Vida y muerte dignas contra ataques indignos

Dos mujeres –una india y otra paquistaní- requieren estos días un especial interés. La primera, Sonali Mukherjee, porque la desesperación la ha llevado a pedir una “muerte digna”. La otra, Alá Raji, porque a sus 41 años siente que ha vuelto vivir. Ambascomparten el horror de dos ataques brutales que desfiguraron sus rostros y les causaron graves problemas de salud.
Sonali está cansada. Lleva nueve años luchando por recuperar las ganas de vivir que le robaron mientras dormía, una noche de abril de 2003, los tres vecinos que la acosaban sexualmente. Se despertó en un grito de dolor, pero perdió el conocimiento antes de percibir la barbarie de lo que había sucedido. El ácido que le echaron la dejó ciega, sorda del oído derecho y espantosamente desfigurada. Tenía 17 años y había comenzado a estudiar Sociología.
“En los últimos nueve años no he hecho más que sufrir, vivir sin esperanza y sin futuro. Si no tengo ni justicia ni salud, no me queda más salida que la muerte”, afirmó Sonali Mukherjee en un llamamiento al Gobierno indio realizado a finales de julio para que financie la reconstrucción de su rostro y la recuperación de su vista o la autorice a quitarse la vida. “No quiero vivir otra media vida con media cara. Si el Gobierno no me puede ayudar, entonces debe permitir que yo me mate”, sostiene la joven.
La desesperada petición de Mukherjee pretende sobre todo llamar la atención sobre el martirio físico y psíquico que padecen a diario las personas –mujeres en más del 80% de los 1.500 casos que ocurren al año en el mundo- abrasadas con ácido, un arma que se puede adquirir en cualquier mercado indio por unas cuantas rupias. Además, quemar con ácido no es un delito mayor. Dos de sus tres atacantes, uno era menor, fueron condenados a nueve años pero salieron de la cárcel a los tres. Mukherjee apeló contra la puesta en libertad de sus verdugos, pero no consiguió que volvieran a encerrarlos y desde entonces teme que vuelvan a atacarla.
Lo que Sonali Mukherjee busca es dignidad. Vivir una vida digna en su indescriptible calvario, en el que también pesan las consecuencias que ha tenido en su familia, que se ha arruinado tras vender las tierras y las joyas para hacer frente a los gastos médicos, incluidas 22 operaciones quirúrgicas, que ha necesitado hasta ahora. Además, su madre cayó en una profunda depresión y todo porque unos hombres fueron incapaces de aceptar que una mujer no se sometiera a sus deseos. “Necesito entre un millón y millón y medio de rupias (entre 15.000 y 22.000 euros) para recuperar la vista y un aspecto remotamente humano”, dijo. Y si ese mínimo no es posible, quiere entonces una muerte digna.
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