Lagarta, lagarta
Parece que el tirillas de Ruz va a ganarle al macizo de Bermúdez. Una no puede dejar de verlos en el cuadrilátero. Pero eso soy yo, que tengo la mente sucia
Tengo un problema gordo: me ponen los poderosos. Bueno, tampoco todos. Aquellos que se creen dioses y van por el mundo perdonándonos la vida a los mortales. Vale que lo mío con Guindos es puro vicio, pero mi depravación va en aumento. Con decirte que he soñado con Ruz y Bermúdez luchando en el barro por el caso Bárcenas en tanga y puñetas de encaje. Qué sofoquina. Claro que luego lo he comentado con Pedregalejo, un colega superhetero del curro, y me ha dicho que a él le pasa lo mismo, pero con esos dos y la jueza Alaya en plan trío, y me he quedado muchísimo más tranquila.
Admitámoslo, queridos: la erótica del poder existe. Hasta Cristina Kirchner se tragó el ego y removió Roma con Rabat para ser la primera en bajar la testuz ante el papa Francisco. Resulta que como el avión presidencial —el Tango 01, obviamente— está embargado por unos flecos del corralito y no puede volar a Europa, la doña aterrizó en Marruecos y pilló un aerotaxi rumbo a Fiumicino. Como si hubiera tenido que ir a nado: se la veía en éxtasis con ese hongo de Barbie Beata que se caló para reverenciar al mismo Bergoglio al que ninguneaba en Buenos Aires. Como que casi se desmaya como una quinceañera con Justin Bieber cuando Su Paisana Santidad le plantó un ósculo en la mejilla. Mira, eso sí es noticia. Un papa besando a una presidenta. Para mí que, además de campechano, Francisco es el primer sucesor de Pedro hetero después de Wojtyla.
La que dicen que estuvo borde como ella sola fue Letizia. Por lo pronto, iba de manga corta y las rodillas al aire, no alicatada hasta el cuello como mandan los cánones. Eso sí, llevaba una mantilla sin peineta —hay que ver la mala fama que han cogido desde lo de Bárcenas— y un careto de aburrimiento como si aquello no fuera con ella. Es lo que tiene querer estar en misa y repicando, y no me invento nada. La Princesa es, como tantos, “una católica de eventos”, según declara su tía Henar en Vanity Fair, y le debe de parecer un pestiño tener que arrodillarse ante todos los santos de la letanía por mucho que le vaya en el cargo.
Puestos a saltarse reglas, me quedo con Rousseff, la presidenta brasileña, que se plantó ante el Pontífice a pelo y con la cabeza más alta que la magistrada de los ERE. Ahora que para proceresa, la cancillera. Será porque es luterana, pero Merkel se pasó el protocolo vaticano por el forro de los pantalones con los que le dejó meridiano quién lleva los ídem en Europa al argentino de los faldones blancos.
En fin, que las señoras vamos igualándonos a los varones, aunque sea por abajo. Ahí tienes a Lagarde, directora del FMI, tan empapelada como Rato y DSK, sus antecesores en el cargo. La gendarmería entró a registrar su pisazo parisiense al día siguiente de que la madame les apretara las tuercas a los chipriotras expiatorios hasta sangrarles. Estoy por sacar los ahorros del banco y metérmelos en el canalillo, me caben de sobra, pero si mi Guindos dice que los depósitos son sagrados, lo creo. Tanto como que el director del CNI no conocía a Corinna. A todo esto, parece que el tirillas de Ruz va a ganarle al macizo de Bermúdez. Una no puede dejar de verlos en el cuadrilátero. Pero eso soy yo, que tengo la mente sucia.
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