Norte, 11; Sur, 3
El Bayern y el Borussia destruyen las esperanzas del Barça y del Madrid de conquistar otra Liga de Campeones
Los alemanes machacaron a los españoles en las semifinales de la Champions. Es solo fútbol, pero una victoria de cualquiera de los dos equipos del Sur hubiera servido de consuelo ante la abrumadora presión del país del Norte que prima en Europa y que predica austeridad como un mantra obsesivo. El Bayern de Múnich barrió al Barcelona y, para cuantos gusten de andarse con metáforas entre política y deporte, podría decirse que la célebre disciplina y la vieja pasión por el orden de los bávaros pasaron como un rodillo sobre esa marca de innovación e imaginación creadora que ha impulsado a buena parte de los catalanes a creer que estarán mejor si van por libre. Por lo que toca al Borussia de Dortmund, su lección fue de otro tenor. Un equipo que adoptó el lema de que “el fútbol no es un producto; es cultura” y que puso freno a los excesos (gasta 80 millones de euros en su plantilla frente a los 200 de su rival) se impuso al club que ha hecho de las estrellas y del dinero sus señas de identidad. Mourinho habló al acabar el partido de esas “tres temporadas económicamente fantásticas para el club”: las tres que no logró que sus jugadores disputaran la final y que permitieron a la entidad ahorrarse las primas.
El fútbol tiene eso, que cada vez que salen los jugadores al campo parece que salieran a batirse contra el rival las más íntimas razones de ser de una nación, de una región, de una localidad, de un barrio. A los futbolistas les toca así ser el rostro de un país y, cuando están arriba, revelan su poderío y, cuando caen, dan cuenta de su fragilidad. Los colores, dice la leyenda, traducen una forma de vida, unas maneras, una filosofía. Por eso hay quienes no querían que ganara un club cuyo presidente, Uli Hoeness, está siendo investigado por tener unas abultadas cuentas en Suiza y saltarse sus deberes fiscales, y por aprovecharse de sus relaciones con Adidas. Y, sin embargo, el Bayern salió, miró y triunfó.
Al final, los resultados se obtienen sobre el campo, y ahí no deciden ni el espíritu nacional, ni las cuentas de resultados, ni las miserias de los directivos de un club. Cuenta el juego y la suerte. Habrá llanto y crepitar de dientes en cuantos hubieran querido que perdiera Alemania, pero esta vez (y no siempre es así) ganaron los que jugaron mejor. Y con diferencia.
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