La realidad
Esta mañana en el metro ha entrado una niña de no más de cuatro años con su madre. Llevaba un disfraz de angelito de confección casera, con sus alas y su túnica hechas de sábanas viejas pero aún blancas.
Con mucha gracia y sin vergüenza, ha empezado a cantar los villancicos que llevaba ensayados para la función de Navidad. Ha hecho suya la barra donde normalmente los pasajeros se agarran somnolientos y estos le han dejado hueco sujetándose en otro sitio. En un momento el vagón se ha convertido en su escenario y los viajeros en un público entregado que cuando ha terminado la actuación han aplaudido entusiasmados.
No estaba soñando ni viendo en el móvil una escena de alguna película de Hollywood o la final de La Voz. Ni siquiera era un cuento de Navidad. Era real. El metro nunca deja de sorprenderte.
Supongo que si un día Rajoy, Wert o Lasquetty en lugar de ir al despacho en coche oficial cogieran el metro, como si por un momento se apellidaran López, Petrescu o Kintawi, se darían cuenta de lo que es la realidad.
Madrid, Avenida de América, Linea 7 dirección Pitis, 8:35 AM, 21 de diciembre de 2012, día del fin del mundo.— José Antonio Saldaña Pérez.