Viaje a Chad (3): Bongor, capital de la liga española
La primera imagen de Bongor es el antiguo aeropuerto; una pista de tierra, hoy convertida en campo para desfiles militares. Una tribuna decorada con los colores de la bandera chadiana lo preside. Decenas de camiones y furgonetas aprovechan la falta de festejos para aparcar allí. Sus conductores duermen bajo los vehículos. Algunos niños vigilan las vacas que pacen en la escasa hierba que crece en sus bordes. Cerca el nuevo palacio del gobernador de la región de Mayo-Kebi Este, en el sur de Chad.
La ciudad está tomada por militares, el Primer Ministro, Emmanuel Nadingar, está de visita con una misión concreta: limpiar la región de corruptos.
Parece que, forzado por la presión internacional, el gobierno de Yamena ha puesto en marcha una campaña contra la corrupción. El Primer Ministro recorre el país limpiándolo de funcionarios corruptos. En Bongor ha despedido a algunos jueces, al rector de la Universidad, y a un gran número de funcionarios.
Cuando pregunto sobre el tema de la corrupción en Chad, en Bongor me dicen que no es tanta como en Camerún, que está a pocos kilómetros de aquí. Pero según el Índice de 2011 de Tranparency Internacional, Chad ocupa el puesto 168 de 182 países, mientras que Camerún consigue mejor nota, el puesto 134. También me dicen que esta campaña es una estrategia del gobierno para eliminar a funcionarios del sur y reemplazarlos por gente venida del norte, en un intento por arabizar e islamizar el país.
La división norte sur está muy presente en las conversaciones del día a día y las tensiones entre los grupos étnicos provenientes de una parte y otra son fuertes. Los del Sur acusan a los del norte de haberse apoderado de la política y la riqueza de Chad. Los del Norte dicen que los sureños son ignorantes. Un tema que se repite tantas partes. Justo estos días, cuando se cumple un año de la independencia de Sudán del sur, país fronterizo con Chad y con el que este comparte muchas características, el tema se reaviva. Pero es tabú, no se puede hablar en público, los periódicos que se atreven a comentarlo son sancionados. Sin embargo, el tema de la independencia del sur está muy vivo.
La división y el odio no es algo nuevo, estamos en zona de razias. Hasta no hace mucho, aquí venían las tribus árabes del norte a capturar esclavos. Han pasado solo dos generaciones desde que las mujeres massas dejaron de deformarse el labio inferior para afearse y evitar ser raptadas.
Bongor es una ciudad grande, de unos 40.000 habitantes. El centro está siendo ocupado, paulatinamente, por gentes venidas del note y peuls que se asientan para dedicarse al comercio. Los massas se prefieren retirarse hacia la periferia, para poder mantener su ganado.
Está trazada en forma de cuadrícula y sus calles están cubiertas de arena, no en vano, en un tiempo esto terreno estuvo bajo las aguas del Lago Chad.
Las calles están franqueadas de muros que encierran las concesiones o viviendas típicas de la zona.
El día de mercado es el lunes. Importante por la compra-venta de cabras y vacas.
A Bongor llegué a tiempo para ver la final de la Copa de Europa. Pregunté si habría algún local donde se pudiera ver el partido. La gente me miro como si les hubiese insultado. El fútbol es algo sagrado en este país, como en tantos otros de África.
Me enteré de que la única liga que se sigue aquí es la española. Pregunté por la Primer inglesa y me dicen que no quieren saber nada de los ingleses. ¿Y la francesa? Insisto. Es muy mala, me responden.
Me comentan que la ciudad se paraliza los fines de semana y que los partidos Barça-Real Madrid son de máxima tensión y terminan en trifulcas entre los seguidores de uno y otro equipo.
A los massas les gusta pelear, de hecho su deporte nacional es la lucha. Siempre caminan con un cuchillo bajo el pantalón o el boubou. En el último partido jugado entre los dos equipos españoles, hubo un herido grave por culpa de un navajazo. Nadie me aclara quién dio el corte, si el fan del Madrid o el del Barça. Depende a quien pregunto me dan una versión u otra. Lo cierto es que a raíz de ese acontecimiento, el gobernador ha amenazado con prohibir que se muestren los partidos entre los dos equipos en los numerosos cines de la ciudad. Los jóvenes están negociando para que la medida no llegue a implementarse.
Son muchos los locales que televisan el partido de la final de la Eurocopa. Me recomiendan que vaya al mejor de todos ellos. Se trata de una gran sala construida en adobe, con techo de zinc. La mitad del edificio tiene unos muros, también de adobe, que hacen las veces de asientos, la otra mitad sirve para que los espectadores se sienten en el suelo, según la costumbre de la zona. Lo mejor es la pantalla gigante: una cuantas sábanas a las que se les notan las costuras que las unen y unos cuantos ventiladores, que refrescan, ligeramente, el ambiente.
El partido transcurre con mucha emoción. Los cuatro o cinco que a la entrada me dijeron que iban con Italia porque ellos tenían un jugador negro, refiriéndose a Balotelli, (“todos los negros somos hermanos”, me dice uno de ellos), pronto cambian de bando. Toda la sala, llena a rebosar de jóvenes, apoya a España. A cinco minutos del final del partido, justo cuando Torres marcó el tercer gol, se terminó el combustible del generador de luz. El encargado tenía que ir a la gasolinera a comprar más y luego llenar el tanque… Todos se ponen de acuerdo en que no vale la pena que haga tanto esfuerzo para el poco tiempo que queda. Así fue como me quedé sin ver el gol de Mata. Fue solo a la mañana siguiente, cuando algunos que habían escuchado la radio francesa me dijeron que Mata había marcado el cuarto.
El día después del partido todo el mundo se acercaba a dar la enhorabuena, lo que se convirtió en una buena ocasión para comenzar a romper el hielo con la gente del lugar.
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