Croacia, escondite de famosos
En los pueblos de la Costa Dálmata conviven en verano ciudadanos anónimos con populares como Carolina de Mónaco o Jeremy Irons Truman Capote eligió el litoral croata para descansar tras el éxito de 'A Sangre Fría'
Ocurrió hace un par de años, en un pequeño pueblo de la costa dálmata. Un grupo de españoles entró en una casa de comidas del puerto, y el propietario les ofreció compartir la única mesa del local con una familia que acababa de pedir su almuerzo. Cuando se acomodaron en el banco de madera, los recién llegados se dieron cuenta de que una de las comensales – que había apartado con naturalidad su bolso de Fendi para dejarles sitio – era la mismísima Carolina de Mónaco.
Esta escena es la perfecta metáfora del verano en la Dalmacia, caracterizada por una atmósfera de cálida sencillez donde conviven viajeros anónimos con celebrities que saben que gozarán de privacidad en su descanso estival. La hermosa costa del sur de Croacia es el lugar favorito para famosos del mundo entero que acuden atraídos por sus aguas de un color imposible – del azul intenso de Dubrovnik al verde esmeralda en la isla de Hvar – , el tiempo agradable y el rico patrimonio del país que permite inventarse la excusa del periplo cultural. A esto hay que añadir el alto nivel de algunas instalaciones hoteleras, una espléndida cocina y el ambiente de tranquilidad que se respira incluso en las zonas más intensamente explotadas.
La Dalmacia ha sido meca del turismo de calidad desde hace mucho tiempo. Ya en los años 60 pasaban allí sus vacaciones algunos reyes con y sin trono, estrellas de cine y magnates de la industria: Aris Onassis, los príncipes de Mónaco, los Niarchos, los Radziwill... En 1966, Truman Capote eligió el litoral croata para descansar tras el éxito de A Sangre Fría, y los Agnelli consideraban que el Adriático era perfecto para deslizarse en el yate familiar. Tenían asegurado el sol, la calma, el pescado fresco y un mar limpísimo de aguas transparentes y cálidas.
Medio siglo después, las cosas no han cambiado. Cada verano, ricos y famosos del mundo entero buscan en el sur de Croacia su particular porción del paraíso. Penélope Cruz y Bardem han hecho sus escapadas a la isla de Korcula, la patria chica de Marco Polo. Jeremy Irons es un habitual de Dubrovnik, igual que Carolina de Mónaco, que acude cada noche a las sesiones de jazz de la terraza El Trobadour. Clint Eastwood, Kurt Russell o Kevin Spacey han sido vistos en los restaurantes de pescado del puerto. Tom Cruise se declaró fascinado por Split, donde uno puede comerse una pizza en las ruinas de un palacio romano. El príncipe Harry prefiere la isla de Hvar, uno de los lugares del mundo con más gente guapa por metro cuadrado. El ambiente de Hvar es un misterio: sus discotecas cierran a las ocho de la mañana, pero es imposible presenciar una pelea o un conato de jaleo. Olvídese de los alborotadores, porque no existen. Las mañanas se pasan practicando el buceo en las increíbles formaciones rocosas o tomando el sol en las playas de piedra. Por la noche, un ejército de beldades de estilo hippy chic se acomodan en las terrazas del puerto para cenar sabrosas parrilladas de marisco, y beber cócteles en las terrazas de los hoteles, algunos de los cuales ofrece cascos para disfrutar de la música sin perturbar la paz de la isla.
Apenas hay testimonios gráficos de las visitas de los vips a la costa dálmata. Si acaso alguna mala instantánea tomada con un móvil precedida por el susurro: “Mira ése… ¿no es…” Es difícil entender por qué los papparazzi no asaltan la zona en busca del botín suculento que podría proporcionarles. Quizá sus víctimas se lo ponen difícil: no suelen alojarse en hoteles, sino en yates fondeados cerca de la costa, e incluso en pequeños reductos idílicos que sólo conocen los iniciados: Bill Gates buscó refugio con su familia en el pueblo de Skradin. Edward Norton se quedó en el islote de Palmizana, e Ivana Trump eligió la pequeña localidad de Janablac. Allí pueden vivir las vacaciones en la ilusión del anonimato. A este juego contribuyen los croatas, que presumen de respetar la intimidad de los visitantes ilustres. No pregunte a un vecino de Dubrovnik si la rubia bronceada con la que acaba de cruzarse es Gwynneth Paltrow, porque responderá con una sonrisa inocente que no ha visto a nadie. Quizá sea eso lo que atrae a los famosos: la posibilidad de ser ignorados, gracias en parte a la elegante indiferencia con la que les tratan los locales. Si este verano viaja a la Dalmacia, fíjese bien en esa mujer de vestido blanco, sencillas pulseras de cuerda y gafas de sol que paladea un helado: puede ser una actriz oscarizada, una reina en el exilio o una modelo en la cresta de la ola. Pero no lo averiguará del primer vistazo. Y ahí radica, seguramente, buena parte del imbatible encanto de estas costas.
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