Al hijo de la princesa ‘punk’ le gusta la gasolina
Albert Von Thurn und Taxis posee un apellido de abolengo y una fortuna de 1.200 millones No se ha hecho a sí mismo: dilapida las rentas de su extravagante familia Su principal ocupación es quemar rueda en competiciones de bólidos
A lbert von Thurn und Taxis conduce coches. Nada que ver con su apellido; se trata de bólidos gran turismo (GT) en los que compite. Dinero y tiempo le sobran: entre los cinco menores de 31 años más ricos del mundo, solo él y el tejano Scott Duncan han heredado sus fortunas. Los otros tres han tenido que trabajar: son Dustin Moskovitz, Mark Zuckerberg y Eduardo Saverin, fundadores y copropietarios de Facebook. A Albert le llegó su dinero como duodécimo cabeza de la casa principesca de Thurn und Taxis, que fue pionera en las comunicaciones hace 500 años. Los Taxis, que es la forma alemana del apellido italiano Tassis, se esparcieron por la Europa de los Austrias, para los que organizaron el sistema de correos del Imperio y, en la rama de los condes de Villamediana, el de los monarcas españoles.
Su madre pasó de llevar una vida excesos a escribir libros sobre dios"
A sus 29 años, el llamado Albert II, príncipe de Thurn und Taxis, dedica su vida a dar vueltas en Lamborghini por los circuitos de carreras europeos. Sigue siendo soltero, pero se le ha vinculado con una austriaca llamada Xenia Maculan. En una lista de jóvenes millonarios publicada este mes, la revista Forbes le atribuye una fortuna de unos 1.200 millones de euros compuesta de latifundios y participaciones empresariales. Hace cinco años se lamentó de que “la mayoría de la gente tenga prejuicios y piense: ‘Este, aristócrata y rico, este seguro que es un gilipollas”. Luego explicó que él compra la comida en un supermercado low cost. Confía a su madre la administración de sus posesiones, aunque él estudió económicas además de teología. Vive en Suiza, se ha dicho que para ahorrar impuestos. La web de los Thurn und Taxis cuenta que le “corre gasolina por las venas”.
Más entretenida es la familia de su progenitora, Gloria von Thurn und Taxis. Durante su juventud afín a los excesos la llamaban “la princesa punk”, por sus estrafalarios peinados y sus ropas llamativas. Su hermano Alexander, cabeza de la casa condal de Schönburg-Glauchau, es el autor de un best seller titulado El arte de empobrecer con estilo, avalado según su autor por una historia familiar de “500 años descendiendo en la escala social”. Encontraría su correlato en la trayectoria profesional del conde, que pasó de colaborar en el Frankfurter Allgemeine o Vanity Fair a dirigir la página de noticias rosa —para muchos, la más divertida— del populista y conservador diario Bild.
Gloria saltó de condesa de clase media (hija y hermana de periodistas) a princesa archimillonaria en 1980, cuando se casó con 20 años y embarazada de varios meses con Johannes von Thurn und Taxis, 34 mayor que ella. Se dedicó a la vida social y a dar que hablar a las revistas un lustro. Hasta que, bien instalada en el imponente palacio de Sankt Emmeram, en Ratisbona, tuvo que encargarse de consolidar la fortuna de su marido enfermo. Johannes también había sido una estrella de la rutilante jet-set bávara de posguerra, a la que pasmaba con su excelente saque con la bebida. Tuvieron dos hijas antes de Albert.
Viuda en 1990, Gloria descubrió o remozó sus convicciones católicas hacia 1995. Lo que no impide que siga siendo anfitirona de sonadas fiestas. Se puso a hablar públicamente y a escribir libros sobre Dios, valores familiares y buenos modales. Mantiene una excelente relación con la omnímoda Unión Social Cristiana (CSU) de Baviera. En 2008 sacó un libro con el cardenal Joachim Meisner. En su gira de lecturas arremetió contra la “decadencia moral” y lamentó la “moda rampante” de la homosexualidad, contra la cual “solo cabe rezar”.
No consta si se dedicó a rezar ante los pertinaces rumores sobre la vida de soltero del príncipe Johannes. Su interés erótico o sentimental por otros hombres, preferentemente jóvenes, era un secreto a voces en Múnich y quedó inmortalizado en los diarios de Andy Warhol. Se admiró el artista de que hablara “de chicos con pollas grandes” con la “princesa encantada”, que es como llama a Gloria. Warhol sugiere más adelante que ella le buscaba ligues a Johannes, a quien acusa de “inventarse historias” sobre gente famosa.
Una periodista del dominical de Bild le preguntó a la princesa Gloria sobre los chismes “de las variopintas preferencias sexuales” de su esposo. Ella respondió: “No lo sé; pero, por Dios, aquello eran los salvajes años setenta y mi marido era un hijo de su tiempo que no se privó de nada”. La reportera era Anna von Bayern, esposa de un miembro de la antigua familia real bávara Wittelsbach y nacida princesa Zu Sayn-Wittgenstein-Berleburg. La alta aristocracia del país es una especie de club social que apenas se abre a matrimonios morganáticos pese (o quizá debido) a su exigua relevancia social. Pero a diferencia de los Thurn Und Taxis, muchos nobles alemanes tienen trabajos corrientes.
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