_
_
_
_
LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Infantas, vuelven los noventa

Estábamos encantados con saber que los príncipes de Asturias enseñan a su hija chino-mandarín y que su abuela paterna le habla en inglés (como a sus hijos) cuando, ¡zas!, salta la imputación

Boris Izaguirre
La infanta Cristina, ayer en Barcelona.
La infanta Cristina, ayer en Barcelona. gustau nacarino (reuters)

Cristina Federica de Borbón es la primera infanta imputada de la historia. Debemos celebrar tal hecho como un intento de madurez del sistema judicial. Marca un precedente: a partir de ahora, en su vida de infanta existen dos días señalados. El día del Matrimonio y el día de la Imputación. Entre 1997 y 2013. Pero ¿qué vestirá si acude ante el juez Castro? Sería uno de los trajes más vistos y analizados de la historia monárquica. Dado que las soleadas fotos de Feijóo y el narcotraficante Marcial Dorado han impulsado la nostalgia por los años noventa, nos inclinaríamos por que la Infanta vista algo de esa década, en la que contrajo matrimonio como una metáfora del paso del tiempo. Después de todo, ella también fue seguidora de Cristal, el culebrón venezolano que marcó aquellos años casi tanto como el grunge y Nirvana.

Por eso, mientras repasa su armario de soltera, pensando en cómo explicarse, podemos revisar por un momento las series de esa década donde aún éramos inocentes. Qué duda cabe que Dorado y Feijóo aprovechaban sus momentos de amistad para disfrutar con el mar y con Friends. Que hoy los príncipes de Asturias podrían animar la instrucción de doña Leonor con capítulos doblados al mandarín de El príncipe de Bel Air y que el Rey podría acompañar su solitaria rehabilitación con episodios de Médico de familia.

Cuesta abajo y cuesta arriba, ya veremos si la Infanta baja y sube la rampa del juzgado para dar esa necesaria explicación, como su marido hace un año o como lo hacen los Torres, los grandes socios que se volvieron archienemigos. Esa pendiente hacia el juzgado en Palma está de moda en el turismo balear. La gente se toma fotos y vídeos bajando “a lo Urdangarin”. En la isla, a muchos les molesta que los duques hayan empleado su título para presuntamente esquilmar sus arcas de forma tan medieval, pero quienes se quedaron con la boca abierta ante la imputación fueron los lectores de la revista ilustrada ¡Hola!: su optimista portada con la infanta doña Leonor, con reportaje sobre su formación como futura reina, fue la primera víctima del tsunami provocado por la imputación. Estábamos encantados con saber que los príncipes de Asturias enseñan a su hija chino-mandarín y que su abuela paterna le habla en inglés (como a sus hijos y demás familia) cuando, ¡zas!, salta la imputación a las portadas de los periódicos. Y tía y sobrina aparecen en todas partes. Las dos sin poder escapar ni del quiosco ni de su futuro. Las dos rubias sin elección. Por su parte, la Casa del Rey, sin jefe a la vista pero al teléfono, se declara sorprendida, ¡qué sorpresa! También nosotros: con una menor de edad en las portadas y sin jefe de Estado visible. ¿Qué dice, qué hace, qué piensa el Rey de todo esto? Llamar a su amigo Miquel Roca para ir tirando y manejar el proceso. Como aquel “Por qué no te callas”.

Las fotos de Feijóo nos hablaban de la aventura implícita en toda amistad marina, no mariana. Este episodio Huckleberry Finn / Tom Sawyer se ha arrugado ante el fantasma de la herencia de don Juan, fruto de los años noventa y víctima ahora de esta repentina necesidad de transparencia que durante décadas nadie mencionó y que ahora quiere exigírsele a la Casa del Rey. Recordamos el funeral de don Juan, hace ya dos décadas, por el gesto de la Reina recogiendo aquella lágrima de las mejillas del Rey a las puertas de El Escorial y por esa sensación de que la vida del padre del Rey fue una sucesión de sueños perdidos, Estoril como un sitio de cretonas descoloridas, un poquito de fado y mar. Pero 20 años después, felizmente sabemos que no, que el largo exilio del padre del Rey fue también en sitios triple A: Londres, Roma, Suiza, y que esas ayudas que recibía don Juan, oye, le permitieron dejar esa herencia de casi tres millones de euros. Hay que reconocer que hoy, caninos y furiosos como estamos, es como para abrir un nuevo episodio de Expediente X. El portavoz del PP, Alfonso Alonso, ha llegado a calificar de “extemporáneas y extravagantes” las preguntas formuladas por la oposición en el Congreso sobre esta herencia millonaria de la que creíamos una familia modesta. Sin duda, Alfonso Alonso, más papista que el propio Papa, no ve nada extemporáneo y extravagante ni en lo que dice ni en lo que defiende, el Parlamento no está para controlar a la Corona. Y así estamos, manga por hombro.

El dinero de plástico fue también un gran fenómeno de los noventa. ¿Quién no inauguró su dependencia de la tarjeta de crédito en esa década? Fue gracias a una de ellas que se descubrió la fortuna suiza de Luis Bárcenas. El extesorero (que a su manera y para muchos fue un modelo en los noventa) solicitó una Visa MasterCard y se la negaron porque en la agencia suiza entrevieron algo de la trama Gürtel. Los de la tarjeta actúan con mayor celeridad que Hacienda, se igualan en gestión rápida al Museo de Cera de Madrid, hasta ahora la única institución que desplaza a los imputados vip de sus salones apenas les acaricia la primera acusación. Revisando los noventa, ¿por qué no hacer con todos ellos un remake de Sensación de vivir?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_