Delicias de calle y el Container City de Bogotá
Algo que para mí se convierte en un rito emocionante cuando se trata de lugares donde respetan la tradición
Hace tiempo que aprendí que para rastrear la comida callejera hay que dar de lado a los prejuicios. Y dejarse tentar por aquello que te ofrecen en cada esquina por insólito que parezca. Solo así se descubren esas delicias del genuino street food que no figuran en folletos para turistas.
En compañía de mis dos amigas colombianas, Milena Cárdenas y Verónica Arboleda. empezamos con un desayuno tardío en el precioso restaurante / tienda Abasto, muy recomendable, que se abastece de productos locales.
Fue allí donde su elegante propietaria y cocinera Luz Beatriz Vélez, nos preparó un surtido de arepas. Algunas deliciosas, además de un chocolate autóctono que me resultó de gusto extraño. Más aún cuando Luz me confesó que lo habitual es tomarlo -- hecho insólito -- mojando tropezones de queso fresco.
Eran las dos de la tarde cuando, por fin, llegamos a Candelaria, centro peatonal de la ciudad. Zona noble donde, entre edificios históricos bellísimos, se despliegan legiones de vendedores ambulantes. Recalamos primero en un puesto de obleas untadas de arequipe, una suerte de dulce de leche. Deliciosas.
Luego apareció una vendedora de hormigas culonas, de temporada, afrodisíacas, según rezaba su propio cartel, que me recordaron a los chapulines mexicanos. Tras una breve pausa pasamos por la taberna “La Puerta Falsa” donde no tomamos su famoso ajiaco, sino un cubilete de nata de leche hervida que vendían para llevar. Excelente.
Nuestro errático callejeo nos llevó hasta una vendedora de chontaduros cocidos que tomé con sal y miel. Frutos súper nutritivos de textura harinosa y gusto muy particular. Y enseguida el clásico vendedor de bananos fritos, churros y papas andinas, finísimas, que de haber estado fritas en aceite de oliva no tendrían nada que envidiar a mis favoritas en España, San Nicasio http://www.sannicasio.es/ o Sarriegui http://www.sarriegui.com/.
Fue allí donde probamos unas arepas portentosas y un chorizo suculento en puestos diferentes y, finalmente, la gran noticia, una lechona rellena de carne con arroz, cuya piel crujía como un barquillo. Bocado excepcional. Algo para volver y repetir.
Y todavía tuvimos tiempo, en la calle 93 de tropezar con un recinto insólito, apodado Container City, http://www.planb.com.co/bogota/restaurantes-en-bogota/sucursal/container-city/60510 montado con contendores industriales reciclados. Armazones metálicos intactos pintados de colores en cuyo interior se alojan restaurantes y pastelerías cuyas especialidades -- hamburguesas, sushi o pizzas-- , se degustan en una zona común que se llena al anochecer. Algo parecido sucede en la calle 95, donde se encuentra La Perla y Burger Town, dos contenedores con la misma aplicación.
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