Cuando Paciencia no es una virtud
Por Chido Onumah
Traducción de Virginia Solans. Ver aquí el original en inglés.
Si alguien quiere apreciar la falta de honradez del gobierno nigeriano del presidente Jonathan, no tiene más que observar las habituales apariciones y desapariciones públicas de la primera dama del país, Patience Jonathan.
Era inevitable que su reciente ausencia durante dos meses llamara la atención, pues ella nunca pierde la oportunidad de ser el centro de todas las miradas. Y efectivamente, eso es lo que sucedió. Lo que empezó siendo una mera especulación sobre su paradero pronto y lamentablemente se convirtió en una situación cómica, un sainente motivo de vergüenza nacional. Cuando empezábamos a sospechar que la excusa “está descansando en Alemania” era tan lamentable como pérfida, se nos dijo que el presidente Goodluck Jonathan, en compañía del capellán de Aso Villa Chapel, el venerable Obioma Onwuzurumba, había pagado a la primera dama una visita a dicho país...
De acuerdo con algunas informaciones, la visita secreta se explicaba "en un pequeño reportaje que emitió el canal internacional de la televisión pública de Nigeria (NTA por sus siglas en inglés) a las nueve de la noche, acompañado por un video (grabado y enviado desde la presidencia a la televisión), que mostraba al presidente y a la primera dama, magníficamente ataviada, oyéndola decir “permítanme que me haga una foto junto a mi marido”. Reuben Abati, consejero especial de medios de comunicación y publicidad de la presidencia, interpretó de forma positiva el intento audaz y absurdo de engañar a los nigerianos. Según Abati, el video emitido por la televisión era la confirmación de que la esposa del presidente "está como un roble", contrariamente a lo que alguna gente quiere hacer creer a los nigerianos. "El video ha puesto fin a las mentiras que han propagado aquellos que juegan a la política. En el video se veía claro que la escena no estaba grabada en un hospital”.
Me parece que Abati casi nunca oye a su propia conciencia. Y si lo hace, debería saber que él y su jefe fueron los primeros que jugaron a hacer política con la vida de la primera dama.
Abati llegó a decir que el gobierno "había mantenido silencio desde entonces porque no podía permitirse el lujo de 'salir a la palestra' con todo el mundo”. Bienvenidos al mundo de los cuentos de hadas. Se supone que nos lo tenemos que creer y continuar con nuestras vidas. Desde luego, si alguien quiere creerse los historias que cuenta Abati a la luz de la luna, debería también creerse la del ratoncito Pérez.
Su actitud demuestra que el aparato de gobierno de Nigeria no está en sus cabales. ¿Qué se supone que tendríamos que haber pensado sobre el hecho de que la omnipresente primera dama, la María Antonieta de nuestra época, se haya ausentado sin permiso durante dos meses? Me gustaría decirle al señor Abati y a sus pagadores que no se inquieten porque, a pesar de que se han unido al “equipo destructor” de nuestra commonwealth, creo que me resultaría difícil encontrar a un solo nigeriano, incluidos también los despiadados enemigos del presidente, que desee mala salud a la primera dama.
Lo único que cabe pensar es que la decepción que hemos sentido y el gran secreto que ha rodeado a la ausencia repentina de la esposa del presidente durante dos meses no ha sido otra cosa que una travesura innecesaria. Uno podría imaginar que nuestros líderes habrían sacado alguna conclusión de lo que pasó con el caso de la antigua primera dama Turai Yar’Adua y su camarilla. ¡Qué equivocados estábamos! Parece que cuantas más cosas cambian en Nigeria, otras tantas permanecen igual. Este Gobierno es de chiste. Los dirigentes de este país subestiman a los nigerianos. Están convencidos de que no tienen ninguna responsabilidad ante nosotros.
Por si las palabras insultantes de Abati no hubieran sido suficientes, a su regreso de Alemania hace unas semanas después de su bien merecido descanso, la primera dama se puso a maldecir, a alardear y, como una buena cristiana, a dar gracias a Dios Todopoderoso por haberla permitido volver a Nigeria sana y salva y haberle dado una segunda oportunidad. ¡Resulta difícil entender que alguien que había dicho que no estaba enferma y que no había ingresado en ningún hospital haya regresado y agradecido a Dios una segunda oportunidad! Los nigerianos son conocidos por ser los habitantes más felices del mundo. Pero lo cierto es que no estoy muy seguro de que además seamos un país con 160 millones de tontos.
