El interior-exterior


La arquitectura moderna buscaba eliminar las fronteras entre interior y exterior y, sin otro objetivo que la cercanía visual, el vidrio parecía el material idóneo para esa unión. Más allá de los problemas energéticos, el vandalismo está detrás de casi todas las bunkerizaciones de edificios. Por eso, en la reconversión de dos naves malagueñas en un centro de Investigación y Formación, los arquitectos del estudio OAM (Oficina de Arquitectura de Málaga) buscaron llevar de otra forma el exterior al interior: encerrar un paisaje luminoso.
Las antiguas naves del barrio de Ciudad Jardín, al norte de Málaga, habían albergado numerosos usos que las habían compartimentado, y se habían ido cerrando al exterior como respuesta al vandalismo sin descanso que sufrían. Ese encierro había tenido consecuencias en la paulatina desaparición de la iluminación natural. La ventilación también se había convertido en un problema. ¿Cómo revertir esa situación?
Los arquitectos buscaron solucionar esos dos aspectos encerrados en un mismo problema haciendo compatible la seguridad con el aire y la luz. Una parte de la fachada, cerrada por una celosía de chapa de acero perforado, funciona como un patio frontal. Es la primera fuente de luz. A ese patio miran los despachos, el vestíbulo y las zonas comunes.
Pero hay más luz: un lucernario lineal recorre todo el largo de una de las naves. En el interior, las particiones de policarbonato dejan pasar esa luz. También en el Oeste hay nuevas aperturas: una chapa de greca verde lleva hasta la fachada el acabado de la cubierta. Deja pasar luz y aire, al interior de la nave, pero evita las miradas directas y los espacios desprotegidos.
Dentro del centro hay un olivo centenario. Fuera, junto a la fachada del nuevo centro, otro. No es lo mismo, pero buscan parecerse. El interior y el exterior de este centro malagueño quieren acercarse.
Edificio original y resultado final:
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