El príncipe Carlos pierde a su ‘gurú’
Paddy Harverson lavó la imagen de Camila, la de Enrique y organizó la boda de Guillermo a Kate
Ocho años y dos bodas después de llegar a Clarence House, un hombre muy alto, muy calvo y de característica perilla pelirroja se dispone a cambiar de aires. Se llama Paddy Harverson y, aunque un desconocido para el gran público, muchos le consideran el hombre que ha transformado a la familia real británica, ayudándola a enterrar los fantasmas de los años 90. ¿Cómo? Tratando las relaciones públicas de los Windsor con una profesionalidad de la que antes carecían. Como si fueran una empresa. Se va porque fundará la suya propia junto a otro gurú de las relaciones públicas, DJ Collins, vicepresidente de Google Europa
Tres grandes logros en su haber: consolidar el trabajo previo de Mark Bolland y conseguir que los británicos aceptaran el matrimonio del príncipe Carlos con Camila en 2005; transformar la imagen del príncipe Enrique, convirtiéndolo de juerguista de mal gusto en un hombre con apariencia de responsable a pesar de sus fiestas en Las Vegas; y transformar en 2011 la otra boda de su mandato, la de Guillermo y Catalina, en un espectáculo global. Todo estaba meticulosamente preparado, desde el recatado baño de masas de la víspera frente a Clarence House hasta la salida de los recién casados tras la recepción en Buckingham con el descapotable de papá con la letra L de novato.
Nacido en 1962 hijo de un oficial del ejército, educado en colegio privado y graduado en Relaciones Internacionales por la London School of Economics, Patrick Paddy Harverson se dedicó de entrada al periodismo financiero. Desde 1988 trabajó en el Financial Times, primero como reportero de Bolsa y luego como redactor de economía, cinco años como corresponsal en Wall Street y luego como reportero de negocios, hasta que en 1997 dio un giro a su carrera que acabaría marcando su vida: convenció al diario para crear una sección que hasta entonces no existía: corresponsal de deportes especializado en la vertiente económica.
Ese cambió le dio el perfil perfecto para que el Manchester United, el equipo de fútbol de sus amores, le contratara como en el año 2000 como director de comunicaciones. Tenía el perfil perfecto: una equilibrada combinación de conocedor del fútbol, de las finanzas y de los medios. Justo lo que necesitaba un gran club de fútbol, uno de los más ricos del mundo, que entonces cotizaba en bolsa y se había convertido en noticia no solo de las páginas deportivas sino de las financieras.
Aquellos tres años en el United se convirtieron en la mejor escuela para afrontar lo que vendría después, cuando en febrero de 2004 se hizo cargo de las relaciones públicas del príncipe Carlos y sus hijos. En cierto modo, el United y los Windsor tenían muchas cosas: individuos ególatras, ricos y vanidosos; una enorme popularidad en todo el mundo y un jefe bastante caprichoso y con ataques de mal humor. Mientras del príncipe Carlos se ha dicho que es capaz de arrojar al suelo la bandeja del té cuando se le cruzan los cables, sir Alex Ferguson le dio una vez tal patada a una bota de fútbol que impactó en la frente del jugador que le había sacado de sus casillas, David Beckham…
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.