Nueva y vieja dictadura

En el artículo de mis estimados Nicolás Sartorius y Diego López Garrido Egipto, la nueva dictadura (EL PAÍS, 3 de septiembre), se dice, entre afirmaciones posiblemente erróneas (los militares “sí” están negociando en secreto con los Hermanos Musulmanes, según la prensa francesa más fiable) o maximalistas en una tradición de pensamiento de izquierdas que encuentro desfasado, que el Gobierno de Morsi fue “legitimado en las urnas”. El candidato islamista ganó en la segunda vuelta por un margen de 882.000 votos (51,7%) a su rival (48,3%), que obtuvo 12.300 millones de papeletas frente a las 13.200 de apoyo a la Hermandad. Todo ello en un país de 83 millones de habitantes en el que la mitad de ciudadanos en edad de votar se abstuvo, y de manera notoria una mayoría de jóvenes y laicos que no sentían afinidad suficiente con el candidato perdedor. Al “vencer con claridad” de los dos articulistas, representando Morsi como mucho al 25% de la población adulta, le siguió la imposición de leyes (o intento de ello) que atentaban “democráticamente” contra los principios de no menos de 20 millones de egipcios. En ningún momento de su escrito, tan bienintencionado como ingenuo, se habla de “dictadura religiosa”, asunto de mi artículo Dios sabe más que tú, publicado en estas mismas páginas el pasado sábado. ¿O es que acaso las armas teocráticas de acoso y eliminación civil no hieren?

A título personal me he sentido muy a disgusto leyendo un artículo en el que Sartorius y López Garrido firman, respectivamente, como vicepresidente ejecutivo y presidente del Consejo de Asuntos Europeos de la Fundación Alternativas, de la que soy patrono desde hace años. Tengo gran sintonía con la trayectoria y las ideas progresistas de la fundación y con muchos de sus miembros, pero una firma tan representativa en un artículo que me ha indignado me lleva a renunciar a mi puesto en el patronato, como le he hecho saber por carta al presidente de la Fundación, Pere Portabella.— Vicente Molina Foix.