Viaje a Mozambique (8): Gas, ballenas y Bill Gates
Mi amiga Marga Sanmartín me dijo que se tenía que ir a Pemba, la capital de la provincia de Cabo Delgado, a ver unos proyectos de su organización y me invitó a acompañarla. Así que un domingo por la mañana, sin apenas haber dormido la noche anterior por dejarme convencer y llevar a conocer el pulso nocturno de Maputo, me presenté en el aeropuerto listo para tomar un avión de la compañía LAM que nos llevase al norte del país.
Playa de Pemba.
El vuelo duró dos horas y media. Fue cómodo aunque el aire acondicionado estaba a todo volumen y hacía bastante frío. Intenté recuperar el sueño que no tuve la noche anterior pero me fue muy difícil. Una madre que viajaba junto a su hija cooperante a la que venía a visitar hablaba sin parar comentando noticias de familiares y conocidos. Un padre que igualmente viajaba desde Sudáfrica con su hijo, cooperante, al que también venía a visitar, y un compañero de este, era otro de los que hablaba continuamente. Estas conversaciones me hicieron darme cuenta de que en el avión había muchos españoles y me puso sobre aviso de la fuerte presencia de ONG españolas en Cabo Delgado.
En esta provincia se concentra gran parte de la cooperación oficial al desarrollo de España. En los años 90, Mozambique fue dividido entre los distintos países que trabajaban allí y a España le tocó Cabo Delgado. Con varios altibajos la presencia española se ha mantenido en la zona de forma constante. En la actualidad hay 17 ONG que trabajan en la provincia, principalmente en los ámbitos de salud, gobernabilidad, educación y desarrollo rural y lucha contra el hambre.
Edificio del antiguo cine de Pemba.
Desde el avión se ve la bahía de Cabo Delgado (la tercera más grande del mundo, me repetirán continuamente durante mi estancia en la ciudad) y la punta sobre la que se extiende la ciudad de Pemba. El aeropuerto es pequeño pero todos hablan de que se va a reformar para que puedan llegar vuelos internacionales. Me cuentan que Alitalia y TAP tienen intención de iniciar vuelos directos que enlacen Roma o Lisboa con esta ciudad. La razón de este interés es que el mayor yacimiento gas de África se encuentra en esta provincia y que petroleras como la italiana ENI o la estadounidense Anadarko, entre otras, están explotandolo. De hecho, lo primero que sorprende al viajero que llega al aeropuerto de Pemba es el gran número de avionetas privadas que hay aparcadas allí y que haya un mostrador de embarque solo para los trabajadores de ENI.
A pesar de ser domingo, en las calles se apreciaba mucha actividad: tráfico y personas caminando por todas partes. La ciudad fue fundada por los portugueses en 1904, con el nombre de Porto Amélia en torno a lo que se convirtió en un importante puerto de mar. Sus calles guardan vestigios de las construcciones coloniales. Algunos edificios son muy interesantes y dignos de ver. Tuvo que ser una ciudad bonita como muestra este video que algún portugués nostálgico de la colonia ha colgado en youtube.
Puerto de Pemba.
Las compañías petroleras han situado en Pemba sus cuarteles generales y oficinas. Desde allí dirigen sus operaciones. Al puerto llegan los grandes barcos con el material necesario para las perforaciones, que luego es transportado, en otros más pequeños, hasta las plataformas que están más al norte. Esto ha favorecido que toda una serie de servicios y pequeños negocios surjan en la zona atrayendo a más personas y compañías.
El otro motor económico de Pemba es el turismo: playas inmensas, buceo, excursiones para ver ballenas o elefantes… han atraído durante años a muchas personas. Ahora, cada día son más las ofertas de ocio tanto para turistas como para trabajadores expatriados de las petroleras. Otra de las frases que oiré continuamente durante los días que estoy en Pemba es: “No es difícil ver el yate de Bill Gates cerca de estas costas, pasa de vez en cuando y se queda algún tiempo. A él no se le ve, pero todos los días el helicóptero del barco viene a la ciudad a hacer las compras”. Luego me cuentan que no es el único yate de lujo que echa sus anclas cerca de las playas de Pemba.
También, como es natural ya en cualquier zona de África, se ven muchos chinos. Yo pensaba que estaban allí por el gas, sin embargo me confirman que llegaron mucho antes y que se dedican principalmente a la madera. De hecho, por las carreteras de la zona te cruzas continuamente con camiones cargados de troncos que son transportados hasta el puerto de Pemba. La deforestación es uno de los grandes problemas a los que se enfrenta la provincia de Cabo Delgado.
Todo esto está generando un gran boom económico en la zona y da la impresión de que cada día irá a más. Anadarko, por ejemplo, se ha comprometido a invertir 65 mil millones de dólares hasta 2018, están llegando nuevas petroleras… Pero, como ya va siendo costumbre, todo esto solo beneficia a unos pocos. Camal insiste en que sus amigos no se dan cuenta de eso, de que toda esta avalancha de dinero e inversiones no traerá beneficio para la mayoría de ellos, solo para los políticos y los hombres de negocio. Una de las personas con las que hablo a mi llegada a Pemba, que lleva muchos años en la zona, me dice que la repercusión a corto plazo de este fenómeno puede ser positiva por los puestos de trabajo que está creando pero que tiene sus dudas sobre cómo evolucionará en el largo plazo; todo dependerá de cómo sea gestionado por el gobierno y la ciudadanía.
Playa en el barrio de Paquitequete.
Donde parece que no ha llegado todavía la bonanza económica es a Paquitequete, un barrio de pescadores con estrechas calles de arena blanca, situado frente a la bahía. Lo recorro en compañía de Marga y de Gorka Solana, un donostiarra que lleva años viviendo en la zona. Vemos la mezquita, la más antigua de la ciudad, su escuela, el centro de salud, sus palmeras, sus cercados de caña… Me sorprende la suciedad y la gran cantidad de bolsas de plástico que hay por todas partes. El barrio se inunda cuando sube la marea y se convierte en una isla. Caminamos hasta la playa, donde se venden maderas y otros elementos para la construcción y se amontonan las barcas. Al llegar junto al agua nos damos cuenta que es el retrete de la zona, en el lado de los hombre varios jóvenes están acuclillados mientras conversan con los que tienen en frente, saludan con toda naturalidad.
Salimos de allí. Delante de nosotros tenemos la parte alta de la ciudad coronada por varias torres de telefonía móvil. Hacia allá nos dirigimos para contemplar otra visión de la urbe: los bonitos edificios que quedan de la época colonial, la gente que camina por todas partes, los numerosos guardias de seguridad que se ven por doquier, la universidad, la catedral, los supermercados, el mercado, las pastelerías portuguesas, los tenderetes de la calle…
Todas las fotos, CHEMA CABALLERO
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