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Rania critica el radicalismo islámico

La reina de Jordania alza la voz para pedir a los musulmanes que destaquen los aspectos humanitarios e intrínsecamente buenos de su fe

Rania de Jordania.
Rania de Jordania.CORDON

Rania de Jordania ya no calla. Cuando las tempestades de la ‘primavera árabe’ parecían capaces de derrumbar la casa real jordana, la reina se refugió discretamente en la sombra palaciega, lejos de alardes y lujos, a arremangarse y sustituir las fiestas glamurosas por píos actos de caridad. La tiara de diamantes dio paso a un discreto velo con el que se la vio en algunos actos públicos. La soberana dio paso a la madre y entregada esposa. Hoy, cuando las protestas populares son un pálido reflejo de lo que eran, más un tenue recuerdo que una amenaza real, Rania ha decidido recuperar su voz para criticar abiertamente y en alto el radicalismo islámico, pidiendo a los musulmanes que destaquen los aspectos humanitarios e intrínsecamente buenos de su fe.

El momento elegido para esas declaraciones, realizadas recientemente en una entrevista al canal Al Arabiya, no podría ser más conveniente. Siria, país vecino, lleva más de dos años y medio desangrándose en una guerra civil en la que ahora mismo el presidente Bachar el Asad lleva ventaja. La oposición siria ha pasado de ser una unión de brigadas moderadas a una miríada de grupos infiltrados por milicias yihadistas. ¿Es ese el camino que Jordania quiere recorrer?, pregunta veladamente su majestad: “El discurso religioso que escuchamos tan alto estos días ha caído rehén de las fatuas de los takfiríes, del fanatismo, de la estrechez de miras ideológica, y de llamamientos al extremismo, al odio, a las guerras sectarias”.

No es que Rania sea extremadamente popular en las calles de Jordania. Nacida en Kuwait, sus padres son palestinos, un pueblo del cual hay en Jordania dos millones de refugiados. En los círculos de poder del reino hachemita hay un gran recelo hacia ceder cualquier cota de poder a los palestinos. No en vano el rey Hussein, suegro de Rania, renunció a sus demandas de soberanía sobre Cisjordania en 1988, para facilitar la creación de una patria para ellos. La primavera árabe sorprendió a Rania, reina desde 1999, acostumbrada a una vida de lujos palaciegos. Su 40 cumpleaños, en 2010, lo celebró con una gran fiesta en el desierto del Wadi Rum, al sur del país, con 600 huéspedes llegados de todo el mundo, miles de velas y agua potable traída en camiones.

Entre las reformas de su marido, el rey Abdalá II, y el desencanto con una primavera árabe que ha traído más promesas que cambios, Rania ahora no teme alzarse como una voz que defiende, ante todo, la moderación. “Para los millones de musulmanes en el mundo, el islam es una religión de valores humanitarios y cuyo principio es la bondad. Necesitamos destacar esa imagen del islam”, dice la reina en su entrevista. Apropiadamente, muestra su cabello al aire. La Rania de siempre ha vuelto.

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