Viaje a Chad (6): Excursión a Yagoua
Hoy he decidido cruzar el Logone y acercarme a la orilla camerunesa del río, a la ciudad de Yagoua. El viaje ha sido toda una aventura llena de tópicos y curiosidades africanas, que por supuesto ha valido la pena. Os la cuento.
Éramos cuatro los que decidimos cruzar el río. A las 8.00 fuimos al mercado y buscamos cuatro mototaxis que nos llevaran hasta la frontera. Aclaro que el río bordea la ciudad de Bongor, pero el puesto de control oficial está a las afueras, en un punto donde el río se estrecha y es más fácil para las piraguas cruzar.
Hace un mes el Ministro del Interior de Chad publicó una orden obligando a los motoristas a llevar casco y a los que van en coche a abrocharse el cinturón. Las cuatro motos que conseguimos representaban una variedad de posibilidades de cumplimiento de la normativa ministerial: un casco reglamentario de moto, un casco viejo de fútbol americano o algo por el estilo, un casco rojo de la construcción y un pañuelo atado entorno a la cabeza simulando un casco, acompañado de unos cascos para escuchar música. Evidentemente, yo me elegí el último de ellos al considerarlo en más original.
En un primer momento, las motos nos llevaron hasta un puesto de policía que se encuentra justo detrás del mercado de Bongor. Allí un agente sacó un cuaderno y empleó media hora en escribir los datos de nuestros pasaportes, tras lo cual nos estampó un sello de entrada en Chad. Le hicimos darse cuenta de su error y dijo que ya estaba puesto y que no podía borrarlo, que cuando volviésemos nos pondría el de salida.
Subimos de nuevo a las motos y emprendimos 15 minutos de camino lleno de charcos y lodo, fruto de la fuerte lluvia de la noche anterior, hasta el lugar de paso. Allí pagamos a las motos y las citamos para venir a recogernos a la tarde, cuando volviéramos de nuestra excursión.
Tuvimos que pasar otro control de policía donde un nuevo agente volvió a copiar, con gran lentitud, los datos de nuestros pasaportes en un cuaderno escolar. Tras completar el trámite nos pidió que al regreso le trajéramos pan de Camerún, de regalo, evidentemente.
Caminamos por una enorme playa de arena por donde subían y bajaban personas y mercancías en ambos sentidos hasta llegar junto al agua.
Allí encontramos una piragua, negociamos el precio, nos subimos, un chaval la empujó hasta que salimos de la arena en la que estaba encallada y empezamos la travesía. Son apenas diez minutos, el río está bajo a pesar de que ya han empezado las lluvias. A finales de septiembre, cuando el cauce de agua alcance su máxima cuota la cosa será muy distinta.
En la orilla camerunesa nos esperaba Tonino Melis, un amigo, misionero javeriano de Cerdeña, antropólogo y lingüista que lleva años estudiando las culturas massa y gizey de las que ha publicado diccionarios y gramáticas.
Ahora vive en Yagoua donde está construyendo un museo y centro de investigación para dar continuidad a sus 27 años de trabajo en la zona. Os contaré más de este proyecto que vale la pena conocer.
Con él pasamos los trámites de la aduana camerunesa. El policía de turno nos dijo que no puede ponernos el sello de entrada porque no tenemos el de salida de Chad. Decimos que en realidad no nos hace falta, que solo vamos a pasar unas horas en la ciudad, y seguimos adelante.
Damos una vuelta por la ciudad, grande, con más árboles y vegetación que su vecina Bongor. El mercado ocupa todo el centro urbano y está lleno de actividad. Hay pequeñas tiendas donde se puede encontrar gran variedad de productos. En una de ellas hay todo tipo de licores, cervezas y vinos, la mayoría franceses. Las verduras, la carne, el arroz, el mijo… abundan en los distintos puestos. Se ven tenderetes con pan: baguettes y de molde, todo recién hecho.
Me sorprendo ante la cantidad y diversidad de las mercancías, que contrasta con la austeridad de Bongor. Vuelvo a sacar el tema de la hambruna del Sahel, que en teoría es terrible en el norte de Chad. Encuentro una respuesta parecida a la que me dieron en Yamena: aquí no llega, las noticias nunca hablan de ella. Es más, me dice Tonino, el año pasado aquí hubo una cosecha de mijo muy buena. La gente está intentando vender sus excedentes pero no hay quien los compre. Los precios se han hundido, dicen que es por todas las ayudas que están llegando para los damnificados, mucha de la cual termina en los mercados locales. En vez de comprar a los campesinos de la zona, lo traen todo de fuera. Y concluye que él mismo tiene 300 sacos de mijo que intenta vender y no encuentra comprador por lo que tiene miedo que el grano se eche a perder.
Poco a poco el cielo se va oscureciendo y el viento empieza a soplar, se anuncia lluvia. Vamos a casa. Llegamos justo a tiempo para resguardarnos del chaparrón. Tres horas de intensa lluvia, fuerte, sonora, como suele llover en África durante la estación de las lluvias. Un espectáculo que nunca me canso de ver.
Cuando la lluvia cesa y los pájaros retoman su canto, Tonino nos acompaña a la frontera. Yagoua está llena de charcos y barros. La gente está poco a poco reanudando sus actividades.
Junto al río entregamos nuestros pasaportes al policía, que tras inscribir nuestros datos en un cuaderno, les estampa el sello de salida de Camerún. Negociamos el precio de la piragua, cruzamos y caminamos por el arenal hasta llegar al puesto de policía de Chad. Entregamos los pasaportes y vuelven a escribir nuestros datos en el consabido cuaderno.
Nuestras taximotos están esperando. El camino está lleno de agua y barro, más de una vez hay peligro de caer. Atravesamos charcos, pequeños lagos, salimos del camino para evitar los pantanos de lodo y finalmente llegamos al otro puesto de policía, donde vuelven a pedirnos los pasaportes y a copiar nuestros datos en un cuaderno. Ahora sí nos ponen el sello de salida del Chad.
TODAS LAS FOTOS CHEMA CABALLERO
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