Luces y sombras de un actor

Como en la pequeña novela de Philip Roth, La Humillación (The Humbling), y como el resto de los mortales, los actores tienen sus luces y sus sombras. Celebré la respuesta que le dio Depardieu al Primer Ministro francés, cuando este le llamó hace poco "miserable" por su exilio fiscal en Bélgica, y el histrión reaccionó de esta guisa: ¿quién es Vd. para juzgarme, yo que he pagado millones al fisco francés, quién es Vd., representante de un Estado que condenó a mi hijo a galeras por unos gramos de heroína, destrozando su vida, mientras dejan libres a los verdaderos criminales, esos que hoy nos han conducido a la ruina? ¡¿Quién?! Yo soy, vino a decir, un verdadero europeo, haciendo uso de la tan cacareada libertad de movimientos de personas, bienes, servicios y capitales, aunque les escueza.

¿No tiene parte de razón Depardieu? ¿No queríamos Europa? Pues toma Europa con todas sus consecuencias.

Lo que me deja un poco en sombras, hamletiano, es su recién abrazada nacionalidad rusa: ¿puede alguien abrazar con el corazón el país de las Politkovskaya, las Estemirova, los Litvinenko, los Magnitsky, entre tantos que claman aún hoy justicia, calavera acusadora en mano, desde sus tumbas? Francamente, no, Depardieu, inolvidable Cyrano, por ahí no. Gracias.‑ Juan Ribó Chalmeta