De las esencias nacionales
Alguien dijo que la estupidez humana no conocía fronteras. Cuando, en el origen de los juicios y razonamientos están las esencias nacionales, la frase anterior adquiere mayor resonancia.
Nada que objetar cuando la identidad nacional se nutre del amor a la lengua, cultura o idiomas propios, del mismo modo que amamos a familiares, amigos o compañeros. Pero nada hay peor que vestir el sentimiento nacional de orgullo y autocomplacencia: ¿orgullo, de qué? Se es catalán, andaluz o armenio, por mero azar.
El orgullo solo puede proceder del esfuerzo. Cuento entre mis amigos con varios catalanes, por cierto, que residen en Sevilla por elección desde hace más de 30 años. No se consideran emigrantes ni exiliados, ni dan por anómala su inclusión en el Estado español, ni la de sus padres o abuelos.
Parece mentira que un gran pueblo, como el catalán, tenga entre sus dirigentes a personas que manifiestan opiniones tan anómalas.— Rafael Jiménez Toboso. Tomares, Sevilla.
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