Desafío a Putin
La barbarie terrorista resurge con los Juegos de Sochi y evidencia la volatilidad del Cáucaso
Cuando hace seis años el Comité Olímpico Internacional escogió a la ciudad rusa de Sochi como sede de los Juegos de Invierno de 2014, el presidente Vladímir Putin no dudó en ponerse la medalla. La elección, dijo, era un reconocimiento de los logros económicos y sociales y de la pacificación del Cáucaso. Ahora, a seis semanas del comienzo de las competiciones deportivas, esta afirmación se le ha revertido con dos atentados en Volgogrado, que han causado decenas de víctimas.
No parece haber duda sobre la autoría, que apunta a terroristas islámicos procedentes de las cercanas repúblicas autónomas del Cáucaso. Uno de sus líderes, el checheno Dokku Umárov, había amenazado con atentados antes de los “Juegos satánicos”. Volgogrado, antigua Stalingrado, de gran valor simbólico para los rusos por haber sido escenario de la resistencia heroica al asedio nazi, ya fue blanco de otro salvaje ataque el pasado octubre, cuando una mujer se hizo explotar en un autobús lleno de estudiantes. A estos tres atentados hay que sumar otros dos incidentes en el sur de Rusia —la detención de un hombre con un cinturón de explosivos y otra explosión con tres muertos en Pyatigorsk—.
Se trata de un auténtico desafío a Putin, que ha querido convertir Sochi en un escaparate de su poderío. Moscú está echando el resto con el mayor evento internacional organizado desde la caída del comunismo soviético en 1991. Los preparativos a marchas forzadas ya superan los 50.000 millones de dólares, casi tres veces más que los Juegos de Londres. Sochi está blindada, pero los terroristas atacan en otros puntos menos protegidos.
Editoriales anteriores
Que la situación en el Cáucaso no está normalizada ha quedado patente en la violencia que asola la región, y que se cobra al año cientos de vidas, sobre todo en Daguestán e Ingushetia. La extrema brutalidad de la “pacificación” de Chechenia por las fuerzas de seguridad rusas y su aliado local, Ramzán Kadírov, ha desplazado el conflicto a los territorios vecinos, donde han llegado además yihadistas de varios países. El objetivo ahora no es solo la independencia, sino la creación de un emirato del Cáucaso que amenaza con desestabilizar el sur de Rusia y los países vecinos. Está claro que la represión sin miramientos no ha sido la solución, pero Putin no parece dispuesto a buscar otra vía.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.