientras el sol se pone. Digo yo que tendrá algún significado que sólo los amantes conocen, pero me encantaría que no fuera así y que Ramos la hubiera elegido sólo por su romanticismo, como síntesis de toda la carga kitsch de esta magnífica muestra de repostería hortera.
El segundo acontecimiento ha sucedido en el polígono de Riuclar de Tarragona. Allí opera el bar-restaurante Eric II, cuya dueña no ha tenido mejor ocurrencia para superar la crisis que semidesnudar a sus camareras y vestirlas con lencería sexy. O, dicho más groseramente, ponerlas a servir menús del día en plan putón.
La idea, como era de esperar en un país rijoso como España, ha sido un éxito. El establecimiento ha salido en medios que jamás le habrían dedicado ni media línea. Gañanes de toda la región han acudido a olisquear las carnes de las mozas. E incluso unas feministas locales han hecho el previsible papel de cabrearse fuertemente y emitir un comunicado en el que denuncian “la reducción de la mujer a simple objeto sexual” (de acuerdo) y “su instrumentalización en los engranajes del sistema capitalista” (¿perdón?). Lo triste es que el mal gusto del Eric II ni siquiera admite una lectura irónica: una mujer poniendo a otras en esta tesitura tan casposa simplemente da penica.
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