De ese modo, su vuelta fue celebrada a lo grande, con ceremonias de bienvenida más propias de la realeza pero muy típicas de ella. Así que, mientras la señora Jonathan descansaba sin hacer nada, los nigerianos estábamos preocupados haciendo búsquedas a través de Internet para averiguar si había ido a Alemania a hacerse una operación de cirugía estética o, por el contrario, a recibir tratamiento para una enfermedad muy grave. Por eso, la ceremonia de bienvenida al estilo de un carnaval no hizo más que confirmar que estaba más sana y feliz que nunca.
La esposa del primer mandatario siempre negó que hubiera estado en un hospital mientras se encontraba en el extranjero y, con un tono de voz poco convincente, explicó así su estancia en Alemania: “Donde hay gente buena, también hay mala gente. Algunos nigerianos están diciendo lo que quieren. No lo que Dios ha dispuesto. Porque Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. Y Dios ha dicho que cuando dos o tres personas se reúnen en Su nombre, que Él estará con ellos. Y los nigerianos se reunieron y rezaron por mí. Y Dios escuchó sus oraciones. Así pues, doy gracias a Dios por todo ello. Dios es bondadoso y Su misericordia infinita. Al mismo tiempo, quiero decir que he leído los periódicos donde se dijo que he estado en un hospital”.
“Dios Todopoderoso sabe que nunca he estado en aquel hospital. Y que ni siquiera conozco el centro médico que mencionan. Tengo que explicar lo que Dios ha hecho por mí. No tengo una enfermedad en estado terminal. Ni me han realizado ninguna cirugía plástica en el abdomen”, aseguró la primera dama a los nigerianos. Podría tener razón. Tal vez no ha visitado ningún centro hospitalario. Quizá la Presidencia compró un estado en Alemania y contrató a todos sus médicos para que vinieran a su residencia a tratarla. Hay un mundo de diferencias y claro, los amantes de la rumorología lanzan sus sospechas sin importarles nada.
No contenta con su diatriba, la primera dama añadió: “Mi marido me quiere tanto como yo a él. Me gusta la forma en que Dios me ha creado. No quiero decir nada más. Solamente que quisiera aprovechar esta oportunidad para dar gracias a mi amado esposo, a mis hijos, a todos mis asistentes y a los nigerianos por permanecer a mi lado durante los momentos difíciles. Dios me ha dado una segunda oportunidad para volver a trabajar junto a las mujeres de Nigeria, los niños y los más necesitados. He venido para salvar a Nigeria. He venido para trabajar junto a los nigerianos. Estoy aquí por ellos. Quiero decirlo una vez más. Estoy encantada de haber vuelto. Quiero a los nigerianos. Son mi familia”.
Si la actitud de la señora Jonathan es fruto de un sentimiento de culpabilidad que ella cree impropio, que sepa que miles de mujeres mueren cada año antes y después del parto por carecer de una atención primaria. Y que millones de otros no tienen acceso a los servicios médicos básicos por la falta de una infraestructura sanitaria y en condiciones, ya que su marido no se preocupa de revisarla. Pero estas cosas no deberían estar entre sus preocupaciones. Estamos acostumbrados a que nuestros dirigentes reciban tratamiento, y probablemente mueran, fuera de nuestro país. En Alemania en particular.
En caso de que la culpa tuviera que recaer sobre alguien, tendría que ser sobre los medios de comunicación. ¿Dónde estaban los medios de comunicación nigerianos mientras se originaba esta debacle? Fue la misma pregunta que nos hicimos cuando se produjo la crisis con Yar’Adua. Si nuestros periodistas no podían ir a Alemania y estaban dispuestos a participar en el juego de la especulación, deberían al menos reconocer a los nigerianos su derecho a hacer las preguntas pertinentes cuando la primera dama regresó.
La historia de Patience Jonathan es una muestra del secretismo con que actúa este gobierno. Pero no es simplemente eso. Es también un reflejo de la conducta imprudente, temeraria y despreciativa que muestra el señor Jonathan no solamente hacía las leyes más fundamentales sino también hacia los ciudadanos a los que intenta gobernar.
No parece por tanto extraño que los nigerianos no tengan muy buenas razones para estar contentos con la actual administración. Sin embargo, es cierto que como nación tenemos en realidad ante nosotros muy pocas opciones donde elegir que no sea el presente gobierno.
Finalmente, este país ha encontrado en la primera dama a una salvadora. Esperemos que la segunda oportunidad que ella pidió, y que Dios Todopoderoso tan gentilmente le ha concedido, sirva para detener los casos de corrupción y acabar con la cultura de la impunidad y el mal gobierno.
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