Tomemos ejemplo
El rugby es un deporte de una dureza física y potencia impresionantes, y de una estética bélica innegable, muy superior al fútbol. Choques brutales de atletas de gran envergadura, lo que supone una posibilidad de lesionarse elevadísima. El juego limpio y el respeto al rival son infranqueables, la mala fe no solo no tiene cabida, sino que está proscrita por jugadores y público. Existe un respeto por el que solo el capitán de cada equipo puede dirigirse al árbitro, que es intocable en todos los aspectos, y existe un tercer tiempo pospartido donde equipos y árbitros cenan juntos en camaradería y comentan los lances del partido. Me pregunto por qué esto no es posible en el fútbol —nuestro deporte rey— y se permiten, sin impunidad alguna, actitudes impresentables, gritos racistas, y hasta patadas. Nos tenemos que plantear seriamente qué ejemplo de aprendizaje de ética les queremos dar a nuestros hijos, partiendo de que estamos hablando de un juego: la ética del rugby o el todo vale del fútbol.— Xavier Jardi.
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