No es tan fácil ser hija de Spielberg
Sasha es la más notable de toda la prole del cineasta por ser la única que no ha parado de canjear su apellido por oportunidades en el 'show business'
¿Por qué ella?
Está la rentabilidad de ser hijo de papá y luego está el problema de apellidarse Spielberg, algo que genera atención, pero no siempre confianza. Y cada uno de los retoños del todopoderoso director juega con ello como puede. El primogénito Max estudió cine a bombo y platillo en la Universidad de California y ahora trabaja con discreción en la industria del videojuego. El adoptado Theo se labró su propia credibilidad como músico empezando de becario en Rolling Stone y bloguero en The Huffington Post antes de asomarse por el cancionero indie. Y luego está Sasha, de 22 años, la más notable de todas por ser la única que no ha parado de canjear su apellido por oportunidades en el show business.
¿Por qué es conocida?
La vena artística de Sasha afloró en sus tres papeles más sonados: niña con maleta en La terminal, de Steven Spielberg; adolescente judía en Munich, de Steven Spielberg, y mujer que abofetea a Shia Labeouf en el cuarto Indiana Jones, de Steven Spielberg. Prensa y blogs la detectaron en los tres casos, pero se les pasó su campaña, acaso un empeño de tener su propia identidad, por ocupar el único territorio no colonizado por su apellido: el cine indie. Entre 2010 y 2011 se dejó ver en estratégicos exitazos de Sundance como Los chicos están bien y El arte de pasar de todo, filmes que tienen en común el que nadie recuerde a Sasha en ellos. Licenciada ya en Brown (única ivy league sobre la que pesa la ¿injusta? imagen de que es donde van los famosos para trabajar poco), aparcó la interpretación temporalmente.
¿Hasta dónde ha llegado?
Para su contraataque como cantante de meliflua voz, Sasha optó por una estrategia sorprendentemente parecida al cine: se alió con un Spielberg de más éxito, en este caso Theo, el músico, y juntos formaron una banda, Brother/Sister, que sacó disco en 2011. Compuesto por el hermano, fue un moderado éxito de crítica en el Nueva York hipster, generalmente amable con los hijosde, y Sasha, que no Theo, quedó colocada en el mapa. En 2012, sin embargo, el patrón se repitió: al tratar de valerse por sí sola, acabó solo arañando colaboraciones menores en discos de otros. La última, hace unas semanas, con el celebrado músico Nicholas Jaar, compañero suyo en Brown, que unas semanas antes había grabado otro tema con la hija de Michelle Pfeiffer.
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