Guerra entre cocodrilos en la familia Lacoste
El expresidente del grupo, Michel, ha sido apartado de la gestión por su hija, Sophie, de 36 años
Ya se sabe que no hay enemigos como los de la propia madera, y la venerable casa Lacoste, fundada por el as del tenis francés René Lacoste en 1933, no parece ser una excepción. Después de pasar casi 80 años unidos vendiendo polos con el cocodrilo bordado en la pechera, los herederos del campeón han partido peras y están litigando a dentelladas por el control de la compañía. El antiguo presidente, Michel Lacoste, de 68 años, fue destituido el 24 de septiembre de sus funciones y sustituido por su hija, Sophie Lacoste Dournel, de 36 años, que hasta ese momento se había dedicado a ser actriz y a dirigir un teatro de marionetas en la región de Marsella.
La inesperada jugada de Sophie ha sido definida por Lacoste padre como una traición de Lacoste hija, que a su juicio habría sucumbido a los cantos de sirena de los otros accionistas importantes de la empresa, la familia suiza Mauss: “Utilizando procedimientos poco elegantes, los Mauss han conquistado Lacoste sin desembolsar un céntimo”, ha dicho Michel Lacoste a Le Monde. Y ha añadido: “Mi hija no ha pasado un solo día en la empresa y no tiene las competencias necesarias para llevar la sociedad”.
De momento, los suizos parecen controlar el consejo de la sociedad, aunque todavía no han hecho una oferta real para tomar la mayoría de las acciones. Según Michel Lacoste, “Mauss ha convencido a la mitad de la familia para aliarse con él y así tomar el control. El lobo está en el rebaño. Me entristece la debilidad e incompetencia de los accionistas familiares que se dejan seducir por los espejismos”.
Monsieur Lacoste ha decidido contar sus cuitas a los medios franceses porque se ve indefenso. Ha sido desalojado de su cargo de consejero, según él de forma irregular, para ser sido sustituido por Loïc Armand, el presidente de L’Oréal France, con lo que el padre de familia ya no tiene el control, a falta de que se pronuncien los tribunales, porque el expresidente ha denunciado su despido.
El expresidente afirma además que su hija no tiene capacidad para presidir un grupo que tiene sedes en 110 países, da trabajo a 20.000 personas en el mundo y sigue navegando con alegría en medio de la crisis como el resto del sector del lujo, ya que en el último semestre Lacoste ha aumentado un 25% su cifra de negocio y un 50% el resultado neto, facturando 1.600 millones de euros.
“Mi hija no ha pasado un solo día en la empresa y no tiene las competencias necesarias para llevarla”, ha dicho Michel
Las querellas internas entre los 22 herederos del cocodrilo no son nuevas. Hace cinco años, Michel, que era presidente desde 2005, tarifó con otro de sus hijos, y más tarde el ascenso de su tercera esposa a un cargo ejecutivo del grupo abrió nuevos conflictos. Desde que entró en el capital de Lacoste en 1998, la familia Mauss intentó tomar el poder de forma oficial varias veces, apostando siempre por la guapa Sophie Lacoste como quintacolumna. Pero los dueños originales lograron frenar sus ambiciones uniéndose en un pacto precario, que ahora ha saltado por los aires abriendo una grieta que según algunos analistas podrían aprovechar los Mauss e incluso PPR, antes Pinault-Printemps-Redoute, el poderoso grupo de la poderosa familia Pinault, que nunca ha ocultado su apetito por Lacoste.
La nueva presidenta, Sophie Lacoste Dournel, que dejará las marionetas para dedicarse a administrar la empresa, no parece tan incapaz como dice su padre. Hizo su licenciatura en Finanzas, ha seguido un curso de administración de empresas familiares en la Alta Escuela de Comercio (HEC) y ha sido miembro de los comités de cuentas y retribuciones de Lacoste.
La fortuna del padre, que supera los 300 millones de euros según la revista Challenges, parece estar al fondo de la irresuelta guerra familiar. En los últimos meses, Michel Lacoste había mostrado su deseo de abandonar la presidencia y apoyado a su sobrina Béryl Lacoste, de 56 años, para que ocupara su puesto. Béryl tiene un MBA en administración de empresas y un máster de periodismo, y es una mujer de negocios con experiencia, ya que ha dirigido las líneas de la marca en ropa de casa, gafas y perfumes.
Béryl contaba con sustituir a su tío en la cúpula gracias a los votos de los cinco consejeros familiares de Lacoste, los tres de los suizos Mauss —que son dueños del 35% de Lacoste, SA, y del 90% de la filial Devanlay—, y los tres de los consejeros exteriores, Patrick Thomas, gerente de Hermès International; Franck Riboud, presidente de Danone, y Micheline Kaufmann, exresponsable de marketing de Chanel.
Todo parecía atado en junio pasado, pero de repente comenzó un extraño vodevil. En plena junta general de accionistas, el presidente de la sesión decidió suspender la reunión hasta finales de septiembre para verificar si uno de los herederos Lacoste, muy anciano y residente en Japón, “había entendido bien la importancia del momento”.
Cabalgando las diferencias entre los miembros de la familia, Sophie Lacoste Dournel aprovechó el verano para forjar una nueva mayoría, que se materializó en la junta bis del 24 de septiembre. Los consejeros externos mantuvieron su apoyo a Béryl Lacoste, pero finalmente la actriz se hizo con la presidencia. Ahora, salvo que los jueces decidan lo contrario, se ocupará de gestionar Lacoste, SA, una rareza familiar en el salvaje capitalismo francés, que tiene cedidas ocho licencias mundiales a distintos socios: Devanlay para la ropa y el cuero, Procter & Gamble para los perfumes, Pentland para los zapatos, Marchon para las gafas… La venta del grupo a un tercero es imposible sin el acuerdo de la familia. Pero tratándose de una disputa entre cocodrilos es difícil saber lo que pasará finalmente.
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